Fernando Sureda fue gerente de la Asociación Uruguaya de Fútbol. Falleció a los 70 años a causa de la enfermedad neurológica degenerativa llamada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA). Padecía la enfermedad desde 2016, aunque se le diagnosticó en 2018. Fue un destacado protagonista en la lucha por la eutanasia legal en Uruguay, junto a su familia, y deseaba ser el primero en aplicarla. Cuando Fernando peleaba por eso, su doctora le recomendó hablar con un profesional. En ese camino, el 20 de octubre de 2019, tuvo una charla por Zoom con Enric Benito, un médico español especializado en cuidados paliativos. La vida les tenía preparada una última sorpresa: una nueva amistad y un viaje final que nadie imaginaba. A través de los nueve meses de encuentros virtuales entre Fernando y Enric, Hay una puerta ahí, documental de los hermanos uruguayos Juan y Facundo Ponce de León, devela la transformación por la que ambos transitaron, a través de una nueva forma de entender la vida, y de cómo el sufrimiento y el proceso de morir dan lugar a un nivel de aceptación, gratitud y desapego, alejados de la perspectiva desde la que partía Fernando. El film se estrenará este domingo a las 19 en Cine Arte Cacodelphia (Av. Pres. Roque Sáenz Peña 1150) y se podrá ver todos los domingos de marzo a las 19.
"La película nos llega a nosotros, nos llega el material en bruto", cuenta Juan Ponce de León sobre la génesis de Hay una puerta ahí. Los hermanos tienen una productora en Uruguay desde hace más de una década, Mueca Films, que se dedica a hacer principalmente documentales periodísticos. Cuando Enric y Fernando empezaron un vínculo virtual, el médico le pidió grabar esas conversaciones porque se dio cuenta de que Fernando era un paciente bastante particular. Estalló la pandemia y Enric no llegó a conocer personalmente a Fernando. Pero en sus conversaciones hablaban de que eso que estaba pasando entre ellos ya era una película. En una de esas charlas, Enric le preguntó a Fernando: "¿En Uruguay hay alguien que pueda agarrar este material?". Fernando nombró la productora de los hermanos Ponce de León.
Una vez que Fernando murió, Enric habló con la familia Sureda. Y ahí consiguieron el mail de la productora y les escribió un correo que decía: "Tengo un mensaje del más allá para ustedes" y les contó esta historia. "A los dos días hicimos un zoom con la familia Sureda y Enric. Ellos nos dieron un link de Dropbox con once horas de conversaciones y nos dijeron: 'Miren esto, nosotros les damos total libertad'. Y escuchando el primer zoom, nos dimos cuenta de que esto era una cosa muy particular, una bomba de carga humana. Volvimos a la familia y dijimos: 'Vamos a hacer algo, pero necesitamos tiempo.' Y ahí estuvimos dos años y medio montando la película", cuenta.
-Es una película que plantea un tema ético a los realizadores respecto de qué y cómo contar. ¿Cómo pensaron el trabajo en ese sentido?
-Ahí pasó una cosa bastante particular porque es una pregunta que suele estar en el aire: "¿Cómo hicieron para enfrentarse a esto?". Y nosotros, por una cuestión de sangre, de ser hermanos, de ser una familia grande siempre tuvimos un costado muy humano a la hora de hacer nuestros trabajos, sobre todo en los proyectos que hemos hecho como productora. Y hay algo que llevamos adentro con respecto a la sutileza: no caer en golpes bajos. O sea, nos interesa cuidar esas cosas, pero nos interesa históricamente, no por esta película en particular. Entonces, en ese sentido, al ver el material sabíamos que no íbamos a caer en ninguna situación de golpe bajo. La película tiene un cuidado con respecto a la temática. Hubo un momento donde nos hacíamos preguntas, pero que tenían que ver más que nada con el cine; o sea, con la historia, y decir: "¿Quién va a ver esta película?". Eran dudas narrativas.
-En el fondo es una película sobre la amistad, ¿no?
