La ópera prima de Maia Gattás Vargas, Viento del este, se relaciona íntimamente con su historia de descendiente de una familia palestina por parte paterna y con la muerte trágica de su padre en 1986, a dos meses del nacimiento de la directora. La película cruza tres territorios: la ciudad de Bariloche, donde vive la realizadora y donde están su madre y abuela; el Río de la Plata, donde su padre tuvo un accidente; y Cisjordania, en Palestina, de donde vino la familia paterna. En el film, Maia viaja a Cisjordania, y entre las ruinas de las casas derrumbadas y las aguas del río Jordán, encuentra una señal del destino en el nombre de su familia. Viento del este se estrena este jueves 26 y se podrá ver hasta el miércoles 5 de marzo, a las 19.45, en el Cine Gaumont.

"Viento del este es un proyecto que tuvo un largo proceso: primero nació como una intuición de que había algo que contar, a raíz de encontrar unas coincidencias muy llamativas en mi historia personal. Luego vino el aprendizaje y la experimentación audiovisual. Me considero artista visual y hacer un largometraje fue un gran desafío a nivel narrativo, de duración, trabajo en equipo, etc. Por suerte encontré referencias en cines que trabajan con lo pequeño, lo cotidiano, lo precario, y que me hicieron sentir muy cercana como espectadora y de cierto modo me invitaron a hacer", cuenta Gattás Vargas. 

-Es una película con una fuerte marca personal. ¿En qué aspectos podés encontrar su universalidad?

-Creo fuertemente en una frase traída por el feminismo: lo personal es político. En ese sentido, no me preocupa demasiado la dimensión "universal", la doy por hecha. Todxs tenemos nuestrxs muertxs, nuestras pérdidas, nuestros duelos. Muchxs somos descendientes de migrantes. Los temas son pocos y se repiten. Creo que lo más personal puede ser la mirada, la forma de tejer los materiales.

-Por tu voz en off, la película establece una suerte de diálogo imaginario con la ausencia de tu padre. ¿Eso te permitió presentificarlo?

-Sí, en su momento lo pensé como una carta a mi padre. Recuerdo perfectamente cuándo y dónde la escribí, porque fue de un tirón. Obviamente sólo quedó una pequeña parte en la película. Pensé en intentar conversar con él, inventar un lenguaje común. ¿Qué le diría? ¿Cómo se lo diría? ¿Cómo se le habla a una persona que nunca conociste?

-Y, en ese sentido, ¿la película funciona como un duelo?

-Sí, en parte sí. Creo que la película fue una forma de inventar un espacio para hacer un duelo. Hay mucho escrito sobre la relación entre el cine y el tiempo. En mi caso, creo que el cine fue construir un espacio. Necesitaba estar haciendo la película para hacer un duelo, y compartirlo con el duelo de mi madre y mi abuela. También un espacio para encontrar la cultura palestina perdida en mi familia, que es otra forma del duelo.

-Una película de este tipo establece paralelismos con situaciones muy dolorosas de la vida de cada una de las integrantes de tu familia. En ese sentido, ¿te despertó la reacción emocional?

-Sí, sin duda es una película muy emocional. Me costó sincerarme y aceptar ese componente fundamental. Cuando comencé, pensaba hacer una película militante de la causa palestina, pero en un momento tuve que admitir que lo que me llevó a la causa palestina fueron motivos muy emocionales. Creo que hay un personaje que la recorre de punta a punta y es el agua, o las aguas. Para mí, el agua es un elemento muy emocional.

-Las distintas geografías funcionan más como protagonistas que como contexto. ¿Coincidís?

-Sí. Hace varios años vengo investigando sobre el paisaje (fue mi tema de tesis doctoral) y cuando pienso en los lugares y las geografías, nunca mi vínculo con ellos es un telón de fondo, nunca son simplemente algo a contemplar, como lo dicta la tradición del paisaje pictórico europeo.

-Bariloche, Palestina y el Río de La Plata tienen como un hilo invisible que los une. ¿Se podría decir que ese hilo es el eje de la película?

-Me gusta pensar que eso que llamás “hilos invisibles” están en todas las películas que me gustan. Son esas cosas que quedan latentes, que no cierran, que están y no están. En nuestro caso, hubo un trabajo largo y dedicado en el montaje de la película. La idea de que haya muchas conexiones, muchos detalles, muchas cosas subrepticias. También el eje del agua. Yo pensaba: inventemos una cartografía de aguas, donde se mezclen las aguas del río Jordán en Palestina con las aguas del río de La Plata en Buenos Aires, con las aguas del deshielo de Bariloche. Un dato muy curioso que encontré y que quedó fuera del guión fue que el primer nombre que tuvo el Río de la Plata fue Jordán. El conquistador Américo Vespucio, en 1502, le otorgó ese nombre erróneamente. Me estalló la cabeza.

-¿Cómo viviste la experiencia del viaje a Cisjordania?

-Fue el mes más feliz de mi vida. Viajé con mucho miedo y cuidado. La previa fue muy difícil. Pero una vez que pisé Palestina, la comodidad y felicidad fueron inmediatas. Hice un pequeño fanzine que se llama Bajo el nivel del mar, donde cuento un poco esa experiencia. 

-¿Hacer esta película te permitió cerrar heridas?

-Creo que las heridas no se cierran pero se van transformando. Mi madre cada vez que ve la película dice: “Ahora sí”. Y, a la vez siguiente, lo mismo. Ja.

-¿Cómo pensás que puede recibirse una película en este contexto que vive la Argentina?

-La película ya se proyectó varias veces en la Argentina, y siempre hubo lindas devoluciones y conversaciones posteriores. Creo que en la Argentina hay mucho desconocimiento de la cultura palestina, la tenemos asociada a las noticias horribles y la lógica de los medios de comunicación. Me gustaría que esta película aporte otro acercamiento a este territorio.

-¿Presentaste la película en Palestina? Si es así, ¿cómo fue recibida?

-¡Casi lo logro! Iba a estar en el festival Palestine Cinema Days en Ramallah, Cisjordania. Ya me habían sacado el pasaje y mi emoción era inmensa. Volver a Palestina con la película terminada… Era la primera vez que alguien de Latinoamerica iba a viajar al festival. Pero el festival se celebraba los últimos días del octubre 2023. Por razones más que obvias y sensatas, se suspendió. Todavía tengo la esperanza de poder volver y proyectar la película en un territorio palestino que esté libre de ocupación colonial.