Delirio, fantasía, placer, improvisación, atemporalidad, cosmos y creación espontánea. Esas palabras podrían servir para intentar definir el espíritu del Sexteto Irreal, la nave musical que capitanean Christian Basso (bajo), Axel Krygier (teclados, vientos), Alejandro Terán (bronces, cuerdas), Fernando Samalea (batería, bandoneón) y Manuel Schaller (samplers, theremin). Después de cinco años de inactividad, el grupo regresará a los escenarios este sábado a las 20 en Artlab (Roseti 93). Pero la novedad más importante es que ése día grabarán un disco en vivo con nuevas composiciones que luego será editado en formato vinilo. “El disco que vamos a grabar el sábado va a ser un recital del Sexteto Irreal con todo lo imprevisible que tiene ello siempre. Nosotros jugamos a tocar, nos gusta interactuar y generar diferentes dinámicas, siempre sorprendiendo al otro y a uno mismo en ese juego”, sostiene Krygier.

“Tenemos algunas instrucciones para tocar pero no hay una parte cerrada o algo a lo cual tenemos que atenernos rigurosamente. Entonces, el disco va a ser producto de ese juego y también de una linda posproducción”, completa el músico y productor. 

El último show que hicieron con el Sexteto –que, en verdad, es un quinteto- fue en Niceto en febrero de 2020, un mes antes de confinamiento social. “Es una propuesta bastante particular, en el sentido de que no es un proyecto, sino una reunión esporádica de amigos y artistas afines. Es una sesión en vivo”, explica Basso sobre la libertad de acción y el carácter poco convencional del grupo. “Tiene algo del lenguaje del jazz en cuanto a la improvisación y los liderazgos dinámicos, porque vamos rotando la dirección, a diferencia de una banda de pop”, distingue el bajista y fundador del grupo junto a Krygier.

Con el juego y la improvisación como eje principal, el Sexteto Irreal es una propuesta musical inclasificable con predominio instrumental que puede transitar por paisajes sonoros que van desde el funk y el jazz hasta el tango, la electrónica, el folklore latinoamericano y la música balcánica, como se refleja en Jogging (2010), el único disco editado hasta la fecha. El disco que grabarán el sábado terminará de definirse ese día, pero en principio partirán de una serie de ideas desarrolladas en los ensayos. Pero todo es prueba y error. Y una cuota de confianza en el destino. “La sesión también tiene que ver con el espiritismo: cinco personas que se juntan en torno a una idea, improvisan y entran en una especie de discurso”, desliza Basso. “Es como un viaje: a veces sale increíble y otras veces no tanto. En vivo, es importante que los astros se alineen, que broten las ideas y que haya buena onda con el público”.

-El Sexteto es una propuesta horizontal –no hay líderes- integrada por cinco músicos con mucha personalidad y amplia trayectoria, ¿Cómo se equilibran esas personalidades en el grupo?

Basso: -El origen de todo esto justamente está en la ruptura con ese formato del rock, del cantante y sus ideas. Aunque nació en 2004, el origen del Sexteto se remonta a las últimas épocas de la formación más trascendente que tuvo La Portuaria cuando terminamos en 1996; en ese momento estaban Axel y Terán tocando ahí. Nosotros jugábamos a meternos en el lenguaje del jazz y tratar de entender la música de manera más horizontal, tanto desde el punto de vista de las ideas como en la música en sí. La música horizontal es de contrapunto y de navegación; perderse y terminar en cualquier lugar. El juego del Sexteto tiene que ver con transformaciones de ideas que van cambiando y te llevan de repente a lugares completamente diferentes.

Krygier: -En el Sexteto se da un poco lo que se da en los grupos humanos que logran constituir una cierta unidad: cada uno tiene una función diferente, como si fuéramos uno el corazón, otro el estómago, otro los brazos, los pies y la cabeza; es un organismo. Entonces, las personalidades se complementan, no hay grandes choques, al contrario, hay mucho interés en el otro. Me maravillo de las personas con las que comparto este grupo, porque todos tienen algo muy suyo.

La experiencia del vivo es un aspecto clave en el Sexteto Irreal. La música interpretada en tiempo real y el diálogo con el público son centrales en su propuesta. De hecho, hay una clara intención de provocar el baile y el trance. “La gente flashea cuando ve músicos tocando en vivo que no son los músicos habituales que uno ve en la tele. Si lo ves a Schaller, que toca sintetizadores y el theremin, decís: ‘¿Este pibe de dónde salió?’. Porque es muy especial lo que él hace”, grafica Basso. “El hecho de que haya un público resulta muy enriquecedor en cuanto a las reacciones. Pero al ser cinco personas también siempre está ese oído ajeno, siempre hay una cierta excitación de estar tocando con estos compañeros tan notables. Entonces siempre hay un elemento de adrenalina al tocar y los ensayos son muy intensos también”, sostiene Krygier.

“No estamos pensando en un futuro, aunque después aparecen las fechas. Cada uno hace otras cosas y toca en otros lados. No es la proyección de ninguno de nosotros hacer carrera con el Sexteto”, confiesa Basso. “Sin embargo, tiene un potencial de mercado internacional grosso, nos escribe gente de Turquía y otros lados”, dice sobre el carácter atemporal y a veces indescifrable del grupo. “Lo más lindo que tiene el Sexteto es que cada uno de nosotros tiene un ADN musical igual pero a la vez distinto. Hay unas pequeñas diferencias entre unos y otros que hace que sea mucho más rico el encuentro”.