Las agencias de regulación en China son muchas y no son ni actúan de forma homogénea. Sin embargo, hay un patrón que se aprecia cuando actúan: las autoridades regulatorias pueden ser muy laxas en un momento del proceso de control en el desarrollo de un sector, si se quiere indulgentes, especialmente cuando el producto y/o servicio cuenta con el apoyo político y económico del gobierno para su crecimiento y despliegue.
Luego, con un cambio en la situación particular, estas agencias pueden parecer muy estrictas y severas. Por ejemplo, durante los primeros días del desarrollo de la tecnología de consumo de China, las agencias se opusieron firmemente a imponer regulaciones estrictas a ese tipo de firmas chinas de tecnología -como Alibaba-, que al intentar instalarse en su mercado enfrentaron muchas quejas de sus competidores, como JD.com. La falta de controles y equilibrios en el sistema regulatorio del sector en sus inicios le dio a las agencias amplia libertad para decidir cómo regular la participación de estas empresas en un sector en donde las normas de funcionamiento, los patrones, digamos, aún no aparecían escritos.
Consumo
Demos alguna mayor precisión macroeconómica: China está intentando (desde hace 4 Planes Quinquenales a esta parte) que el consumo privado sea la variable de la demanda agregada que traccione a la economía, sustituyendo en importancia a las exportaciones y la inversión pública. Este aspecto en sí mismo merece otro artículo, pero lo menciono porque debe comprenderse por qué China promovió primero, y luego restringió, las tecnologías que apuntaban a impactar en el sector del consumo público.
A principios de la década de 2010, las prioridades políticas chinas apoyaban firmemente el negocio de la tecnología relacionada con el consumo de la gente y debido a eso, las agencias regulatorias fueron permisivas hacia estas empresas e incluso mostraron una inacción total frente a las fusiones. En ese sentido, el gobierno envió una señal de política fuerte en 2015, cuando introdujo la iniciativa Internet Plus, que no era otra cosa que un plan quinquenal para mejorar las industrias tradicionales de producción y servicios mediante la integración con big data, computación en la nube y otras tecnologías de internet de las cosas (IoT).
Justamente por lo anterior es que hay autores que señalan que la tecnología de consumo presenta un estudio de caso perfecto en el sentido de que podemos observar todo el ciclo regulatorio, desde la ausencia temprana de regulación, hasta la posterior “represión”, que aparece cuando se les restringe a las tecnológicas el comportamiento tal y como lo venían haciendo hasta ese momento.
Exactamente dos años atrás (13/02/23), la Administración Estatal de Regulación del Mercado (SAMR, el regulador antimonopolio) celebró su conferencia anual sobre la labor antimonopolio y definió su objetivo de mantener la “línea de la seguridad del desarrollo” y reforzar su “efecto de enlace” con los mercados internacionales. Esta maniobra sugirió un cambio en el enfoque del gobierno chino hacia la industria tecnológica.
Fintech
Cuando la CAC (Administración del Cyberespacio de China) presentó el primer borrador de las reglas que iban a regir la Inteligencia Artificial (IA) generadora, fue realmente estricta. Se recogieron varias quejas del sector y de allí que luego, en el borrador final, se diluyeran las reglamentaciones y restricciones más severas, digamos, enviando una señal política muy fuerte de que entre las agencias reguladoras, la facción pro-desarrollo había prevalecido sobre la facción pro-regulación.
En tiempos de ese ímpetu o promoción, los agentes privados tenían su lugar como participantes en la determinación de esos esquemas, de allí que tanto Jack Ma (Alibaba) como Pony Ma (fundador y CEO de Tencent) fueron partícipes activos de las definiciones oficiales sobre el funcionamiento del sector, haciendo de las empresas tecnológicas chinas actores del proceso de formulación de políticas.
Entendieron las prioridades del gobierno y presionaron para ganar apoyo político, promocionando el hecho de que el crecimiento de las empresas de tecnología de consumo era crucial para mejorar la economía china. Por eso (y ahora tratamos de unir lo expresado hasta aquí) desde 2015 y hasta la llamada “represión tecnológica” en 2020, este período fue realmente de auge para la tecnología de consumo de China con fuerte apoyo del gobierno.
