Adriana no paró de sonreír. Rodeada de manos que le acariciaban el hombro o le acomodaban el flequillo o le agarraban sus manos, contó que cuando se enteró de que no era hija biológica del matrimonio que la había criado el rompecabezas de su vida quedó “incompleto” y que eso cambió el lunes, cuando la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) le confirmó que era hija de desaparecidos, que su familia biológica nunca había dejado de buscarla y que, desde entonces, a su nombre se le agregaría un mote más: la “nieta 126” que conoce su verdadera identidad gracias a la lucha de Abuelas de Plaza de Mayo. “Estoy feliz, estoy plena, no encontré la ficha que me faltaba sino que encontré un nuevo rompecabezas”, remarcó ayer en la conferencia de prensa que encabezaron Estela de Carlotto y Rosa Roisinblit, presidenta y vice del organismo de derechos humanos. “Cada restitución tiene su matiz, nosotros encontramos una mujer íntegra y ella recuperó toda una historia”, celebró Carlotto.
“Hemos encontrado a la nieta 126”, inauguró la conferencia de prensa la presidenta de Abuelas. “Le ponemos un número para poder contabilizar los éxitos del trabajo”, bromeó. La “nueva” nieta se llama Adriana. El nombre “es lo que menos importa”, reconoció entre lágrimas su tía paterna, Silvia, y coincidió Marcela, su tía materna. De todos modos, Adriana sabe que el nombre es un paso importante en la reconstrucción de su identidad. Entrada la tarde, le prometió a su abuela Blanca que tomaría su apellido verdadero, Garnier. “Tengo una abuela, no lo puedo creer”, había gritado contenta durante la conferencia de prensa. Blanca Díaz de Garnier vive en Concepción del Uruguay. Allí nació y se crió Edgardo, el papá de Adriana.
“El ‘Chueco’, el ‘Robi’, mi hermano. Ante cada cosa que me pasó en la vida me pregunté qué hubiera hecho él”, lo recordó Silvia ayer. Edgardo Garnier nació en agosto de 1955 en esa ciudad de Entre Ríos, en donde vivió, creció y estudió hasta que se mudó a La Plata a hacer la carrera universitaria de Ingeniería Electromecánica. Era hincha de Independiente, “rojo hasta para eso”, bromeó su hermana. Allí conoció a Violeta Ortolani, que por entonces estudiaba Ingeniería Química y había nacido en Bolívar en 1953. Allí se crió mayormente con sus tíos, primos y primas. Marcela, una de ellas, abrazó a Adriana ayer por la tarde.
La reseña de Abuelas cuenta que la pareja, militantes de Montoneros, se casó en agosto de 1976. Violeta estaba embarazada de 3 meses. Según la reconstrucción de su historia, ese embarazo culminaría con el nacimiento de Vanesa, si era una beba; Marcos o Enrique si resultaba bebé. No lograron saberlo juntos. Violeta fue secuestrada en La Plata cuando cursaba el octavo mes de gestación. Edgardo volvió a Concepción del Uruguay unos pocos meses hasta que regresó a Buenos Aires para buscar a su compañera y a su bebé o beba. Cayó en febrero de 1977. No hay ningún dato fehaciente que determine en dónde estuvieron secuestrados.
Sus respectivas familias, no obstante, sabían de ese nuevo integrante que llegaría pronto, así que no solo buscaron a la pareja sino también a su hijo o hija. Blanca se convirtió en Madre de Plaza de Mayo, fue una de las primeras mujeres en acercar su denuncia al por entonces incipiente organismo que en aquellos momentos parían las Abuelas. En ese sentido, Estela de Carlotto celebró el nuevo hallazgo. “Estos encuentros nos llenan de esperanza y nos dan fuerza para redoblar la búsqueda”, sostuvo y reiteró el pedido “a la sociedad” a que “ayuden en esta búsqueda que ya lleva 40 años”.
En el caso de Adriana, esa ayuda de quienes compartieron con esos bebés, hoy hombres y mujeres –la nueva nieta “recuperada” tiene 40 años–, fue fundamental para que se abriera un sendero hacia la verdad. Su vida dio un primer golpe de timón hace algo más de dos años, cuando en pocos meses falleció el matrimonio que la había criado como hija biológica. Entonces, su tía y su prima le confirmaron que era adoptada. Se enteró también que las personas que la criaron no podían tener hijos y que, por una vecina, supieron de una partera en Wilde que “conseguía chicos”. Esa partera era la médica Juana Franicevich, quien un mes después les entregó a Adriana junto al certificado de nacimiento falso. Existen otras partidas de nacimiento de nietos apropiados firmadas por Franicevich, informó Abuelas.
Adriana se enteró de esta historia un sábado. “El lunes estaba en Abuelas. Por la fecha de mi nacimiento, plena dictadura, quería hacerme los estudios”, contó en la conferencia.
Meses después recibió una primera respuesta negativa. “Seguí mi vida pensando en otra historia, que me habían abandonado. Y me dije ‘tendré que aprender a vivir con esto’”, reconstruyó ayer. Dos años después, otro giro: sus padres están desaparecidos, pero detrás de ellos dos enormes familias la buscaron, no la olvidaron. Varios de ellos y ellas la fueron a conocer ayer a la casa de las Abuelas. Sus tías, tías abuelas, primos y primas y sus hijos e hijas. También amigos y compañeros de militancia de sus padres que ayudaron a mantener la búsqueda de Adriana latente. Todos ellos entienden que haber encontrado a la hija de Edgardo y Violeta es producto de la lucha de Abuelas. “Qué importante es estar acá, sobre todo, para reconocer la labor de estas Abuelas que pese a todo siguen buscando a sus nietos. Nuestra responsabilidad es asegurarle que mientras estemos nosotros ellas van a estar”, sostuvo en esa línea la tía paterna de Adriana.
“Estoy feliz, estoy plena. Se me completó la vida. La sensación de pasar de pensar que fui abandonada, no deseada, a sentir que fui una persona muy querida, muy deseada, muy buscada, que tengo una familia hermosa y que tengo una abuela, ¡no lo puedo creer!”, reconoció la flamante nieta. Desde el entorno de crianza confiaron a este diario que su perfil genético daba un resultado de 40 por ciento con la pareja Ortolani-Garnier, pero que luego esa información fue completada con otros datos genéticos.
“Nunca te abandonamos. En Bolívar tenías tu moisés, tu ropita”, le contó Marcela, quien coincidió Silvia, la tía paterna de Adriana, en que en ella “siguen vivos Violeta y Edgardo”. “No pudieron, no pudieron ganarle al amor a pesar de tanto odio”, confirmó la joven, resplandeciente. Silvia completó: “A través de Adriana, que tiene 40 años pero para mí es la bebé de días que no pude tener en brazos, Edgardo y la Viole vencieron a la muerte y eso no es poca cosa”.