Parece ser un común denominador en las personas trans: recordar no siempre es fácil. Hacer memoria de aquello que vivimos, como protagonistas o no, implica reconstruir desde los fragmentos de las preguntas sin respuesta, despejar las respuestas que ya no aplican e intentar no responder las preguntas que no nos ayudan. En Amor y Dinero, Sexo y Muerte (Ed. Caja Negra) la escritora, académica y profesora de la New School University de Nueva Yok, Mckenzie Wark, desentraña la dificultad de recordar, no sólo invidualmente sino con y para otres, en un formato epistolar que exalta la intimidad con la que la autora acostumbra a hablarle al lector.
“Tú… ¿qué recuerdos tuyos tengo? Nuestros yo pasados posiblemente sean versiones largamente editadas”, le escribe Wark a su yo de 20 años en, como ella describe, la carta a un jóven poeta con la que inicia el libro. Pasando por su madre, amantes, alumnes e incluso la diosa Cibeles, la autora completa lo que al momento es una trilogía de libros sobre emociones intensas. Aunque alejado de la crudeza descriptiva de sus libros anteriores, Vaquera Invertida y Raving, también publicados y traducidos por Caja Negra en la Colección Efectos Colaterales, en esta obra se expanden los universos de historias relatados en ellos. Llena vacíos y experiencias al mismo tiempo que la propia autora intenta reconstruir estos espacios que, como dijimos, no se hace sólo para une misme.
Amor y Dinero, Sexo y Muerte es más que un libro sobre trans-formar y trans-gredir la idea de la memoria como algo inmutable, único o sobre que recordar a la distancia tenga como objetivo develar verdades que antes no se veían. Abordando en profundidad estos cuatro temas de magnitud, McKenzie Wark logra convertir al hacer memoria en una práctica política de surfear las tensiones irresolubles que mirar al pasado despierta, y en la voluntad y convicción de que los recuerdos pueden también encontrarse en un estado de constante acuerdo y deliberación, sobre todo los recuerdos compartidos.
SOY conversó con la autora respecto de la publicación en español de su nuevo libro, quien gentilmente respondió por mail, una gran oportunidad para el lector de empaparse de su prosa. La traducción* sin modificar de ese intercambio se presenta a continuación.
"Amor, dinero, sexo y muerte" es el título de uno de los capítulos de uno de tus anteriores libros Vaquera Invertida, pero este libro tomó un rumbo distinto a ese texto. ¿Cómo es para vos decantar en la escritura un entretejido de historias que resuenan juntas pero no necesariamente deben cruzarse en todas las obras?
—Al parecer he escrito una secuencia de libros de autoficción que no son secuelas entre ellos, sino más bien son líneas que se intersecan. Quiero que cada libro tenga una integridad formal y diferentes partes de la historia de vida que pongo en cada uno. Olvidé que había usado “Amor y dinero, sexo y muerte” como título del capítulo de Vaquera Invertida en el momento en el que estaba trabajando en este libro.
Contás al final del libro que tomó 30 años que la obra tome forma. ¿Esa primera versión varió demasiado en sus intenciones?
—Tengo muchos proyectos fallidos o abandonados, mucho más que libros publicados. Con Amor y Dinero, Sexo y Muerte tuve que descubrir cómo vivir primero, antes de poder escribirlo. Creo que esta es la cuestión principal. Con un título como ese ¡una necesita saber un poquito de cada una de esas cosas! O al menos saber lo que una no sabe, y cómo compartir eso con el lector.
En este libro decís: "El tema con volverse transexual es que la mayoría de nosotres es incapaz de apoyarse mucho en una cultura transexual." Es un tema recurrente en tu obra, la idea de que hay una cultura trans (más ampliamente llamémosle queer) que también limita y excluye. ¿Cómo pensás que tu trabajo expande esas narrativas sobre el ser trans/queer?
—Hay culturas trans, por supuesto, pero pueden ser difíciles de encontrar y no tienen la estructura institucional ni un archivo dónde apoyarse. Acá debo decir que la cultura travesti en Argentina o Brasil probablemente tenga muchos más recursos que las culturas trans anglófonas. Así que antes que nada debo ser respetuosa de lo que está acá y de les ancestres que construyeron nuestras culturas. De todas formas, siempre hay lugar para más. Otras formas de explorar lo inexplicable de nosotres, de lo que sabemos, de cómo percibimos el mundo. Estamos en un proceso de ser suprimidos de nuevo acá en los Estados Unidos, así que es momento de asegurarnos que perduraremos y que otres puedan encontrar el camino en el futuro.
