A inicios de los 2000, Adrián Helien trabajaba como urólogo en el Hospital General de Agudos Carlos Durand y se dio cuenta de que la vida de las personas trans estaba marcada por la exclusión. Para entonces, en Argentina no estaba sancionada la Ley de Identidad de Género (2012), pero Helien -a quien le gusta aclarar de entrada que es un hombre heterosexual, blanco y de casi de 70 años- empezó a entender que esta barrera social incidía en que la esperanza de vida de la población trans en la región era -y todavía es- de entre los 35 y 40 años, la mitad de lo que vive una persona heterosexual. Así que se propuso fundar, con un endocrinólogo y con un cirujano, el Grupo de Atención de Personas Transgéneros (GAPET), un equipo interdisciplinario que, desde 2005, es pionero en la región en la atención a personas trans.
El equipo ahora está compuesto por más disciplinas: pediatría, hebiatría (atención de adolescencias), ginecología, trabajo social y endocrinología infanto juvenil. Tanto es el impacto del GAPET que su modelo es aplicado de norte a sur en Argentina y, cada tanto, el equipo recibe a equipos de otras partes del mundo para aprender sobre él. En sus inicios, el GAPET atendió mayormente a mujeres trans de entre los 35 y 40 años, aquellas que habían podido sobrevivir a la exclusión, pero por hoy el pico de sus pacientes tiene entre los 15 y 17 años. Los pacientes son más varones trans que mujeres trans.
A Helien, sin embargo, le preocupa que siendo este grupo etario el que más demanda atención, sea el principal afectado con la reciente reforma a la Ley de Identidad de Género realizada por el Gobierno Nacional a través del Decreto de Necesidad y Urgencia 62/25, el pasado 6 de febrero. La reforma, según La Libertad Avanza, es para impedir la hormonización y las intervenciones quirúrgicas en menores de 18 años. En la Rosada dicen que hay un informe técnico de la Dirección Nacional de Abordaje Integral de Salud Mental que supuestamente advirtió sobre los efectos a largo plazo de las terapias de hormonización y que recomendó no realizarlas en menores de 18 años. Helien señala que quienes trabajan en la atención médica de la población trans no han tenido acceso a este informe y que, cuando él preguntó sobre el mismo en el Ministerio de Salud de la Nación, le dijeron que no existía.
Desde su experiencia liderando el GAPET, Helien desmiente las intervenciones quirúrgicas en menores trans y cuenta a Soy cuál es realmente el trabajo que las y los especialista realizan en Argentina con infancias y adolescencias trans. “Les están quitando la categoría de personas. A veces parece que estamos retrocediendo en el tiempo, a cuando yo empecé, hace más de 20 años, a atender a personas trans”, lamenta y, además, advierte el vacío legal que esta reforma trae. No solo deja sin derechos a las y los menores, sino que condiciona el trabajo del sector médico.
La reforma a la Ley de Identidad de Género ocurrió después de la multitudinaria marcha del pasado 1 de febrero, que fue organizada por las personas LGBTIQ + en contra del presidente Javier Milei porque, en su discurso del Foro Económico de Davos, en Suiza, el mandatario vinculó a la homosexualidad con la pedofilia, atacó a las identidades sexogenéricas, al feminismo, a las personas migrantes y a otros movimientos como el ambientalista.
¿Cuáles son las principales atenciones que ustedes brindan a las niñeces y adolescencias trans?
-Nosotros atendemos niñeces y adolescencias trans de manera interdisciplinaria, con muchos especialistas. Para desmitificar las mentiras que en algún momento se dieron desde ciertos lugares de poder respecto a que a las infancias se las operaba y se les cambiaba los genitales, o se las devolvía con tratamientos hormonales, en la infancia no hay ningún tratamiento médico, ni hormonal, ni quirúrgico, no me canso de repetirlo. Lo aclaro todas las veces para quienes estamos en la atención, obvio. No es obvio cuando hay un mensaje tan mentiroso desde estos lugares de poder, que intentan instalar cosas que son mentiras, son salvajadas, que no tienen ningún fundamento. Con la niñez lo que hacemos es, primero, alojarle dentro del sistema de salud, porque, en general, las familias vienen en una primera consulta para saber qué está pasando con este niño, niña, niñe. Seguidamente, escuchar, acompañar los procesos de transición al verdadero género, que es el género sentido.
