Desde el ascenso y promisorio descenso que marca el caso $Libra, son muchos los intentos de explicar por qué un outsider con grandes rasgos terraplanistas llegó a ser presidente, y además sigue sosteniendo una imagen alta a pesar de una performance socio política y cultural que no sería tolerable en ninguna otra figura política, incluso ni en un ciudadano común, estamento con el que Milei intenta justificar sus exabruptos. No es un caso aislado, se sabe. 

Las Américas vienen marcando la agenda disruptiva de las nuevas configuraciones de poderes institucionales. Con sus matices y diferencias marcadas en materia económicas, Trump, Bolsonaro, Bukele, han sido pioneros de las figuras presidenciales que ponen a prueba los límites del juego democrático.

Comentar y analizar los gestos de Milei, si bien es inevitable, redunda en un espectáculo circense que fortalece la centralidad de su figura, mientras agranda la pasividad de los espectadores. Un presidente que injuria, ofende, participa de operaciones económicas que, si no lo son, rayan lo ilícito, sin que nadie le ponga freno.

¿Por qué -es la pregunta repetida en ciertos sectores- la gente sigue sosteniendo la imagen de alguien que a simple vista viola reglas democráticas, normas sociales y de respetabilidad cívica?

La comisión para investigar el escándalo $Libra, que el senador y jefe del bloque del radicalismo, Eduardo Vischi, promovió y luego él mismo votó en su contra, es un ejemplo entre muchos del lado B del respaldo que los sectores vulnerables siguen dando a Milei. (Al margen, sería interesante hacer un registro sobre cuántas comisiones en Argentina llegaron a una conclusión esclarecedora fuera del Nunca Más).

La respuesta –también repetida- ha sido el hartazgo de los votantes. ¿Pero el hartazgo de qué? ¿Al wokismo y las cancelaciones?, como argumentó en un artículo reciente el escritor español Pérez Reverte tratando de explicar el ascenso de la ultraderecha en Europa. ¿El hartazgo de la pobreza y las migraciones? ¿De la falta de soluciones? Cualquier recorte para explicar la degradación que atraviesan las instituciones de la democracia a nivel mundial correría el riesgo de caer en un reduccionismo.

Sin embargo, volviendo al ejemplo Vischi, el Congreso de la Nación se ha constituido en una clave para entender algunas razones por las cuales Milei fue votado y sigue sosteniendo una imagen más que considerable entre las figuras políticas.

El hartazgo, al menos en Argentina, ha ido mostrando sus caras y nombres propios a partir de la performance de la oposición en el primer año de la presidencia de Milei. Lo que indica que el hartazgo es un síntoma de la falta de representación política. En este sentido, el gobierno y Milei han discontinuado prácticamente el lema de campaña contra la casta, simplemente, porque después de vulnerarla discursivamente, la han dominado, hasta el momento, con los mismos mecanismos de poder que le criticaban a dicha casta. A esta altura, el fantasma de la corrupción atraviesa prácticamente todos los espacios institucionales del gobierno libertario.

La oposición dialoguista es un manto de piedad frente a los gobernadores y legisladores de espacios peronistas. El racconto es fácil de seguir: Raúl Jalil (Catamarca) pidiendo a una legisladora que se ausente en la votación del RIGI; Osvaldo Jaldo (Tucumán) apoyando abiertamente los proyectos del Gobierno; Kueider con los dólares en Paraguay; y todos otorgándoles derechos extraordinarios a un presidente que gritó durante la campaña y sigue gritando en su gestión que su objetivo es destruir el Estado. Son las acciones de una “casta” desmoralizada que bandea al compás libertario. He aquí uno de los trasfondos de las patéticas escenas de la oposición intentando subirse a los cambios de sentidos que los libertarios capitalizaron, abandonando en la desesperación a su núcleo duro de votantes que les permitió llegar a la gobernación y al Congreso.

“La desorientación de nuestra generación”

Con los primeros movimientos de Trump, han quedado expuestas algunas claves de las estrategias para consolidar el nuevo orden que pugna por establecerse. Elon Musk en un rol fundamental en su gabinete, así como el giro en el apoyo a Ucrania en la guerra con Rusia, parece reafirmar que el territorio no es el escenario prioritario para la lucha de poder, sino el universo tecnológico y financiero. Esta desterritorialización ha dejado a los políticos profesionales en shock, las viejas prácticas quedaron obsoletas (Milei ganando sin aparato electoral es quizás el ejemplo más contundente), y de ahí el sálvese quien pueda que se disparó en el interior de los partidos y que ha quedado expuesto desde el día 1 en el Congreso.

Mientras algunos juegan a que bombas como el caso $Libra sigan explotándoles en las manos al adversario, la performance de gobernadores y legisladores de la oposición demuestra cada día que quienes votaron a Milei no se equivocaron. Las viejas prácticas políticas no tienen margen por ahora, y esa también será la serpiente que se come la cola de Milei.