Trabajás acá una reconstrucción de la memoria, pero no en un formato memoir, el cual negás categóricamente, sino epistolar. ¿Cómo fue reconstruir esa memoria teniendo como ejes a considerar también a otres?
—Me he interesado en la forma epistolar desde hace tiempo. Tengo un libro de autoficción epistolar accidental, los intercambios por mail con la difunta Kathy Acker, I’m Very Into You. Editar esta publicación me ayudó con esto. La belleza de lo epistolar es que le estás escribiendo a un lector doble. Le escribís a quién dirigís la carta desde dentro de la carta, y también al lector por fuera de la misma. La forma en que se aborda el primero modela una relación de lectura para el segundo. Esto es útil a la literatura trans en tanto de puede moldear una relación de lectura por fuera de la mirada cis, algo que no sea un voyerismo de nuestras vidas como si fueran un otro exótico.
A pesar de no tener escenas eróticas o sexuales —no como en tus otros libros, al menos— es el más íntimo. ¿Cómo manejás al momento de escribir esa exposición al lector?
—Siento que escribí tres libros al hilo acerca de prácticas muy intensas para mí: coger, bailar y llorar. ¡Este es el libro sobre llorar! Estoy contenta que Caja Negra haya hecho los tres en español porque en inglés tienen diferentes editoriales y se pierde el sentido de relación del uno con el otro. Creo que no sé bien cómo contestar esta pregunta. ¿Por qué un escritor no querría escribir con intensidad acerca de lo que más le importa? Para mí ese es el punto de ser escritora.
Tu libro resuena con Faltas, de Cecilia Gentili. Tu influencia ayudó a que su libro (que, como el tuyo, tenía un formato epistolar) fuera traducido y publicado por Caja Negra, la misma editorial que publica tu trabajo en español. ¿Podrías comentar un poco más de tu relación con ella y tus pensamientos acerca del libro?
—En realidad, yo no conocía a Cecilia demasiado. Nos hemos encontrado pocas veces. Leyó en la presentación de Vaquera Invertida y la invité a leer en mi serie de lecturas Gender Trouble. Fue alguien a quien de verdad hubiera querido tener la chance de conocer mejor. Su fallecimiento fue una gran pérdida para todos en Nueva York, empezando por su familia elegida pero también para la comunidad toda. Cuando fui a Buenos Aires por primera vez por la traducción de Caja Negra de Vaquera Invertida, me preguntaron recomendaciones de otros libros en inglés escritos por personas trans. Inmediatamente sugerí el libro Faltas, de Cecilia. Es un libro hermoso. Era inevitable que salga en español en algún lado pero pensé que sería perfecto para Caja Negra ya que Cecilia era de Argentina y el libro está situado ahí. Les sugerí fuertemente que lo publicaran. Fue simplemente hacer mi trabajo. Cualquier gesto aunque sea el más pequeño para hacer que nuestra cultura, nuestra literatura, continúe.
La mujer trans, decís, "soporta el peso de lo absurdo del género. Es el chivo expiatorio de lo que todos imaginan que les ha sido negado". Estás hablando del presente, pero bien podría ser una descripción de muchos pasados; encajaría perfecto si hubiera estado en la carta a Cibeles, donde hablás de la época del Imperio Romano. En este sentido, es necesario preguntarte sobre tu perspectiva del mundo actual, donde gobiernos de todo tipo y color siguen usando a las personas LGBTIQ+ y las trans, en particular, como chivo expiatorio. ¿Ves la posibilidad de un mundo distinto?
—¿Por qué resulta tan importante suprimir a una pequeña minoría compuesta mayormente por gente sin poder? Tal vez porque somos una instancia particular de lo que el pensamiento reaccionario no puede tolerar: la autonomía a nivel del cuerpo. No sólo el individual, sino que también diría el colectivo. La carne no es infinitamente maleable, pero es plástica en maneras notables. Es una afrenta al poder patriarcal que quiere a los cuerpos únicamente para el propósito de reproducir ese poder. Y ese poder, a cambio, está subordinado a las commodities**. La fuerza de trabajo produce commodities, pero la familia patriarcal produce la fuerza de trabajo. E insiste en estratificar la fuerza de trabajo para poder explotarlo mejor: poniendo a los varones sobre las mujeres, a les blanques sobre les negres, y a todo el mundo sobre las personas trans, que es la clase súperexplotada, abajo de todo el resto.
