La Gran Bestia 666. El Hermano Perdurabo. Los diarios sensacionalistas lo llamaban “el hombre más malvado del mundo”. Durante sus 72 años de existencia en este plano, el ocultista Aleister Crowley construyó una leyenda: poeta, novelista, alpinista, pintor y enorme showman, su presencia resulta inescapable en cantidad de aristas de la cultura popular. Ahora Walden Editora acaba de publicar en Argentina su novela Hija de la luna, de 1929 con un excelente prólogo del escritor, periodista Federico Fashbender: allí apunta una de las grandes paradojas de Crowley: la entrada en dominio público de su obra no significó una explosión editorial, a pesar del auge actual de la literatura y el cine de terror esotérico, que en muchos casos lo citan de forma directa o lateral. “Esa explosión no ocurrió. Ni cerca. Nada en Argentina, pocas ediciones en España, sin una curaduría interesante. Vayan a una librería promedio en Buenos Aires y no encontrarán un solo libro de Crowley a la venta”. Es cierto. Antes de entrar en esta novela –con traducción de Juan Pablo Martese–, entremos en el mito y sus destellos, para quienes aún no conocen al Mago.

Aleister Crowley tuvo una vida llena de eventos, así que es más sencillo atenerse a los grandes hitos. Nació en 1875 en el Reino Unido, pronto se distanció de su familia fundamentalista cristiana, estudió en Cambridge y Trinity y, durante sus años jóvenes, se dedicó al alpinismo y la poesía. En 1898, durante el auge victoriano del ocultismo, ingresó en la Orden Esotérica de la Aurora Dorada, donde fue entrenado en magia ceremonial y fue “compañero” del poeta irlandés William Butler Yeats, el escritor galés Arthur Machen, la revolucionaria irlandesa Maud Gonne y la actriz Florence Farr, entre muchos otros. Cuando dejó la Orden, formó dos órdenes iniciáticas bajo su dirección: la Astrum Argentum y, más importante, Ordo Templi Orientis, que sigue en actividad –en Argentina opera hace décadas–. También, por supuesto, creó la Doctrina Thelemita, filosofía religiosa y teúrgica cuyos principios centrales son: “Haz lo que quieras será la única Ley” y “El amor es la ley, el amor bajo imperio de la voluntad”. Fue un libertino, un yonqui, un amante de mujeres hermosas, un viajero. Fundó una abadía en Céfalu, Sicilia que hoy está en ruinas, una comunidad hippie antes de que tal cosa existiera: fue expulsado de Italia por Mussolini. Creó el Tarot de Thoth, con ilustraciones de Lady Frieda Harris. Publicó más de treinta libros en vida, entre teoría mágica, manuales de magia, poesía y novela. Murió en 1947, pero su legado y el asalto a la imaginación que provoca su figura no terminó, a pesar de la ausencia de sus textos. Los excede: los thelemitas los leen y estudian, los demás se fascinan por la Gran Bestia. A él, que era un hombre público espectacular, no le hubiese disgustado del todo este destino.

Portada del libro prologado por Federico Fashbender. Foto: Archivo.

Por supuesto, su presencia más famosa es ser uno de los representantes culturales en la multitudinaria tapa del disco Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de The Beatles. “Haz lo que quieras”, aparece escrito en el vinilo del disco Led Zeppelin III: Jimmy Page compró una de las casas de Aleister Crowley en Escocia, pero no cualquiera. Boleskine es el lugar donde Crowley intentó el rito de Abramelin, en el que invocaba a su ángel guardián. Suena simpático, pero es un ejercicio poderoso, que requiere unos seis meses de preparación y la invocación de los Duques del Infierno. Crowley vivió ahí hasta 1913. En 1969, alquiló la casa el cineasta y thelemita Kenneth Anger, y un año después, la compró Jimmy Page. La secuencia fantástica de la película La canción sigue siendo la misma fue rodada ahí. Ahora está en manos privadas y, después de sufrir varios incendios, entró en restauración para poder ser visitada. David Bowie también flirteó con Crowley, de forma directa en la canción “Quicksand” de 1971, pero quien conozca más sobre el mago encontrará referencias en muchos temas, incluso en el hit “Let’s Dance”. Por supuesto, Ozzy Osbourne escribió “Mr Crowley” en Blizzard of Ozz, Marilyn Manson nombra a Thelema en “Misery Machine” e incluso se lo cita en video games de los ‘90 como Blood Omen. Por spuesto, Iron Maiden tiene una canción llamada “Moonchild”, inspirada en la novela Hija de la Luna.

