David tiene 38 años. En agosto del año pasado, después de perder un reloj que le había regalado su padre fallecido, pudo hablar con su psiquiatra del abuso sexual que había sufrido entre los 10 y 12 años, de parte de su primo, que tenía 18. Entonces, lo denunció ante la justicia. En ese momento, el agresor era comisario inspector de la policía, y trabajaba estrechamente con la fiscalía del departamento San Jerónimo, a la que pertenece Coronda, la ciudad donde ocurrieron los hechos.
Durante meses, el acusado siguió en el cargo. Tuvo que intervenir el diputado provincial Fabián Palo Oliver, quien envió notas a la fiscal general María Cecilia Vranicich para preguntarle sobre el avance de la investigación, para que el tema se hiciera público, se designara un nuevo fiscal, el santafesino Matías Broggi, y el denunciado fuera separado preventivamente.
Durante meses, el fiscal Marcelo Nessier tuvo la causa. David intentó verlo tres veces, y le mandó un mail para preguntarle por qué la causa estaba "reposando" y la respuesta que recibió el 7 de noviembre pasado fue: "Usted radica una denuncia contra una persona que, actualmente, es funcionario policial, y que se desempeña en la órbita del departamento donde soy fiscal -es decir, en pocas palabras, que el imputado trabaja conmigo; y por tanto, -por un deber de objetividad- para evitar planteos de su parte, entiendo que lo correcto es que intervenga otro fiscal que no trabaje con ese funcionario policial".
Sin embargo, no se había excusado.
Los abusos denunciados ocurrieron entre 1996 y 1999. "Es mi deber informarle que la acción penal (la posibilidad que tenemos para perseguir los delitos) tiene plazos; esos plazos están regulados por el Código Penal en sus artículos artículos 59 y subsiguientes, y por tanto, si se cumplen esos plazos, la acción penal prescribe (en pocas palabras, un delito NO se puede perseguir por siempre -indefinidamente-, hay plazos legales que, una vez cumplidos, impiden la persecución de ese delito -se llama prescripción-). En su caso, si su denuncia estuviera comprendida en estos supuestos, será debidamente notificado", le respondió Nessier.
"Para mí es lamentable de una persona que supuestamente está para defendernos y cuidarnos escriba eso, me parece que no se puso nunca en el lugar de la víctima, que no tuvo un poquito empatía", considera David sobre esa respuesta.
El tema de los plazos de prescripción es tema de debate: el 29 de noviembre pasado, la Corte Suprema de Justicia de Santa Fe revocó la prescripción de un sonado caso de abuso sexual, el del periodista rosarino Juan Pedro Aleart, hoy candidato de La Libertad Avanza.
Es decir que la prescripción de los delitos de abuso sexual en la infancia es motivo de controversias.
Cuando se habla de prescripción, aparece la ley del derecho al tiempo, vigente desde 2017. "Es muy difícil hablar siendo un chico de 17, 18 años heterosexual, salir a contar que sufrías abusos sexuales de parte de tu primo, que estabas a su cargo. Era muy difícil, uno sentía mucha culpa, siempre uno piensa que la culpa es de uno y bueno, después cuando uno va creciendo se va dando cuenta de muchas cosas", relata David, quien asegura que esta historia es "una mochilita" que "viene incluida con la personalidad. Y llega un momento que no la puedo descargar más".
David vive en Rosario, trabaja en imágenes de una institución de salud. Antes de denunciar, quiso hablar con su madre, pero no por teléfono. Le cuesta volver a Coronda, aunque hay sólo 126 kilómetros de distancia. Sí habló con su hermana. Ella le dijo que lo sospechaba, y le contó que había sufrido abusos sexuales de la misma persona. Cuando pudo denunciar, otro primo -hijo de otra hermana de su madre- también contó lo ocurrido. Tanto la hermana como el primo se ofrecieron como testigos en la causa.
Durante todos esos meses, el acusado continuó en su cargo, mientras su hermana era secretaria del fiscal y tenía acceso a las actuaciones.
Aunque no podía denunciar, los recuerdos siempre estuvieron presentes en David. "Las veces que lo he cruzado, siendo adolescente o adulto, me generó un impacto", dice.
Cuando murió su papá, por ejemplo. "La última vez que lo vi fue en el velorio de mi papá, yo tenía la manija de un cajón. Te imaginarás el dolor de haber perdido a mi papá y él se me pone al lado y agarra la otra manija. Automáticamente solté la manija y me fui atrás de la caravana en el auto, cuando yo tendría que haber acompañado hasta el último minuto a mi papá", relata.
-¿En qué ocasiones vos te quedabas solo con este primo que era más grande que vos?
-Mi mamá y mi papá eran empleados públicos, trabajaban en un horario de oficina, los padres de él, que eran jubilados, nos tenían a su cargo hasta que mis padres volvieran de trabajar. Y a veces los adultos tenían que hacer algún mandado, alguna diligencia, algún viaje o algo y nos dejaban a cargo de los dos hijos que que tenían y en esos momentos pasaban estas cosas.
-¿Alguien te preguntó por qué demoraste en denunciar?
-Sí, muchas veces. Es mucha vergüenza al principio, imagínate en la secundaria podría haber sufrido mucha burla, tuve mucho miedo de grande también, incluso por la posición de poder que él tiene hoy en día. Pero un día eso se termina, la cabeza te dice que no importa el miedo. Es un proceso. Fue un duelo de años para mí, siempre lo tuve presente, en muchas noches lo pensé.
Cuando el fiscal Broggi tomó la causa, a las dos semanas lo llamaron a ampliar la declaración y a la semana siguiente, el abogado de David presentó los testimonios de la hermana y el primo. En el momento de la entrevista, el denunciante tenía en sus manos el informe de la psiquiatra para llevárselo al abogado, así se incorporaba a la causa. "O sea, que tuvo que hacerse público para que esto se empiece a mover", expresó.
¿Qué espera David de la justicia? "Yo lo quiero preso. El consuelo es que pague por lo que hizo, tanto por mí, por mi hermana, por mi primo, que no salga caminando de tribunales, si llegamos algún día a tribunales", afirma.
Recuerda la Convención Internacional por los Derechos del Niño. "En la justicia se tienen que dar cuenta de que estas cosas en un niño o un adulto no prescriben. El dolor que nos genera no prescribe. A veces pienso que hubiera preferido que me maten", expresa.
Y siente que su historia lo acompañará siempre. "Creo que hasta el día que me muera voy a tener el trauma. Porque esto, hasta el último día de mi vida lo voy a cargar en la espalda. Sí, sé y estoy convencido de que el día que este proceso se termine va a sanar la herida", sigue su pedido a la justicia.