-Exactamente. Bueno, no es en el fondo. Te diría que es una película sobre la amistad en su totalidad. No sé si un periodista argentino (tendría que buscar si es uruguayo o argentino) una vez escribió una columna titulada "La tiranía del tema", con esta cuestión de tematizar todo. Entonces, cuando uno tematiza pierde poesía, capacidad narrativa, sorpresa. Con Facu siempre tuvimos claro que no era una película sobre la eutanasia y los cuidados paliativos. Eso, de última, es el disparador. Es una película de dos tipos que se hacen amigos. Y eso, como bien decís vos, es el fondo de la película. Por eso no quisimos nunca entrar en el tema porque cuando vos querés ver algo temático, entrás a YouTube y ponés una masterclass de alguien. Esto es otra cosa. Y está muy de fondo la amistad y cómo se pelean, la ternura con que se hablan por momentos, con el enojo porque también había que humanizar a Enric, por esta cuestión de que no es una relación estricta de "médico -paciente". Capaz que al principio sí, pero eso se desdibuja después.
-¿Y crees que en el proceso de conversaciones que fueron teniendo ambos tuvieron una transformación, no solo Fernando, sino también Enric?
-Sí, diría que eso es casi un hecho. La transformación de Fernando la vieron mucho sus hijos porque se pudieron acercar de otra manera. Eso está en la película, pero fue mucho más fuera de cuadro que adentro de cuadro la cercanía de sus hijos. Fernando era un tipo bastante particular, muy carismático, muy querido, pero severo, autoritario en su casa, como una generación entera. Y la enfermedad logró que el tipo pudiera aflojar un poco al final. Y decir: "Bueno, está, acá estoy. Y esta gente me está ayudando". Pero para mí también es mucho más interesante no sé si la transformación de Enric, pero sí la humanización de Enric: cuando él se calienta, y Fernando lo saca en un par de momentos. Y eso es recontrahumano porque estamos muy acostumbrados a la cuestión de médico-paciente/autoridad. Acá el humor de Fernando es central, habilita la película también en el sentido de que te saca un poco de eje.
-Claro, porque si bien es un tema doloroso, la película no elude el humor. ¿De qué manera pensaron ustedes en esto a la hora de montarla?
-Lo que pasa es que era tan fuerte cuando aparecía el humor, que no había manera de que eso no estuviera para nosotros porque también el humor es una manera de aliviar el dolor y de descomprimir. Me doy cuenta de que la gente en el cine se ríe porque le causa gracia, pero también es una descarga porque enseguida te viene un silencio de esos que no sabes qué hacer. En todo el material en bruto, cuando había momentos de humor, nosotros los separábamos y decíamos: "Esto tiene que estar." Después , obviamente, hubo que dosificar y elegir. Pero el humor de Fernando hace humanizar más a Enric, le saca la ficha al gallego también.
-Enric demuestra que, a veces, una buena medicina es tener capacidad de escucha. ¿Su humanismo es una excepción o creés que hay muchos Enric?
-Hay, no es una excepción porque, filosóficamente, s cuidados paliativos acompañan a alguien en el final. Desde la humanidad, no desde la medicina; hay medicina de fondo porque hay que tomar remedios, pero lo que hace Enric es la esencia de lo que hacen los cuidados paliativos. Alguien nos decía acá en Uruguay en una entrevista: "Te tocó como el Mick Jagger de los paliativos" (risas). Es una estrella, está bien, pero el tipo da clases, está formando gente. También es, seguro, lo de la escucha, totalmente, pero también son las preguntas: la capacidad de hacer buenas preguntas. Y después, cuando le explica lo de la muerte social, eso pegó mucho en Uruguay porque Enric pone en palabras lo que mucha gente no sabe explicar. Cuando tenés un familiar cercano, te da mucho más miedo que alguien lejano. Por eso a Fernando los amigos dejaron de verlo, no todos, pero la mayoría, y se le acercó gente que no era del círculo íntimo. Y ahí Enric le explica que es la incapacidad de la persona de gestionar su propia emoción.