Más exactamente a partir de finales de 2020, el Gobierno chino intensificó su regulación del sector de las tecnologías financieras, lo que afectó a algunos de los principales conglomerados basados en Internet y les obligó a volver a centrarse en el cumplimiento de la normativa local tras experimentar una rápida expansión durante varios años, dando a lugar a fuertes tensiones regulatorias.
Permítame un ligero paréntesis: hace ya casi cinco años, Jack Ma fue la encarnación del espectacular crecimiento económico de China, y entonces el hombre de negocios más rico y famoso del país estaba a punto de convertirse en uno de los más ricos del mundo.
En ese derrotero de crecimiento y expansión, su empresa Alibaba crea AliPay, inaugurando la era del pago a través del celular y constituye AntGroup (su FinTech) que, en un evento muy esperado por el mercado de la realización de su oferta pública inicial (OPI), se proyectó que Ant Group superaría el lanzamiento récord del gigante del comercio electrónico, Alibaba.
Entonces en los medios se lo pensó (así aparece retratado) como el Bill Gates o el Steve Jobs chino, un parangón de negocios al estilo occidental en China. Ahora bien, incluso antes del fatídico discurso de Jack Ma en octubre de 2020 (cuando criticó la decisión de impulsar una supervisión financiera más fuerte de sus empresas), y la cancelación de la OPI de AntGroup (48 hs. antes de producirse la autoridad regulatoria lo prohibió), ya había impulso en Pekín para frenar a las empresas fintech, que es el punto que deseamos subrayar a los efectos de comprender el contexto para la aparición de DeepSeek.
La manifestación pública de la aplicación de las regulaciones fueron las desavenencias mencionadas entre Ant Group y el Banco Popular de China (PBOC, Banco Central chino), o por caso los escándalos financieros que involucran a Anbang Group y el Tomorrow Group (que controlaba al Baoshag Bank).
Regulación
Observando las medidas de represión regulatorias, en cada caso el gobierno tenía fuertes y legítimas razones para ir tras estas firmas. El gobierno también anunció nuevas leyes de privacidad, modificó las regulaciones para la transferencia de datos por fuera de la frontera nacional, introdujo nuevas medidas en la industria del juego y prohibió que ciertos tipos de contenidos se mostraran en internet.
Pero ¿por qué el PBOC estaba particularmente preocupado? Porque la misión PBOC no es sólo actuar como un banco central, sino que también debe velar por mantener la estabilidad financiera. Si algo malo le pasaba a AntGroup como lo que le pasó al Baoshang Bank, el PBOC tendría que intervenir para rescatarlos. A partir de 2018, el PBOC ya había emitido regulaciones para aumentar la supervisión de las compañías fintech y también quería imponer requisitos más estrictos de reservas de capital para asegurarse de que empresas como Ant tenían “espaldas” suficientes.
Según un informe de la Academia China de Tecnología de la Información y las Comunicaciones (CAICT), como resultado de esas regulaciones la inversión y la financiación en la industria china de Internet disminuyeron significativamente en el primer trimestre de 2022, cayendo un 42,6% en comparación con el trimestre anterior y un 76,7% en comparación con el mismo periodo de 2021.
Información
Los servicios financieros de las empresas tecnológicas (Mercado Pago de Galperín) y la concomitante falta de regulación es lo que origina que empresarios privados (Zuckerberg, Musk y Gates, entre otros) se hagan de una cantidad de información extremadamente importante en términos de calidad y cantidad, lo que hace al core de su negocio, en particular ahora que la IT es un segmento del negocio con autonomía, y que su crecimiento en calidad (o sea, su competencia) depende de contar con más y más información, afinando así los resultados que le brindan al cliente.
El gobierno de China vio las consecuencias del acuerdo de Cambridge Analytical y Facebook y el impacto del accionar monopólico de las empresas norteamericanas en la UE y el juicio posterior, observa los manotazos de las autoridades del hemisferio norte de Occidente para regular y las dificultades que ello acarrea en un sistema en el que los Estados van corriendo por detrás de las tecnológicas y sus intereses.
Recordemos que estas empresas avanzan coleccionando datos, datos de la gente. El gobierno chino, claro, es consciente de que el proyecto colectivo está por delante de los intereses individuales de los famosos capitalistas chinos, timoneles de grandes corporaciones, que compiten con las tecnológicas de Occidente.
