Excitados, felices, vitales y conectados. Así transitaron Dante Spinetta y Emmanuel Horvilleur la contundente hora y cuarto de show que significó el regreso al ruedo –al menos por una noche- de Illya Kuryaki & The Valderramas (IKV), después de su última presentación en vivo, en 2017. En uno de los escenarios centrales del festival Buena Vibra, el Aperol Sptriz, el emblemático dúo desplegó su particular dosis de rap, funk, soul y ritmos latinos, un cóctel musical que hizo escuela en estas pampas y que le abrió incluso camino a artistas que hoy tienen un lugar privilegiado en el mainstream de la música urbana, como Ca7riel y Paco Amoroso.

Lo cierto es que en la noche del sábado –que reunió a 17 mil personas que desafiaron el calor extremo-, Spinetta y Horvilleur entregaron un recital tan conectado con el presente que daba la sensación de que nunca hubieran dejado de tocar. Después de resolver un desperfecto con el sonido, la lista de temas comenzó con “Helicópteros” y “Chaco”, que dieron paso por un breve, pero letal, recorrido por todos los discos, desde Fabrico cuero (1991) hasta L.H.O.N, publicado en 2016.

Como si no hubieran pasado los años, la dupla que refrescó el groove en Argentina no paró un segundo de recorrer el escenario, bailar, agitar al público y dialogar. “Hay oscuridad y luz en tu ser”, cantaron miles de personas en “Jugo”, de Versus (1997). “¿A ver si se acuerdan de esta?”, lanzó Dante antes de “Coolo”, una canción irreverente y bizarra que ya es parte de la cultura popular. Mientras en las pantallas se proyectaban perreos intensos, ambos músicos regalaron movimientos sensuales bajo la mirada atenta de una banda impecable, entre los que destacaron los músicos uruguayos Matías Rada (hijo de Rubén) en guitarra y Francisco Fatttoruso (vástago de Hugo) en bajo.

Después de un final salsero en “Coolo”, se pusieron más pop en “Adelante” y apelaron a la emotividad en “Águila amarilla”, cuando en la pantalla se proyectó una imagen gigante de Luis Alberto Spinetta. “Un aplauso para esta noche, la única noche”, dijo Horvilleur, entre suspiros. La fiesta bailable siguió con “Gallo negro” y “Funky futurista”. “¿Quieren agitar un poco?”, provocó Spinetta, y la cosa terminó de descontrolarse con la seguidilla imbatible de “Remisero”, “Jennifer del Estero” y “Abarajame”.

(Imagen: Cecilia Salas)

“Gracias, nos sacaron como unos osos hibernando”, dijeron a coro. Si bien revelaron a los medios que no tenían pensado grabar un disco nuevo ni emprender una nueva gira como dúo, hace tiempo que vienen trabajando en un documental sobre la historia del grupo. Sin embargo, una frase de Dante Spinetta (¿acto fallido?) sobre el final generó esperanzas en el público y en la escena musical: “¡Nos vemos la próxima!”. Por supuesto, la frase fue recibida con una ovación. ¿Habrán dejado la puerta abierta para otro recital de IKV?

El festival Buena Vibra construyó en estos años una identidad que se basa en conectar diferentes géneros y generaciones. Y eso se traduce arriba y abajo del escenario. En el predio de Ciudad Universitaria, que recibió al festival por segunda ocasión consecutiva, se podía ver a grupitos de pibas y pibes que apenas superaban los veinte años sentados en el pasto disfrutando de la cantautora y performer salteña Feli Colina –que se despachó con una original versión pop y folklórica de “Chakay manta”-, y a la vez también se mezclaban fanáticos de IKV nacidos en los 70 y 80. Aunque la mayoría del público asistente nunca había visto en vivo al grupo de Dante y Emmanuel.

En esta línea, una artista que logra unir generaciones es Marilina Bertoldi, que en la tarde del sábado brindó uno de los shows más enérgicos y rockeros y fue una de las más celebradas y vitoreadas. En formato dúo, acompañada por la virtuosa baterista Carola Zelaschi, Bertoldi abrió su set con “Cosa mía” y culminó con “Sexo con modelos”; del ambient al rock and roll. En el medio desató la euforia en “¿O no?” porque las pantallas proyectaron una imagen parpadeante de Milei y Elon Musk. El público respondió con dos clásicos de marchas y recitales: “Milei, basura, vos sos la dictadura” y “El que no salta votó a Milei”. Una perlita: la música anunció en vivo la salida de un nuevo disco este año.

