La censura ataca, es su razón de ser y su orgullo, ahora ataca a un desnudo, al cuerpo desnudo de una mujer, a ese desnudo pertinente que desde hace unos días no puede verse completo en las redes del alarde. 

Florence Henri, una fotógrafa que desafió los límites de la composición y de la percepción está detrás de la cámara lúcida y su obra de arte no se ve en su totalidad. La nueva prohibición en IG @womenphotographershistory de Nudecomposition (Florence Henri, 1930) reanima otras censuras y abre otros debates: en los comienzos de los años ochenta no había modelo masculino desnudo completo en las aulas de Bellas Artes, femenino sí. “Todo lo que el algoritmo detecta como un pezón femenino tiende a ser censurado”, es la explicación que se repite mientras alguien quiere publicar una foto de El baño, el cuadro que Prilidiano Pueyrredón pintó en 1865.

La foto censurada de Florence.

Un cuerpo de mujer desnudo a veces sí, a veces, no. “Lo que sitúa al cuerpo en el centro del debate no es la moda, sino la perentoriedad”, se lee en el prólogo de El cuerpo, la antología fotográfica de William A. Ewing. ¿Cuál es la urgencia que muestra la piel que se puede ver y la que no se puede? ¿Cuál es el compás de espera en los desnudos de Florence? 

Florence nació en Nueva York, pero se fue muy pronto de ahí, a los dos años, cuando murió su mamá. Una obligada vida itinerante la mudó de continente y la llevó de casa en casa, de ciudad en ciudad. Un tiempo en Silesia, otro en un colegio de monjas en París, en Londres y en la Isla de Wight. Con el atado de ropa siempre hecho también vivó en Roma,en Berlín durante la Primera Guerra Mundial y fue ciudadana suiza después de un matrimonio fortuito.

La fotógrafa de lo inimaginable que había estudiado música y pintura (fue alumna de Paul Klee y Vasily Kandinsky) abandonó pentagramas de pianista y pinceles y trazó líneas de fuga a través de los espejos, impresiones en negativo y fotomontajes. Uno de los caminos (tal vez atajo) que tomó cuando eligió la fotografía fue ser estudiante no matriculada en la Bauhaus de Dessau y ser alumna de László Moholy-Nagy y amiga de Lucia Moholy.

Florence es la fotógrafa de la luz superpuesta, del rebote de los centelleos y las formas desconocidas: donde había una manzana nacía una geometría nueva. Otro cuerpo, otra perspectiva. Mientras cambiaba las leyes del punto de vista y desplegaba visiones fragmentadas de una realidad tambaleante se ganaba la vida haciendo fotos comerciales y retratos. 

Olvidada durante décadas fue rescatada en los años setenta. Murió en Compiègne, Oise, en la regiónde Alta Francia en julio de 1982. Su obra, un diálogo entre el realismo y la abstracción, conversa con su deseo: “Con la fotografía, lo que realmente quiero hacer es componer la imagen (…) los volúmenes, las líneas, las sombras y la luz deben someterse a mi voluntad y decir lo que me gustaría que dijeran. Todo esto bajo el estricto control de la composición, porque no pretendo ser capaz de explicar el mundo o explicar mis propios pensamientos”.