Más aún: Jack Ma es pionero en el mundo de los sistemas de pago digitales (su Alibaba da origen a AliPay, como vimos) y desde allí va por los microcréditos, hasta entonces sin regulación, dejando desguarnecidos a los bancos públicos que no cuentan con ese desarrollo y ven peligrar la solidez del sistema. Esto enciende todas las luces rojas del tablero del Politburó.
IA en China
En términos políticos, si esa infernal masa de información va a quedar exclusivamente en manos de privados como sucede en Occidente, hay que impedirlo. Claro, ese insumo es central para el funcionamiento sectorial, China sabe que se requiere, pero también sabe no puede estar ausente como Estado en virtud que pretende controlar qué se hace con ellos, quién se beneficia con su uso y, principalmente, cómo se homogeneizan los beneficios de esas empresas tan poderosas y competitivas -que se valen de anotar las conductas individuales (gustos, costumbres)- para que toda la sociedad pueda apropiarse también de ese conocimiento y los beneficios subyacentes.
En suma, democratizar los beneficios con control público, para que la brecha de ingresos no se amplíe y todos puedan beneficiarse del progreso tecnológico.
Con la IA estamos justo al principio del ciclo. Alrededor de 2018, los reguladores chinos prestaron especial atención a la IA después de ver lo que pasó con Cambridge Analytica y cómo la manipulación del discurso público de una gran plataforma como Facebook podría tener enormes implicaciones políticas.
Ese fue el comienzo de la investigación sobre firmas como ByteDance (Tik Toc) y la razón de que la CAC fuera la primera agencia en publicar legislación que regula los algoritmos de recomendación en 2021. Saber eso dio origen a las políticas conocidas como de “represión”, a las cuales tantas veces se refirieron The Economist y Foreign Affairs estos años, en donde se subrayaba la incapacidad de China de correr la carrera tecnológica, dado el carácter que ellos llaman opresivo del gobierno y sus reglamentaciones, que ahoga el ímpetu empresarial y la imaginación de los entrepreneurs chinos. Daban a China por derrotada en esa carrera. De esto, hace sólo cinco años.
En enero de 2022, el gobierno chino, a través de un esfuerzo conjunto de nueve ministerios y comisiones, publicó un documento titulado “Opiniones sobre la promoción del desarrollo normalizado, saludable y sostenible de la economía de plataformas”, donde reafirmaba la dedicación del Gobierno a regular las actividades prohibidas de las empresas de plataformas como los monopolios, la competencia desleal y el abuso de los datos de los usuarios.
Los controles impuestos a los algoritmos utilizados para recomendar contenido generado por IA son los últimos de una serie de reglas implementadas en China sobre la producción y distribución de información on line: parte de esta rectificación sirvió para "normalizar" a las grandes tecnológicas, eliminando su aparente sensación de invulnerabilidad.
En términos más generales, Beijing ha señalado que las plataformas tecnológicas deben actuar como buenos ciudadanos, asumiendo la responsabilidad principal de su contenido y el impacto de sus modelos comerciales, y contribuyendo a los objetivos generales de política social y económica del Partido (esto debe subrayarse).
O sea, el interés colectivo por delante de todo. Esto significa que la rectificación de 2020 en adelante apuntó a muchos de los excesos asociados con la industria de la tecnología que se veían aparecer en el norte del hemisferio Occidental, desde las empresas que usan mercantilmente los datos de los usuarios (e incluso participan en crear subjetividad ilegalmente para inducir la elección de determinados candidatos, evento confeso y juzgado) hasta las condiciones onerosas y anticompetitivas que las plataformas impondrían a los comerciantes externos.
China quiere evitar lo que hacen las tecnológicas en las democracias liberales de Occidente. En particular, las consecuencias de que la información y los datos estén en manos de quienes los usan en su propio beneficio. Recientemente, DeepSeek demostró que es posible, siguiendo su propio camino y usando tecnología que no era de frontera, bajo regulaciones estatales, con el fin del bien común chino -ya una cuestión nacional- como única zanahoria, lo que podría constituir un ejemplo de una forma de lograr la “prosperidad común”, política insignia de Xi Jinping.
*Director del posgrado sobre China Contemporánea y del CEISiL, Universidad Nacional de Lanús.