Nadie utiliza términos que no se alojen en su mente como parte integral de un formateo cultural.

La lingüista y científica bielorrusa Lera Boroditky (investigadora y profesora en el campo de la ciencia cognitiva cuyo trabajo se enfoca en el área del lenguaje y la cognición), afirma que “el lenguaje moldea al cerebro y la forma en que pensamos” por lo que concluye que derivan de nuestras palabras y escritos aquello que en forma de ideas expresamos luego.

Esta idea se puede formular diciendo que la lengua da forma al pensamiento. Muchos expertos en el tema identifican este concepto con el llamado “relativismo lingüístico”. Es una suerte de circulación de ida y vuelta donde lo que hablamos penetra en el cerebro y luego vuelve a la glotis desde donde vocaliza ese nuevo pensamiento.

Cuando en un escrito oficial de la Agencia de Discapacidad, del gobierno de Milei, se escriben palabras como “idiota”, “imbécil” y “débil mental” y así aparecen publicadas en el Boletín Oficial, no se trata de un error como argumentaron desde el organismo sino de una práctica de gestión común a funcionarios libertarios, o sea, el desprecio por la corrección y la poca atención a actitudes empáticas hacia quienes tienen que brindar servicios.

Estas ofensivas palabras, en total desuso en el mundo para definir técnicamente aspectos de la salud mental, son de un alto nivel discriminatorio y de una carga ofensiva notable.

La medicina psiquiátrica y los usos regulares de términos clínicos para describir situaciones de déficit intelectual o valorar escalas de coeficiente dejó de lado hace mucho tiempo estas terminologías, pero en la Argentina de Milei con su aspiración permanente de retroceder décadas en todos los aspectos, les pareció correcto utilizarlas. Si en la economía les agrada reprimarizar, en lo cultural vuelven a valores de mediados del siglo 20 y en política reivindican hechos de cien años atrás, ¿por qué no usar un vocabulario de esos mismos tiempos? La coherencia de todos los funcionarios libertarios en querer el retroceso temporal de la Argentina, muestra en este episodio toda su conexión.

Aducen un error, echan a una funcionaria, como si eso resolviera la barbaridad cometida, que agravia y ofende a uno de los colectivos más castigado de nuestra sociedad como es el de la Personas con Discapacidad/PcD, que ya bastante tiene con lidiar cotidianamente con detalles de urbanismo, en las ciudades, que no los contempla, ausencia de políticas de integración, incumplimiento del cupo laboral, desatención a básicas demandas y necesidades entre otras ausencias de una política pública correcta en esta área.

En lo convencional de uso en todo el mundo existen estándares médicos y regulaciones que acordaron cierta terminología que se aplica en clasificar las enfermedades y hay extensa y pacífica (hoy no surgen conflictos de interpretación) bibliografía al respecto.

Incluso se pueden apreciar nomenclátores con taxativa clasificación de enfermedades que fueron aprobados por la Organización Mundial de la Salud.

Por supuesto que, en ninguno de estos textos, se observan las palabras hirientes que usaron en la Agencia argentina.

No hay motivo alguno que permita comprender por qué un organismo del Estado argentino, utiliza en pleno 2025 términos como “retraso mental”, “idiota”, “imbécil” y “débil mental”.

Pero tampoco es como salieron algunos a criticar, explicando que hay que utilizar la expresión “capacidades diferentes” cuando en las convenciones que aprueban los mismos interesados junto a médicos y especialistas se habla simple y llanamente de Personas con Discapacidad, y últimamente solo se usa el “discapacidad” a secas.

Incluso este término es unánimemente utilizado en la Convención Internacional sobre los derechos de las Personas con Discapacidad que surge de la convención de la ONU en 2006 y que nuestro pais suscribe en 2007 y ratifica en 2008 mediante legislación propia. Entre otras normas tenemos la Ley 22431- Protección integral de las personas discapacitadas.

En varios países tampoco se usa el ya dejado término “minusválido” pues al derivar del latín “minus” expresa una disminución del valor que sufre una cosa o una persona o refiere a alguien sin aparente habilidades o utilidad.

Alberto Trímboli, presidente honorario de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM), ex presidente de la Federación Mundial de Salud Mental (WFMH) y ex director nacional de Investigación de la Sedronar, dice que esos términos “implican un retorno al modelo biomédico de la discapacidad, superado hace bastante tiempo ya que la utilización de criterios biológicos solamente, viola varios tratados y documentos internacionales.

Todo esto es una vergüenza, una más, del gobierno Milei. Pero mucho más vergonzoso y con real daño para las PcD es que el sistema de atención de Salud Mental en la Argentina, está prácticamente destruido, desfinanciado y abandonado.

Claro, sacando recursos de ahí, también se logra el falaz y mentiroso superávit fiscal.


Osvaldo Nemirovsci es diputado nacional MC por el PJ de Río Negro