¿Quién dijo que la temporada de premios es monótona y aburrida? Cuando parecía que el gran tema de estos meses serían los devastadores incendios que sufrió California, a fines de enero empezó una involuntaria y grotesca comedia de enredos pocas veces vista en Hollywood, reino del cálculo y la previsión. Su desenlace se conocerá este domingo, cuando la Academia celebre la 97º edición de los Premios Oscar, pero los principales protagonistas, la película Emilia Pérez y, muy especialmente, sus responsables, ya tienen un lugar reservado en la historia del reconocimiento más importante del show business, aunque no por motivos positivos. Y será, por qué no, un caso testigo para el marketing y la comunicación, pues lo ocurrido durante las últimas semanas es todo lo que no debe hacerse en una campaña de difusión. Mucho menos, en una para ganar premios.

Pero la foto era distinta a principios de enero, cuando el camino parecía allanado para una coronación que casi todos los analistas de Hollywood daban por segura, incluso cuando en el ADN de Emilia Pérez ya estaba el gen de la polémica. Vale recordar que es un musical dirigido por el francés Jacques Audiard sobre un jefe narco mexicano, apodado Manitas, que se retira, se hace una operación de reasignación de género para convertirse en Emilia Pérez (Karla Sofía Gascón) y empieza una nueva vida dedicada a expiar sus pecados. Suena a argumento para encolerizar a los seguidores del MAGA de Trump o, lo que es lo mismo, para que las industrias audiovisuales del Primer Mundo, premiándola, muestren lo progres que son. Quizás eso explique el Premio del Jurado y el de Mejor Actriz para su elenco femenino (Gascón, Zoe Saldaña, Selena Gómez y Adriana Paz) obtenidos en el Festival de Cannes, donde se exhibió por primera vez.

De allí data el contrato de ocho millones de dólares por los derechos de exhibición para los principales mercados del mundo –incluido Estados Unidos– con Netflix. La N roja ya se salivaba con el tan ansiado Oscar a Mejor Película. Los pasos iniciales de la temporada de premios daban motivos para la ilusión: tres estatuillas en los Premios del Cine Europeo (Mejor film, Dirección y Actriz para Gascón), diez nominaciones para los Globos de Oro –ganó cuatro–, once para los Bafta británicos y trece para el Oscar, igualando la cosecha de grandes clásicos como Lo que el viento se llevó y Mary Poppins. Es, además, la película de habla no inglesa con más nominaciones en la historia del Oscar, por encima de las diez de El tigre y el dragón y Roma. Pero a partir de ahí, diría un ex presidente, pasaron cosas.

Disparen sobre Emilia Pérez

Las primeras críticas llegaron justamente del país que la película supuestamente reivindica. En México, donde se desarrolla gran parte de la trama, gustó nada que se haya filmado en unos estudios cercanos a París y con casi ningún mexicano en el plantel técnico y actoral. Tampoco gustó la falta de rigor en detalles -el obviar la mecánica del sistema judicial mexicano para emparentarla con la estadounidense, por ejemplo- y, sobre todo, el abuso de estereotipos y la manera de abordar temas muy delicados como el narcotráfico y los desaparecidos de las guerras entre cárteles.

Emilia Pérez.

El director de fotografía Rodrigo Prieto, colaborador habitual de Martin Scorsese, reconoció que “casi todo me resulta poco auténtico y me molesta, especialmente porque el tema es importante para los mexicanos”. Si bien defendió la parte musical, se preguntó por qué no contratar al menos “unos cuantos consultores”. “No estoy en contra de que los no mexicanos hagan películas sobre México, pero los detalles son importantes”, dijo al portal Deadline. Un poco más directo fue el guionista Héctor Guillén: “México odia a Emilia Pérez. Es una burla racista y eurocéntrica. Vamos por 500.000 muertos y Francia decide hacer un musical”, escribió en un posteo en X que se hizo viral.