Esto tiene que ver con cambiar el nombre, con cambiar la expresión genérica, cómo se viste. A veces deciden hacer intervención para cambiar el documento, con un abogado, en este caso. Pero la única intervención es a vivir socialmente el género, la transición social con todo lo que implique para cada niño, en cada momento, porque las trayectorias que tienen son diferentes. En la pubertad, cuando es necesario, sí hay intervenciones que frenan el eje hormonal: cuando el cuerpo les cambia en el sentido contrario al género autopercibido se puede hacer esta intervención, que está avalada bajo las normas éticas y científicas de todas las sociedad del mundo que trabajan esta temática.
Traduciéndolo a un lenguaje entendible, ¿en qué consiste el freno del eje hormonal?
-Es freno de los cambios puberales: si es una nena trans, “que tiene pene y testículos" que producen testosterona en la pubertad, el cuerpo se va a masculinizar. Si ella se percibe nena y esto le incomoda, le molesta, la angustia, tenemos una forma de frenar este sufrimiento en los casos que se considere que sea necesario y a pedido expreso del niño, niña, niñe. En este caso, se hace esta intervención, que es totalmente reversible. Reversible quiere decir que si alguien deja esta medicación, el cuerpo retoma su camino habitual. Esta misma medicación, para que veas un aspecto de lo que es discriminar, se utiliza en la pubertad precoz. La misma medicación en una pubertad cis, sin ningún problema, pero si la usás en un joven trans para frenar los cambios puberales contrarios a su identidad de género, hay problemas. Los mismos efectos tiene para un niñe cis que un niñe trans.
Este es un tratamiento muy específico, hecho por un endocrinólogo infanto juvenil, que no lo puede hacer cualquier médico, lo tiene que hacer un especialista. Y esto, en caso que sea necesario. En este momento, para que entiendas el volumen del tratamiento, tenemos 140 adolescencias y niñeces en acompañamiento, y solamente dos están con freno. Es una minoría, no llega ni a un 5 %. Este tratamiento hoy está prohibido con el DNU.
Lo siguiente es el tratamiento hormonal, que es el tratamiento de afirmación o también se llama tratamiento cruzado, o masculinizante o feminizante, que es progresivamente ya más irreversible. Eso es con hormonas masculinas y femeninas, que se hace alrededor de los 16 años, puede ser antes o después, de acuerdo a la necesidad de cada persona en particular.
El Código Civil y Comercial permitía que, entre los 13 y los 16 años, y bajo el consentimiento de los padres del menor, este pudiese comenzar una terapia de reemplazo hormonal.
-Sí, se le toma como un adulto.
¿Cómo ha quedado esto con el DNU?
-Ya no se puede hacer.
¿A partir de los 18 años, entonces?
-Sí, lo que se lleva puesto el DNU es la Ley de Identidad de Género y el artículo 26 del Código Civil y Comercial, que habla de autonomía progresiva. No es lo mismo una niñez de cuatro, cinco años, que un adolescente de 17; la capacidad de decidir, la maduración física, mental y cognitiva es diferente. Y el Código Civil, que es de nuestra Constitución, que está vigente, choca o básicamente queda anulado por este DNU. Yo no soy legista, pero pasamos de un modelo de consentimiento informado, según la capacidad progresiva de cada joven, en este caso, a un modelo tutelar donde el Estado te dice: "Son muy chicos, no pueden", anulando o entrando en contradicción con el artículo 26. El Estado, quiero ser claro, se adueña de las identidades, les quita derechos, les quita el derecho de decidir sobre su propio cuerpo. Antes del DNU, un joven de 16 años decidía autónomamente sobre su cuerpo, porque era adulto para la ley, una ley que sigue estando. Ahora, a partir del DNU, le dicen "no sos adulto, no podés decidir, no podés definir sobre tu cuerpo", y le quitan el derecho a definir sobre su identidad y su cuerpo. Esto aumenta los riesgos de enfermar, porque, claramente, te deja afuera del sistema de salud. Si nos prohíben atender, los médicos no podemos atender, no podemos medicar, hacer una receta o hacer un tratamiento hormonal cuando se necesita: ni el tratamiento de freno, que es el reversible, ni el tratamiento hormonal -masculinizante o feminizante-. La prohibición es para el sistema de salud y la negación de derechos es para estos jóvenes. En realidad, nosotros decimos que nuestra atención está basada en los más altos estándares de todas las sociedad científicas mundiales, incluida la Asociación Mundial de Profesionales de la Salud Trangénero, que avala esto que te estoy diciendo. Lo único que podemos decir es esperar a los 18 años, es decir, hay personas que están esperando uno o dos años para un tratamiento que no pueden hacer ahora.
