Actor, director y dramaturgo, Guillermo Arengo suele poblar sus obras con personajes que remiten a infancias desprotegidas. Y aunque pueden entreverse núcleos familiares débiles en sus textos, es la irrupción del delirio surreal o el absurdo lo que distancia a estas obras del ya clásico planteo teatral de la familia disfuncional. La fuerza de la imaginación y el poder de la naturaleza, por otra parte, también son recurrentes en el autor de Una familia dentro de la nieve y de la recientemente estrenada El cuento de Beto, bajo su propia dirección, en el Espacio Callejón, de Humahuaca 3759 (miércoles a las 20.30).
En medio de viejas tensiones nunca resueltas se produce el reencuentro de un padre con el hijo que diez años atrás expulsó de la casa. En el contraste que establecen los dichos de uno y de otro se cuela, inevitablemente, el efecto humorístico. En notable contrapunto, Guillermo Aragonés, un padre eternamente decepcionado, y Hernán Melazzi, un hijo que nunca está a la altura de la circunstancia, retoman una relación signada por la asimetría que marca aquel que se lamenta de la insignificancia del otro.
Pero en la letanía de la queja, por obra de la repetición, se aprecia en el padre un cierto deleite. “Me interesó hablar de la decepción como goce”, cuenta Arengo sobre algo que dice reconocer en la realidad. Es por esto que el soliloquio del padre (porque en realidad no establece un diálogo con el hijo) Arengo dice haberlo escrito en forma espiralada. Es así que dos estados se potencian: el del que se siente decepcionado y el del que se sabe decepcionante.
Una vez que aparece un aspecto positivo en la despiadada evaluación de los desempeños del hijo, ahí entonces surge la posibilidad de aprovechar su poder de imaginación en la producción literaria. Allí se suma el personaje de la Editora Independiente, a cargo de Rocío Peralta, quien corporiza un fantasma literario; “un personaje pirandelliano”, según observa el autor. Aportan rasgos extrañantes a este paisaje teatral la escenografía de Luciana Quartaruolo, la iluminación de Ricardo Sica y la música de Adela Arengo Vallina.
Arengo cuenta que comienza a escribir “la infancia de las obras, que son las primeras diez páginas” sin fijarse un tema o una situación concreta. Ese automatismo le viene de su temprano interés en la lectura sobre psicología y psicoanálisis. Cuenta también que cuando lee está siempre atento a las asociaciones libres que cada material le dispara para luego, en una lectura posterior, proceder a la codificación y al descubrimiento de mecanismos narrativos. El poder de la palabra escrita está presente en El cuento…, donde la fuerza de la creación se impone y una criatura literaria irrumpe en la realidad.
-¿Por qué la infancia está tan presente en tus obras?
-Estoy muy interesado en ese momento de la vida porque es cuando se constituye el sujeto social y se dan sus primeros vínculos afectivos. A riesgo de tener una idea determinista, me interesa indagar, ahondar en esa zona.
-En tus obras hay situaciones y símbolos que recuerdan a la dramaturgia del absurdo.
-Pienso en Beckett y en Pinter, autor que asocio con Carver. Me interesa el extrañamiento. Ir al enigma, al sujeto extrañado. Me gusta cuando una obra logra romper la línea histórica psicológica y entonces irrumpe el mundo onírico, el componente siniestro. Que pueda infartar esa línea, eso es lo me mueve cada vez que me pongo a escribir una obra.
-¿Qué cuestiones habitan a estos personajes?
-Me interesó hablar de la decepción como goce, algo que se puede observar en la representación política: están los que siempre se quejan y aunque pasan los años, siguen votando mal. Pero esto se da también cuando el sujeto va por el todo y entonces la única salida es la decepción. Lo otro que quería trabajar es la impotencia. Con este gobierno vemos que la impotencia y la decepción son estados que se profundizan. Así pensé en enfrentar a un padre con un hijo que tiene una sensibilidad tal que lo lleva a la impotencia.
-Finalmente, se produce un cambio…
-Sí, la literatura aparece como un lugar de salida. Cuando el padre descubre la imaginación que hay en los escritos del hijo sale de su soliloquio. Pero yo no quería “curar” a los personajes (risas), sólo lograr un movimiento hacia una conexión diferente.
Teatro off y comecial
En todos los escenarios
“Me acostumbré a pasar del teatro independiente a hacer teatro comercial, televisión o cine”, cuenta Guillermo Arengo, a quien llamaron en 2005 para protagonizar la película de Inés de Oliveira Cézar Como pasan las horas cuando lo vieron en una obra del off. A partir de allí, el actor comenzó a pasar con soltura del cine a la tele y de un circuito teatral a otro, aunque continuó reservando las obras de su autoría a las salas independientes. En estos días comienza a ensayar La cena de los tontos, obra del francés Francis Bever que, con dirección de Marcos Carnevale interpretará junto a Mike Amigorena, Martín Bossi y Laurita Fernández. El suyo es un personaje que aparece promediando la acción y que, según analiza el actor, “cataliza la obra y termina definiéndola”.