Al cierre de esta edición, el favorito para alzarse con el premio al Mejor Largometraje Documental el domingo 2 en la entrega número 97 del Oscar es No Other Land – Palestina, que retrata la ocupación del Ejército israelí en una región de Cisjordania, y se encuentra dirigido por realizadores, periodistas y activistas de Palestina e Israel. Le secunda otra película que también registra el conflicto militar, en este caso la guerra ruso-ucraniana: Porcelain War. Sin embargo, la gran ganadora de la categoría (completada por la japonesa Black Box Diaries y la canadiense Sugarcane), tan sólo por su sorpresiva nominación, es el film Banda sonora para un golpe de estado (Soundtrack to a Coup d’Etat), firmado por el cineasta y artista multimedia belga Johan Grimonprez.

Si bien esta producción de dos horas y media es lo más parecido a un artículo periodístico, tanto por su rigurosidad investigativa como por su lenguaje, su ritmo no deja de ser ameno. Aunque su disparador es lo más sorprendente: la incursión el 15 de febrero de 1961 de los músicos estadounidenses Abbey Lincoln y Max Roach, como parte de un grupo de 60 activistas por los derechos civiles, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para protestar por el asesinato del primer presidente de República Democrática del Congo, Patrice Lumumba, un mes antes. El relato no sólo los involucra a ellos, sino que es un complejo entramado que resultó en la inverosímil relación entre la geopolítica y el jazz en los convulsos años de la Guerra Fría.

Salvo por las narraciones del escritor congoleño In Koli Jean Bofane, Patrick Cruise O’Brien (hijo del escritor y diplomático irlandés Conor Cruise O’Brien) y la cantante belga Marie Daulne (creadora del proyecto musical de afro pop Zap Mama), el resto de la película apeló por el archivo. Con testimonios, imágenes, pie de páginas y audios de esa época, lo que convierte a lo que inicialmente partió como un rompecabezas en un trabajo deslumbrante y detallista. Por la misma forma en que fue diseñado el relato, es difícil desconectarse de esta historia acerca del debilitamiento de la autodeterminación africana. Soundtrack to a Coup d’Etat explora asimismo el poder de los activistas negros y en particular su música.

La película comienza con el baterista Max Roach y la cantante Abbey Lincoln interpretando We Insist! Freedom Now Suite, álbum publicado en 1960, y volverá a este material en diferentes momentos. A continuación, Grimonprez, a manera de introducción, establece el contexto en el que sucedieron los hechos: en 1960, pocos meses después de sus independencias, 16 países africanos ingresaron en la ONU. Sin embargo, Estados Unidos temía que el comunismo se instalara en las flamantes naciones, en especial en la República Democrática del Congo. Sucede que de la otrora colonia belga se extrajeron toneladas del uranio que se usó para las construir las bombas atómicas que aniquilaron a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

En los años '50, al Departamento de Estado de los Estados Unidos se le ocurrió poner en marcha, para mejorar el entendimiento entre países, la llamada “diplomacia musical” (esa intención sigue hasta hoy, al punto de que Biden la convirtió en Ley en 2022). Entonces comenzó a enviar a África y Asia a sus estrellas de jazz en calidad de “embajadores de la buena voluntad y de la libertad”. Lo paradójico de todo esto que la segregación racial seguía siendo legal puertas adentro. Nina Simone, Sarah Vaughan, Duke Ellington y Dizzy Gillespie fueron algunos de los artistas que se prestaron para este proyecto. De hecho, este último aparece refiriéndose a su trompeta como arma y llaman a su cruzada la “Cool War” (en alusión a la “Cold War”).

El líder soviético Nikita Khrushchev odiaba el jazz, y el documental recoge opiniones suyas diciendo que el escucharlo le provocaba "gases en el estómago”. En el momento más caliente de la Guerra Fría, éste visitó los Estados Unidos y se dirigió a la ONU denunciando el racismo estadounidense y exigiendo el fin del colonialismo. Los líderes de los países africanos y asiáticos formaron un bloque de votación que amenazaba la influencia de Estados Unidos y la Unión Soviética (ahí se produjo el incidente del zapatazo de Khrushchev contra su estrado). Y mientras el presidente estadounidense Dwight Eisenhower pedía que no hubiera interferencia extranjera en la política africana, la CIA tenía otros planes.

Los agentes de la central de inteligencia norteamericana llegaron al Congo en coincidencia con la visita a ese país de Louis Armstrong, quien fue usado sin saberlo como cortina de humo para el magnicidio (el político africano murió dos meses luego). Banda sonora para un golpe de estado (es la traducción en español del film, que se puede ver en Mubi y cuyo soundtrack está en Spotify) cuenta además con testimonios de Andrée Blouin (redactora de discursos de Lumumba y activista por los derechos de las mujeres), la cantante sudafricana Miriam Makeba, Malcolm X e incluso del mercenario Bruce Barlett. Todo esto al son de “Lullaby og the Leaves”, de Dizzy Gillespie, o “Ata Ndele”, de Adou Elenga.