Bertoldi no fue la única artista que aprovechó el tablado para manifestarse contra la política de esta época. Al caer la tarde, en el mismo escenario, el Coca Cola, el cantante y compositor chileno Alex Anwandter, en medio de esa oda a la música dance en la que convirtió a su performance, presentó a su tema “Cordillera” como “una canción para pelear contra los fascistas”. Previamente, en el escenario Aperol Spritz, Juana Molina, posiblemente la cuota experimental de la grilla, despachó mediante el formato de dúo en el que viene apoyándose desde hace un tiempo (ella en guitarra y sintetizador, junto al baterista Diego López de Arcaute) repasó varios de esos clásicos folktrónicos, entre los que destacaron “Wed 21”, “Paraguaya” y “Un día”

Marilina Bertoldi (Imagen: Cecilia Salas)

Después de que por ese mismo escenario pasaran artistas como el frenético Alan Sutton y las Criaturitas de la Ansiedad, llegó el turno de un bloque de pop –o nuevo pop argentino- que empezó con Indios, siguió con El Zar (abrieron su hit “Bandido" con un pasaje de “Ciudad de pobres corazones", de Fito Páez) finalizó con Bandalos Chinos, propuesta cancionera y elegante que siempre es garantía de buena performance. El grupo liderado por el cantante Goyo Degano y el guitarrista Iñaki Colombo, no defraudó al público con un set plagado de hits: “El club de la montaña”, “Demasiado”, “Paranoia pop”, “Departamento” y un cierre a puro baile con “Vámonos de viaje”. En un show descontracturado y sin sobresaltos, subió al escenario un rapero a tirar líneas en clave política: “No me quedó claro cuánto pagas. Libras, libres, ¿Cuál era?”.

A continuación, en el Coca Cola hizo su arribo el performer, cantante y bailarín Louta, inquietante, distinto y difícil de clasificar. Su propuesta fue tal vez una de las más originales y llamativas del festival. Louta se corre del estereotipo de cantante y compositor, y en sus espectáculos despliega toda su caja de herramientas: visuales, cuerpo de bailarines y actores, set percusivo en clave bailable y ballenas gigantes de plástico. Entre lo naif (“Todos con el celu”) y el existencialismo dramático (“La forma de tus huesos”, “Ush”), Louta es un experto en domar multitudes y acaparar las miradas, conozcan o no previamente su propuesta.

En su set, fue uno de los artistas que convidó el escenario: en “Ayer te vi” invitó a Zoe Gotusso –que ya había subido con Indios- y en “Uacho” hizo lo propio con Marilina Bertoldi, que se sumó a cantar y se mezcló también entre el cuerpo de baile. En tanto, en el Alternativo, Winona Riders desplegaba su cuota de pospunk frenético, psicodelia y noise rock para unas setenta personas que habían fugado de la muchedumbre en los dos escenarios centrales. Los del oeste del Conurbano desataron el pogo y la catarsis en canciones crudas como “D.I.E”.

El Buena Vibra abrió a las 16 con el grupo Niño Monja, al que le secundaron Sir Ragga y 1915. Mientras todo eso pasaba entre los escenarios Aperol y Coca Cola, Fer Moreno levantó el telón del Alternativo, al final del predio. Frente a éste se ubicaba el escenario Luxo, en la misma torre de los operadores de sonido. Arriba de ellos se creó un espacio para que los DJs y las DJs pudieran amenizar los intermedios entre show y show. Por ahí pasaron Pabels, Anita B Queen, la dupla marplatense Varese, Evlay, Franzizca y Sol Ortega. Cerca de ese escenario había otro que no figuraba en la programación: Andes Origen, una especie de garage que reunió, en un formato de entre dos y tres canciones por músicos, a Francisca y los Exploradores, Santi Muk y Santiago Motorizado, cuya performance contó con una convocatoria que apostó por la actitud fogonera, con la audiencia sentada en el pasto.

Pasadas las 2 de la madrugada, en el Coca Cola Cindy Cats abría su homenaje al rock argentino con una versión de “Sábado” de Divididos y ante un público agotado por la jornada, el músico y performer Marttein cerraba el escenario Alternativo frente a un buen marco de gente que se acercó hasta allí tras IKV. Marttein, tal vez, es una de las apariciones más interesantes de los últimos años y eso lo confirma en su disco homónimo lanzado el año pasado. 

Con una performance irreverente, punk y desafiante, sacó sus credenciales de artista revelación con un set potente a nivel visual y sonoro, e invitó a dos colegas de su generación: a Juana Rozas en “Cachetazo” y a Dillom en “Llamalo”. Acompañado por batería y sintetizadores, le cantó al amor en estos tiempos líquidos y desesperanzados –“Para amarse”-, ironizó sobre los tiempos políticos –“No vayas”- y terminó en calzoncillos cantando con desenfreno y rabia: “Soy un fracaso pero en el antro hago que griten”. A la tarde se lo podía ver sonriente y apacible en las inmediaciones del predio con un megáfono invitando a la gente a su concierto. Varias horas después, ahí estaba Marttein con una guillotina con los colores de la bandera argentina a punto de cortarse la cabeza, como en tiempos medievales. El arte siempre es un reflejo de la época.