En literatura y arte hay algunas menciones infaltables: su amistad con Fernando Pessoa, por ejemplo, de la que quedan cartas sensacionales –en las que Pessoa le pide que lo visite en determinados momentos, dictados por los astros– y su guerra personal con Yeats, con quien intercambiaron insultos desde loco hasta mediocre, y cuya disputa en la Orden de la Aurora Dorada supuso el principio del fin de la organización. En Argentina, el pintor Xul Solar tuvo un encuentro con Crowley en París: no hay registro de que haya sido discípulo, aunque pintó su retrato y quiso convencer a Borges de conocer al mago. La conexión argentina más importante, como cita Fashbender en el prólogo, es la que estableció Finita Ayerza, traductora del tratado de magia El libro de la Ley. “Fue una audacia en tiempos horribles. Fue publicado el 22 de septiembre de 1981, con la Argentina todavía bajo el terror de la dictadura militar, en una edición de circulación casi privada... Los seguidores de Crowley en Latinoamérica emplean su traducción”. Se podría seguir citando a thelemitas, fans y seguidores famosos y malditos, como el ya mencionado Kenneth Anger, los miembros de Tool, que son coleccionistas de memorabilia, el traidor L. Ron Hubbard que luego fundó Cientología, cuyo mejor amigo, Jack Parsons, fue un thelemita extraordinario y esposo de la mítica ocultista Marjorie Cameron, el brasileño Marcelo Motta y Genesis P. Orridge, fundadora de Throbbing Gristle y Psychic TV. Hace poco, la banda Ghost usó una foto de Crowley para la tapa de su album Impera.

Tras conocerlo en París, Xul Solar intentó un encuentro entre Crowley y Borges. Foto: Archivo.

Para Ariel Puckaz, editor de Walden, la decisión tuvo que ver con la sorpresa de que nadie se interesara en publicar al Mago. “Su obra vinculada a magia y Thelema se me hacía infranqueable, y dentro de sus textos de ficción, Hija de la Luna, me pareció el más amigable para comenzar a hacerlo circular nuevamente”, dice. “Forma parte de una colección llamada Futura, dedicada a poner en circulación ficciones y ensayos que quedaron algo olvidados, va desde escritos de un colega del Unabomber a textos fundacionales del cyberpunk porteño. La figura de Crowley funciona en sintonía con la intención de hacer convivir a lo subterráneo con lo pop”.

La novela es un thriller ocultista que tiene muchas facetas. Los thelemitas o iniciados en magia podrán encontrar referencias rituales y simbólicas a interpretar. Los que no saben nada, pueden leerlo como una pequeña historia del esoterismo en Gran Bretaña durante esos años en los que, por ejemplo, la ocultista Dion Fortune declaró la guerra mágica a Hitler y los nazis, con una red de cartas para generar rayos de fuerza que detuvieran el avance sobre Londres, y una comunidad telepática (la editorial española La Felguera publicó la historia en el libro Guerra Mágica). La trama es una batalla entre magos negros y magos blancos: Cyril Grey, el alter ego de Crowley, quiere crear un ser etéreo, la Hija de la Luna, justo antes de la Primera Guerra Mundial. Los magos negros harán todo para detenerlo. Es un libro loco y divertido, una pieza histórica y una reivindicación para celebrar al hombre y al mago, complejo y monumental, una de las grandes figuras del siglo XX.