Justo Antonio quería que yo, que era su hermana y que siempre estaba con él y lo asistía en todo, fuera convirtiéndome en su custodia, para que no lo molestaran tanto. Y era así, porque él, que era amable con la gente, al final terminaba perjudicándose porque no terminaba de concentrarse en sus entrenamientos. Pero yo dejaba filtrar a los que me caían bien. Un día apareció Venancio Clauso con el tango que había hecho para mi hermano y quería que Justo Antonio decidiera el título. Cuando él terminó de entrenarse fuimos los tres a un bar. Mi hermano estaba contentísimo. Clauso con el pretexto de los títulos, lo que realmente quería era que Justo Antonio intercediera con Modesto Papávero, porque había compuesto la letra sobre la música de “Leguisamo sólo”. Los posibles títulos eran “Muñeco al suelo”, “Torito, viejo lindo”, y “Justo Suárez sólo”, que era el que correspondía, pero como Clauso tenía culpa quería compartir con nosotros la responsabilidad. Al final decidimos “Muñeco al suelo”, que no se dice nunca en el tango. Quedamos en que Clauso buscaría a Papávero y vendría con él. Pasó el tiempo y no supimos nada. Hasta que un día apareció Charlo, que se estaba convirtiendo en el continuador de Gardel, y dijo que lo grabaría con la aprobación de Justo Antonio. Y dijimos que sí, y nos olvidamos. Pasó el tiempo y un día apareció Charlo regalándonos el disco grabado. Todos quedamos contentos. Nunca llegamos a enterarnos de la opinión del músico… También se hicieron canciones folclóricas y milongas sobre Justo Antonio, pero la que más pegó como éxito fue “Muñeco al Suelo”… Mi hermano tenía un pasadiscos portátil, una caja o valijita, que llevaba a los gimnasios y, mientras se entrenaba y tomaba mate, escuchaba a Charlo cantando el tango. Lo pasaba tantas veces que los amigos le hacían bromas diciéndole que tuviera cuidado porque la púa lo iba a traspasar de lado a lado… También escuchaba folclore, le gustaba mucho el folclore… Le gustaba tomar mate con pan; al pan le ponía manteca y por encimita le esparcía azúcar… Acá está… En esta foto se lo ve sentado al lado del aparato y tomando mate con la malla negra que le gustaba usar… Y acá tengo anotada la letra... Luego, cuando me puse a hacer recitales y mantener viva su memoria, yo lo cantaba. Cuando no había un piano a mano para que me acompañara, lo hacía a capela… En aquel tiempo yo me animaba a todo… La letra de “Muñeco al suelo”, decía así:

¡Justo Suárez, solo! / ¡Torito viejo lindo! / Sacalo como vos sabés. /No le des tempo, fajalo. / ¡Justo Suárez, solo! / ¡Torito viejo lindo! / Ya está listo, crúzalo. / Cruzalo que lo tenés. / Como caído del catre/ Por tu coraje feroz, / Después del rudo combate. / Durmiendo en la lona está. / Después termina la cuenta. / Y alzan tu puño triunfante. / Y la hinchada que te alienta, /Subyugada y turbulenta, /Se revienta de gritar.

¡Justo Suárez, solo! /¡Torito viejo lindo! /Sacalo como vos sabés. /No le des tiempo, fajalo. /¡Justo Suárez solo! /¡Torito viejo lindo! /Ya está listo, crúzalo. /Cruzalo que lo tenés. /

De Mataderos al centro, /Del centro a Nueva York, /Seguís volteando muñecos /Con tu coraje feroz. /Cuando te pongan al frente /Del mismo campeón del mundo, /Ponete esa papa en la olla, /Cocinátela a la criolla /Y por cable la fletás.

También mi hermano Edmundo Doce tenía inspiración de poeta. Había escrito un tango dedicado al barrio de Mataderos… Por algún lado lo debo tener… Bueno, ya aparecerá. Todo está bien guardado… No hay que negar que el casamiento de Justo Antonio y Pilar fue inoportuno. A nadie le cayó bien. Fue un berrinche de mi hermano. A ella no le urgía tanto. Fue una decisión de él, como para reafirmar su autoridad, como decir, yo hago lo que quiero, a mí nadie me manda, algo así… Pepe Lectoure fue el primero en soltar prenda. Mientras tomábamos un café con él, siempre tratando de conquistarme, se sinceró:

-Mirá, en realidad este casamiento nos perjudicará, lo alejará del gimnasio, lo desconcentrará de su meta. Creo que ella, sin culpa, será un aporte negativo para nuestro equipo. Quizás detrás de las caricias y las sonrisas de Pilar se esconde el zarpazo artero del destino…

-¡No digas eso, Pepe!... Ella es una buena chica…

-No digo que no sea una buena chica, digo que el casamiento fue apresurado. No sé si se casó con él por amor o por conquistar a un ídolo, o por capricho, o lo que sea… No lo sé, pero sí sé que es un ventajoso beneficio para el rival…

En apariencia, la vida conyugal transcurría amablemente para los dos, pues ella aceptaba de buen grado las exigencias del severo entrenamiento de él. Yo no le creía a Pepe, pero a la larga resultó cierto. Lo que ocurrió fue que el problema no era ella, fue Justo Antonio. Él se había topado con una mujer ya plenamente esclarecida en cuanto a su propio desarrollo, mientras él, aún era un muchachito de barrio… Disimuladamente indagué y los demás pensaban lo mismo, dudaban, relativizaban las posibilidades. Y bueno, ¿qué decir?... El paso estaba dado…