Hay un mito en nuestra comunidad que te encargás de trastocar: el de que las personas trans sabemos desde siempre que lo somos. ¿Considerás que hay otros mitos que deberíamos intentar refundar?
—No hay una única historia. Existen todo tipo de maneras en las que se puede llegar a la transexualidad. No creo que los libros que tenía a disposición cuando era jóven me hayan ayudado mucho. Todos los que encontré básicamente decían: “Yo siempre supe que en realidad era una chica atrapada en un cuerpo de chico”. No me sentía así de ninguna manera. Afortunadamente, la literatura trans ha florecido en los últimos diez años, expandiendo el rango de historias, experiencias, lenguajes. Yo quería contribuir a ese movimiento. En el mundo anglófono estábamos limitades sólo a las historias que contaban las personas que accedían al sistema médico. Además, muchos libros acerca de transiciones fueron escritos para el voyerismo de las personas cis, nos tenían en cuenta sólo incidentemente. Yo quería escribir un tipo diferente de libro. Para ambos, lectores trans y cis, pero por fuera de la historia convencional. Por eso se llama Amor y Dinero, Sexo y Muerte. ¡Todos grandes temas! La transexualidad es un conjunto de experiencias que enriquece lo que podemos saber y decir acerca de todas esas cosas.
En las cartas a vos misma hablás de tus lectores y también de las torres de marfil de la academia. ¿Has podido desprender tu obra de la presión de encajar en algo que guste a la academia? ¿Cuáles serían, si pudieras darlos, los consejos de McKenzie Wark para las personas LGBTIQ+, en particular trans, que sienten ese peso?
—Tuve una muy accidentada y no tan ilustrada carrera académica. Amo enseñar, pero no era muy buena profesionalizandome en la academia americana. Es como si hubiera guardado no uno, sino dos secretos a lo largo de mi vida: que era una mujer trans y no un hombre cis, y que era secretamente una escritora, no una académica. Escribir me importaba mucho más que cualquier otra cosa así que cedí demasiado para poder seguir haciéndolo. Arriba de todo eso, soy una inmigrante en Estados Unidos. No es mi cultura, ciertamente no mi cultura académica. Así que no estoy en condiciones de ofrecer mucho consejo acerca de cómo sobrevivirla. Siempre fue difícil ser trans en la academia. En Estados Unidos ellos tratan de hacerlo imposible. Así que como personas trans tenemos que apoyarnos les unes a les otres. Me encantaría que más gente queer lo haga también, pero eso no siempre es el caso.
Particularmente abordás en este libro tu relación con la blanquitud. Como teórica, académica, pero sobre todo como activista. ¿Cómo hiciste vos para abordar dichos temas con confianza?
—En los proyectos donde soy editora o curadora, como el número Black Rave del diario Eflux o la antología Writing on Raving que estoy coeditando, simplemente hay que alejarse un poco y centrar las voces que importan — y donde sea posible hacer que les paguen—. Además de eso, compartir un poco las habilidades. Sé mucho sobre escribir y editar como hechos cotidianos así que los comparto. Luego, en mi propia escritura, sólo estoy preparada para estar equivocada. Abordo mi propia blanquitud desde la opacidad que otorga y que no me permite verla con claridad.
Respecto a nuestras identidades y su relación con las opresiones, te preguntás lo siguiente, de manera retórica: "Si el racismo y la transfobia se acabaran realmente hoy, ¿se acabaría este estilo de performar el propio poder, también? ¿Tendríamos todavía nuestros íconos, nuestras reinas?". ¿Tenés alguna aproximación a una respuesta?
—Yo digo que aquellas a las que llamo “las muñecas” son el centro de la cultura trans femenina. Todas las muñecas son mujeres trans, pero no todas las mujeres trans son muñecas. Yo no lo soy. Las muñecas son híper femeninas, suelen venir de la vida nocturna o el mundo del trabajo sexual. Generalmente les atraen los hombres. El centro de la cultura de las muñecas es la negritud, formas de la vida trans y queer negra. No debo ser yo quien diga cómo debería ser la liberación para las muñecas. Por eso lo enmarco en una pregunta. Tal vez por eso es siempre algo sin respuesta y no hay una única forma en la que una vida liberada podría verse, porque el punto es la autonomía de vivirla como querés, como algo colectivo tanto como un proyecto individual.
NR: *Las traducciones son propias. **Commodities puede traducirse como bienes, productos, mercancías; el uso del anglicismo es extenso.