Si buscan el significado de la palabra filetear en la web, encontrarán dos acepciones. La del viejo arte porteño de pintar carros y carteles, y la actividad, también manual y artesanal, de cortar pescados en filetes. En Mar del Plata se encuentra muy arraigada la última, que representa un oficio fundamental para una de las industrias más importantes de la ciudad, junto con el turismo.

Un trabajador del sector, Samuel Cisneros, cuenta es que “es un trabajo difícil. Te tenés que levantar a las dos y media de la mañana, para llegar a la planta a las tres y cuarto aproximadamente. Te cambiás por completo en quince minutos, todo de blanco como si fueras un cirujano, con un delantal enorme y botas de goma. Y le metés al cuchillo sin parar, hasta las doce o la una del mediodía. Tenés que descamar el pescado, cortar cabeza y cola, abrirlo, sacar las vísceras y cuerearlo. Son unos siete cortes por pieza. Te tiran cajones de treinta kilos y te queda la mitad aproximadamente. Hay que hacerlo con mucho cuidado, para no lastimarte y para que te rinda porque te pagan por kilo fileteado, con frecuencia semanal. Yo trabajo casi exclusivamente con merluza, y saco en el día unos ciento sesenta kilos. Aunque hay alguna gente muy hábil con el cuchillo que saca un poco más”.

La industria pesquera mueve millones de dólares en el año. Los fileteros diariamente sostienen la retaguardia, la que está en tierra, y son quienes menos cobran en la cadena de valor. Junto con las envasadoras, mayormente mujeres, y sumando a los peones y a los que trabajan en las cámaras de frío y en las máquinas que procesan la harina, integran el rubro que se conoce como los obreros de la industria del pescado.

Samuel cuenta como se convirtió en un filetero marplatense: “Yo soy nacido en Villa Regina, provincia de Río Negro; pero mis padres son de Santiago del Estero. Me vine a los quince años a vivir en la casa de mi tío, porque siempre me gustó esta ciudad. Pero te cuento que nunca me agradó la pesca, me metí porque pagaban bien, comparado con la construcción. Empecé a los dieciséis moviendo cajones, y unos años después fui marinero en los barcos de media altura. Estuve un buen tiempo en altamar, y ahora hace seis años que soy filetero. Tengo tres hijos y hay que hamacarse para mantener la familia. A veces discuto con algunos compañeros de trabajo, yo no creo que esto sea una vocación, al menos en mi caso. Te la pasas el día manipulando pescado fresco o muy frío, incluso congelado, o que a veces está pasado. Te mojás todo, te llenás de hongos, te salen sabañones y el olor a pescado no se te va nunca, aunque después estés horas debajo de la ducha. Los que tienen más experiencia, dicen que con los años, suele aparecer artrosis en las manos y otros problemas de salud”.

Hace unos años, todavía se escuchaban en las principales radios de Mar del Plata y en el noticiero de la televisión, los anuncios de las empresas que pedían trabajadores para que se presentaran en las plantas al día siguiente muy temprano. Muchos cuentan que convenía estar una hora antes, porque se corría el riesgo de tener que volver a la casa sin el conchabo.

“En la planta donde estoy, somos unos treinta laburantes, y nos tenemos que comprar la ropa de trabajo, las tablas, los cuchillos, todo. Nos tienen en negro, yo calculo que somos más de diez mil compañeros en esas condiciones. Olvidate de licencias por enfermedad, aguinaldo o vacaciones. Y eso que mi patrón no es un garca, en once años siempre pagó el día que había prometido. Lo fuerte para la actividad es entre febrero y mayo, pero el resto del año son solo dos o tres días de trabajo y a veces, tenemos semanas enteras sin nada. Los que están registrados son una minoría, serán unos tres mil, muchos menos que hace diez años, nosotros no tenemos garantías salariales como ellos. Pero mucho peor están los que trabajan en los sucuchos, como yo les digo. Son lugares muy precarios, metidos en cualquier casa, sin condiciones de salubridad, y ahí nomás filetean. Y encima, a veces no les pagan”.

A principios de 2024, el Presidente Javier Milei amagó con modificar la ley de pesca de la mano de la ley ómnibus, pero luego dio marcha atrás cuando todo el sector salió a reclamar. Pero aunque se hayan detenido las movidas, el Puerto es una olla a presión. Como lo demostró lo ocurrido cuando los trabajadores bloquearon el acceso a una planta y el gobierno nacional, con Patricia Bulrich a la cabeza, metió la cuchara con su protocolo de seguridad, siempre duro con los más débiles.

“El sindicato se ocupa de los registrados. Y los que estamos en negro no podemos participar casi en nada, ni siquiera podemos votar. Hace poco propusieron una recomposición salarial del dieciocho por ciento, pero aún no está homologada por la cámara empresarial. Las cooperativas truchas no quieren acoplarse al acuerdo, y amenazan con despidos, total sus trabajadores no están bajo convenio. Y eso se pone muy conflictivo, los laburantes quedamos a la deriva, porque la inflación en alimentos y otras necesidades básicas no se detiene, la guita no te alcanza. El otro problema que nos afecta directamente y del que ya nadie habla es el de los barcos fresqueros. Los extranjeros que ni siquiera bajan el pescado para procesarlo en tierra, y se llevan el recurso y las ganancias para afuera. Parece que ya no existieran más, pero en verdad nunca se fueron del Mar Argentino”.

A Samuel se lo nota muy preocupado. “Los empresarios manejan el grifo, lo abren cuando quieren, yo siempre digo que son el círculo rojo local. El intendente Guillermo Montenegro no se mete con ellos, porque no le interesa la ciudad, y mucho menos le importan los trabajadores. La municipalidad debería hacer controles bromatológicos para eliminar los sucuchos. Si el Estado no se mete en serio, vamos a estar peor. El sector pesquero se va degradando día tras día. Todos los sindicatos de la actividad tendrían que actuar más en unidad y no estar cada uno mirando su quintita. Y luego sumar a las cámaras empresariales, porque con el dólar planchado estamos perdiendo todos, incluso ellos. Yo siempre he estado participando en partidos y en los movimientos sociales, y lo sigo haciendo. Actualmente tengo las esperanzas puestas en el Gobernador Axel Kicillof, creo que es el único de arriba que nos puede ayudar. Pero tenemos que organizarnos los laburantes, porque la cosa siempre es de abajo hacia arriba.”

Ya no se escuchan los boletines radiales convocando a filetear. Y eso invisibiliza aún más el trabajo de miles de marplatenses de los barrios más periféricos, quienes parecen estar en una situación peor que la que atravesaron años atrás, cuando en el Puerto de Mar del Plata ardió Troya por las protestas de los fileteros. En los próximos meses puede llegar a ocurrir algo parecido o bastante peor, la disconformidad está creciendo.