El director de Emilia Pérez no tuvo mejor idea que viajar a México a promocionar la película. A la pregunta número mil sobre el tema, Audiard se disculpó por si había ofendido a los mexicanos, argumentando que la película es una ópera y no pretende ser realista. “Si hay cosas que hayan causado shock, lo siento mucho. El cine no da respuestas, solo hace preguntas”, dijo en la conferencia de prensa. Ya de nuevo en Europa, confesó a la BBC que no había estudiado mucho la realidad de México y que había viajado con la idea de filmar allí, pero que “todo era demasiado pedestre, demasiado real” y que en su cabeza “tenía una visión mucho más estilizada”.

“Puede sonar un poco pretencioso, ¿pero Shakespeare necesitó ir a Verona para escribir una historia ambientada ahí?”, dijo, humilde. Pocos días después, los mexicanos encontraron un nuevo motivo para detestarlo cuando se viralizó una entrevista, subida a Youtube en agosto, en la que definía al español como “una de las lenguas de países emergentes, en desarrollo, de modestos, de pobres y de migrantes”, como si su amado francés no se hablara en los países africanos con pasado colonial o Haití fuera una súper potencia.

Los tuits de la discordia

Pero los pifies discursivos de Audiard fueron un juego de niños al lado de lo que vendría después. Fue la periodista Sarah Hagi quien hurgó en el perfil de X de Gascón. No encontró un muerto en el placard digital, sino una fosa común con la forma de decenas de posteos xenófobos y racistas. Hay antecedentes de actrices o actores que destrozaron sus chances de Oscar por sus opiniones del pasado en redes, pero casi siempre fueron un par de comentarios escritos ante situaciones específicas y sacados de contexto. La española, en cambio, opinaba de una variedad de temas con la misma brutalidad que un panelista ávido de segundos de aire televisivo.

Gascón habló de todo y de todos, y no dejó colectivo sin ofender. Sobre la colonización española en Latinoamérica, por ejemplo, dijo: “Me cansé de la historieta que llevan inculcándoles desde bien temprano de que los españoles son muy malos que vinieron a robarlos”. Cuando Inglaterra levantó las últimas restricciones sanitarias por la pandemia, vaticinó que “se nos va a llenar de rosados bebedores de cerveza contagiosos”. No podían faltar Maradona, “un personaje que no puede ser ejemplo de nada y para nadie”, ni, claro, los islamitas. “El Islam se está convirtiendo en un foco de infección” que debe “curarse urgentemente”, escribió la segunda española en ser nominada luego de Penélope Cruz.

Hasta se animó con Hitler cuando posteó: “No entiendo tanta guerra mundial contra Hitler, él sólo tenía su opinión sobre los judíos”. Al afroamericano George Floyd, asesinado por la policía en mayo de 2020, lo tildó de “drogata estafador”. El más bizarro es uno donde ella, una artista transexual, carga contra la diversidad del Oscar: “Cada vez más se parecen a una entrega de premios de cine independiente y reivindicativo, no sabía si estaba viendo un festival afro-coreano, una manifestación del Black Lives Matter o del 8-M. Les faltó darle un premio al corto de mi primo, que es cojo”, remató, graciosísima.

Sálvese quien pueda

Ella intentó lavar su imagen pidiendo disculpas por redes y en una entrevista con CNN en Español en la que lloró a moco tendido y de la que Netflix no estuvo al tanto hasta su emisión. También habló con el diario El país de España a principios de febrero, donde dijo que había cedido las claves de acceso a sus redes “unos días atrás para la promoción, antes de que todo saliera a la luz”. Según ella, “hay algo muy oscuro” en cómo se ha presentado el caso. “Me están usando. No ha sido bonito cómo me han tratado, dando por hecho el relato que la gente enferma de odio ha querido vender”, afirmó antes de asegurar que no renunciaría a su candidatura: “Si no batallo por el Oscar, significa que lo tiro todo, y no voy a permitirle ese lujo a quienes odian”. Ante la pregunta de si había hablado con Audiard, dijo que sí, que “estaba al 100 por ciento con ella” y que “lo iba a reafirmar próximamente en una declaración pública”.

