Formada en 2017, Alan Sutton y las Criaturitas de la Ansiedad es una banda independiente que se fue abriendo camino en la escena musical a fuerza de canciones ingeniosas y auténticas, y gracias al poder de viralización de redes sociales como TikTok, donde no pararon de sonar fragmentos de temas como "Vamo a bailar a Tribunales" o “No tengo hambre, tengo ansiedad”, de su disco Algo tiene que cambiar (2023).
Después de una gira por Colombia, Chile, México, Perú y Ecuador, la banda acaba de terminar un nuevo disco que va a lanzar en abril. Pero antes, el grupo liderado por el cantante y compositor Alan Sutton y el productor Jerónimo Romero se presentará este sábado en el festival Buena Vibra en Ciudad Universitaria. “Estoy contento porque vamos a estrenar una canción política que me gusta mucho. Me inspiré un poco en la idea de ‘Sr. Cobranza’ y busqué hacer algo por ahí. Creo que se llama ‘Les pega mal’, pero todavía no lo sé”, adelanta Sutton a Página/12.
“A mí me cuestan un poco los festivales y es algo nuevo para nosotros. Lo nuestro siempre fue muy endogámico. Pero es un desafío buscar otras fronteras”, dice el vocalista. “Esta semana vamos a subir cosas de despedida de Algo tiene que cambiar, hemos llegado al final. Estamos en una etapa muy distinta, con el nuevo disco vamos a tocar para la gente sentada. De tocar en Obras vamos a tocar en un teatro en julio. Va a ser un show distinto a lo que venimos haciendo”, revela Sutton sobre la nueva etapa. El disco que grabaron durante trece días en un estudio de El Calafate se llamará Berrinche y tendrá una impronta más folk e intimista. “Berrinche es algo que parece más bien una pincelada, como de un monocromo buscado. Lo podés tener de fondo, porque tiene una misma pincelada, no tiene saltos dinámicos tan grandes”, anticipa.
En Algo tiene que cambiar, por ejemplo, convivían la crítica social de "Cultura porno Disney" o la irreverencia de “Tutank’mon” y a la vez la ternura y la simpleza de "Canción de Julia" o “Bonsai”. “Yo tengo una neurodivergencia importante y voy yendo de acá para allá. Pero tengo la suerte de que Jero me acompaña y la banda también”, se alegra Sutton, quien fue artista callejero y estudió Filosofía. “Las canciones están vivas y necesito sacarlas para que no me necesiten a mí para existir. A diferencia del disco anterior, Berrinche fue acercarme más a la cercanía de la composición y grabarlas rápido”, precisa el compositor, que llevó sus canciones de mochilero por América latina como un juglar. “Siempre me gusto lo marginal también, incluso desde la secundaria. Me quedaba hablando con los desquiciados de la calle. Había uno que estaba siempre en el paso nivel de Villa Urquiza y lo iba a observar”.
-¿Encontrás en la calle una fuente inspiración para escribir canciones?
-Con el tiempo uno se va cerrando más, ahora estoy mucho más casero. Voy encontrando otros lugares. Estuvo la calle en su profundidad en el momento que estuvo que estar y hoy es parte de mí, cada tanto la vuelvo a disfrutar pero de una manera distinta. La inspiración viene un poco de todos lados. Viene más de pensar qué quiero decir más que de algún lugar en particular; me importa mucho el contenido de lo que digo.
-¿Y en este momento qué te interesa decir?
-Siempre el trabajo del cantautor es un poco viajar en el tiempo: lo que estoy componiendo ahora y lo que quiero decir es un poco más político. Político en el sentido de volver a concesiones básicas y humanas, y plantarse un poco más. Si bien no existen los parámetros ni los límites para convivir está bueno ponerlos y volver a repensar las cosas. Y como a mí me escuchan mucho niños y adolescentes, me lo tomo también con responsabilidad y cada cosa que digo la trato de pensar.
-¿Y qué cosas en particular te preocupan de este presente?
-A mí me preocupa el cúmulo de individualismo que se está armando, la imposibilidad de la otredad y la falta de convivencia. Las decisiones robóticas, la deshumanización, eso me aterra. El no reconocer al otro. Yo creo que es casi una lucha contra la idea y el concepto de la inteligencia artificial, esa cosa de delegar las decisiones a algoritmos. Me inquietan profundamente cuestiones humanas y el discurso de estos tiempos. Hay cosas que me parecen muy oscuras. Por eso me tomo con alegría la resistencia desde la música: dar una línea distinta, llegar desde el nihilismo a un lugar de comprensión mutua y de convivencia.
-¿Los artistas tienen una responsabilidad mayor en la sociedad?
-No. Yo creo que cada uno puede hacer lo que quiera. Yo hago esto porque tengo que ser genuino conmigo mismo. Pero si a otro artista le sale hablar de otra cosa está bien. Se pone la música en una caja pero la música es para muchas cosas. Yo voy resignificando y repensando porque tengo que tener un propósito: el para qué de lo que hago. Hacer canciones es alquimia pura y me hace muy feliz.
-¿Cómo se da el trabajo conjunto con el productor Jerónimo Romero?
-Es el mejor vínculo que tuve en toda mi vida, incluso cuidamos todo lo humano. Al proyecto lo llevamos adelante Jero, Manu (el mánager) y yo. Incluso empezamos hace un año terapia grupal, porque nos importa lo humano. Los últimos años nos llevaron un poco puestos porque de repente fue una explosión de pasar de diez a cien, y fue mucho estímulo y contraste.
-¿Por qué se dio ese paso de diez a cien? ¿Fue repentino o parte de un proceso?
-A una canción del primer disco la agarró el algoritmo de Spotify y la empezó a mover sola, "Vamo a Bailar a Tribunales". Fue la primera canción que le fue bien, en 2018. Estamos en los tiempos de los nichos: lo que hay que hacer es llegar a tu nicho, a tus oyentes y después irás expandiendo. La forma que encontramos fue a través de las redes sociales, pero ahora estamos queriendo despegarnos un poco. Tuve la fortuna de que la primera canción que subí le fuera bien y así empecé a subir todos los días durante seis meses pedacitos a TikTok, hasta que un día subí una que se hizo viral por sobre todas las otras, "No tengo hambre, tengo ansiedad". Y ahí empezó a explotar, desde 2022. Hasta ese año habíamos hecho 34 shows en total pero en 2023 hicimos 32 shows desde mayo en adelante. Yo no creo en la meritocracia, pero también siento que hay algo de lo que hago que me excede y que evidentemente conecta con gente y con juventudes.
-"No sé muy bien en dónde encajar / No sé ni para qué", dice la letra de "No tengo hambre, tengo ansiedad". Con el fin de los grandes relatos -la religión, la política tradicional-, hay una juventud que quedó a la deriva y no sabe bien en qué creer, ¿no?
-A la humanidad le falta sacarse el peso de la individualidad, estamos en una época de consumo cual agua salada: todo el tiempo tenemos más sed y más sed. Tenés un montón de jóvenes con muchísima angustia. Lo que hago puede gustar o no, pero lo trato de hacer de manera genuina. Hay algo de una insatisfacción de estos tiempos en los cuales la narrativa nos ha quedado fuera del alcance. Hicimos una narrativa que es insoportable: vemos películas sobre el amor, la amistad, todo es una gran construcción y estamos queriendo encajar a los primates ahí. La existencia es una tensión constante.