Hay una especie de vacío legal para el sistema de salud, porque nosotros tenemos un Código de Ética. Si viene un joven trans de 16 o 17 años a que le haga una receta, yo no la puedo hacer. Entonces hay algo que tiene que ver con que la salud de este joven, que muy probablemente tenga un deterioro o se enferme, o se angustie o genere un cuadro de ansiedad o depresión, o genere situaciones más límites. Ya sabemos que quedar fuera del sistema de salud aumenta el riesgo de suicidios. Para mí está prohibido y yo, a la vez, digo que no puedo abandonar a un paciente, ¿y cómo puedo permitir que empeore su salud? Quienes estamos trabajando, estamos entre la espada y la pared, porque hay algo que nos prohíbe y que tiene categoría de ley. Y hay un montón de acciones que tienen que ver con el código médico, el juramento hipocrático, nuestra tarea específica basada en derechos humanos, que dice que tenemos que seguir atendiendo. Las sociedades científicas están avalando la continuidad de los tratamientos. La Sociedad Argentina de Pediatría, la Sociedad Argentina de Endocrinología ya se han expedido a favor de la continuación de los tratamientos.
Usted mencionaba recientemente en una ponencia en la Comisión de Mujeres y Diversidad de Diputados que el equipo que atendía a la población trans en el Hospital Posadas ya se dio de baja a partir de este DNU, ¿qué panorama puede haber de aquí en adelante para el sector médico?
-Yo creo que es de lucha, de visibilización y de mucho conflicto, porque si yo firmo algo que está prohibido, ¿me van a quitar la matrícula?, ¿me van a castigar?, ¿me van a sancionar?, ¿van a venir por mí? Eso es una situación que también tensiona y angustia a todo el sistema de salud, porque todavía no está resuelto. Yo creo que se va a resolver en estos días. Hay que ver cómo, porque la sociedad científica tiene un peso, pero el DNU lo tiene, el artículo 26 (del Código Civil y Comercial) está vigente en la Constitución y yo creo que hay alguna cosa que tiene que ver con la gente: hay una salida, que es un con amparo. Es decir, yo envío un amparo a la justicia para seguir con mi tratamiento, y creo que van a llover amparos de personas en los cuales se van a tener que autorizar (las atenciones). Porque no hay motivo, desde el punto de vista de salud, para negarle la atención a las adolescencias trans que están en tratamiento. Lo que no sé es cómo van a quedar los nuevos tratamientos. La gente que ya viene en tratamiento hará amparos y los nuevos creo que también van a tener que hacer amparos para pedir ser incluidos y ser atendidos. Creo que ese es el futuro que yo veo.
Al cierre de este texto, había al menos tres amparos presentados ante la justicia para frenar el DNU 62/25: uno presentado por la Federación Argentina LGBT+ y dos por organizaciones sociales en Tucumán.
En las últimas semanas la población LGBT+ ha sido atacada desde el oficialismo. Como científico, ¿cómo recibió el discurso del presidente Javier Milei en Davos que, entre otras cosas, denigró a las identidades travestis y trans? Luego Milei continuó este discurso estigmatizante en una entrevista con Esteban Trebucq, donde dijo que en la Provincia de Buenos Aires habían centros de atención donde se le mutilaban los genitales a los menores.
-Como ser humano, me enoja. En su momento me daba vergüenza de escuchar a personas denigrando a otras personas, en este caso, personas intentando borrar la diversidad de un plomazo cuando dicen: "Solo hay dos géneros, mujer y varón, basados en la biología”. Se está cargando en la frase a toda la población trans, les está quitando la categoría de personas. A veces parece que estamos retrocediendo en el tiempo a cuando yo empecé, hace más de 20 años, a atender a personas trans. Me parece que eso es negativo porque, primero, las invisibiliza, las borra; después las criminaliza y las asocia con pedofilia. Pero, de vuelta, la población ya fue criminalizada, después fue patologizada y hemos ganado un montón, hemos avanzando, y creo que con estos discursos retrocedemos, pero como humanidad. Ya estamos hablando de derechos humanos que, básicamente, estamos viviendo en una sociedad plural y, por supuesto, creo que esto también ataca profundamente a la democracia, a vivir en la diversidad, a celebrar la diversidad. Esto es todo lo contrario. Los discursos de odio encarnan en la gente, son performativos y, de alguna manera, abren la puerta o encarnan en personas que actúan esa violencia, porque el discurso es violento.