No fue así. Más bien lo contrario, porque ante la consulta del portal Deadline el francés reconoció que “no había hablado con ella y no tenía ganas de hacerlo”. “Está en un camino autodestructivo en el que no puedo interferir. Realmente no entiendo por qué continúa y se hace daño a sí misma. Tampoco entiendo por qué está dañando a personas que eran muy cercanas a ella. Pienso en cómo perjudica a los demás, al equipo y a toda la gente que trabajó tan duro. Pienso en mí, en Zoe (Saldaña) y en Selena (Gomez). No entiendo por qué sigue haciéndonos daño”, afirmó como preludio a la estocada final: “Ella se está haciendo la víctima y hablando de sí misma como si lo fuera, lo cual es sorprendente. Es como si pensara que las palabras no hacen daño”.

Gascón, que obviamente cerró su cuenta de X, acusó recibo de los dardos de Audiard con un mensaje en Instagram en el que prometió, al fin, cerrar la boca. “Después de la entrevista de Jacques, que comprendo, decidí permitir que la obra hable por sí misma, con la esperanza de que mi silencio permita apreciarla por lo que es: una hermosa oda al amor y a la diferencia”, publicó antes de pedir disculpas por vez número mil a “quienes han sido heridos en este camino”. Pero era tarde: Netflix ya había decidido borrarla de las campañas publicitarias y de prensa, además de ni siquiera nombrarla en las funciones a las que asistía el elenco, con la idea de al menos salvar del desastre a Zoe Saldaña, nominada a Actriz de Reparto.

Recién a mediados de febrero la directora de contenido de la plataforma, Bela Bajaria, habló del Perezgate en el podcast The Town. “Es un desastre para las cien personas increíblemente talentosas que lograron hacer una película asombrosa. Si mirás las nominaciones y todos los premios que recibió, me parece una pena que se haya desviado la atención”, afirmó, y aseguró que “esto está planteando preguntas a muchas personas sobre la necesidad de reevaluar ese proceso”, en referencia a posibles cambios en la política interna de la compañía sobre el uso de las redes sociales. Aunque también expresó dudas sobre la viabilidad del escrutinio digital: “¿Vamos realmente a revisar las redes de decenas de miles de personas, todos los días, en todo el mundo, considerando la cantidad de producciones originales de cine y TV y coproducciones que hacemos?”.

La actriz no estuvo en las últimas ceremonias en Los Ángeles, pero tampoco en la del Bafta, en Londres, ni en la del Goya, en Madrid. El escandalete fue uno de los temas centrales de la cita española, donde hasta el Presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, habló: “Estamos viviendo un momento muy preocupante desde el punto de vista de los discursos de políticos y presidentes, y creo que es importante reivindicar los principios y valores que defendemos desde nuestro gobierno. No quiero empañar un día como éste, de reavivación del cine español, pero sí destacar los valores que creo que abraza la mayoría de nuestra sociedad y entre los que están la diversidad, la tolerancia y el respeto”.

La gran pregunta es si Gascón irá a la ceremonia del Oscar. No estuvo en la foto que se sacaron todos los ternados un par de días atrás, pero ha dicho una y otra vez que ocupará su butaca en el Dolby Theatre. Si bien Netflix la borró olímpicamente de la promoción, sí se hará cargo de los traslados y su estadía. “No estoy segura de cómo me siento, pero estoy agradecida de estar de vuelta”, dijo Gascón recientemente a The Hollywood Reporter, y siguió: “Estoy agradecida por todos los que han creído en mí: Netflix, la productora y mis compañeros. Podemos cerrar este hermoso y difícil camino que comenzó hace tres años”. Habrá que ver cómo es la relación del resto del elenco y de Audiard con ella durante la gala. Si se saludan o no, si predomina la tensión o la cordialidad, aunque sea impostada. Será papita para los fotógrafos.