Las trompetas del tema de Violeta Parra, Maldigo el alto cielo, se hacen escuchar en una de las tantas obras del platense Gustavo Delfino. En su extensa carrera artística les ha dado una impronta muy personal, inconfundible, a sus creaciones colectivas. En el noroeste de la provincia de Buenos Aires se lo conoce por ser un trashumante, inquieto, despertando la vocación por el mundo del teatro independiente.
Delfino es primero que nada un talentoso teatrero nacido en 1973 en la provincia de Tierra del Fuego, aunque con sus raíces originarias en el norte argentino y con una gran trayectoria de actuación, dirección y dramaturgia por Latinoamérica.
Se radicó en la ciudad de La Plata en 1984. Siempre anduvo liviano de equipaje para poder conocer el interior, el pensamiento de los pueblos, y lo motivó descubrir formas distintas de desarrollar contenido teatral en pueblos alejados de las grandes urbes. Con temáticas que disparen el debate y el pensamiento, poder inquietar llevando temas sensibles de los que pocos hablan, hacer que los propios habitantes de esas localidades pequeñas se animen a ser protagonistas de sus propias historias.
Todo lo que le dio su juventud adolescente lo aplicó en el teatro comunitario en pueblos y parajes rurales, comenzando en 2012, cuando sintió la necesidad de sembrar el amor por las historias, comenzando en la localidad de Nueve de Julio. Primero fue un grupo muy reducido a quienes logró contagiar el arte de la expresión actoral y, poco a poco, los pueblos vecinos solicitaron tener también sus grupos de teatro independiente. Desde esa fecha formó más de veinte grupos de teatro y lleva presentadas unas setenta obras que han sido premiadas por el Consejo Provincial de Teatro Independiente.
Dice que todo surgió “por querer compartir herramientas que durante veinte años había estado sumando en mis viajes, encuentros con referentes de grupos que marcaron la identidad del teatro latinoamericano. Soñando siempre con generar centros de investigación artística”. En cada lugar donde puso su sello como director, logró formar grupos con identidad bien nacional, provincial y autóctona.
Las obras que surgieron de los pueblos han participado también de festivales internacionales, como La edad de la ciruela, del grupo Medias cucú de la ciudad de Nueve de Julio. En Pehuajó presentaron La biblioteca infinita, con el Teatro Independiente creado en esa ciudad. La obra Disección surgió del grupo de teatro de Carlos Tejedor. Todas han obtenido reconocimientos a mejor director y mejor dramaturgia en festivales provinciales. Delfino constantemente genera escenarios nuevos para sus creaciones, realizando giras entre los grupos, encontrando nuevos públicos.
El grupo de teatro Fulanas de la localidad de Daireaux en 2024 obtuvo el Premio mejor creación colectiva y dirección con la obra Las visiones de Greta Thunberg. “Buscamos poder contar lo que nos pasa de una forma muy particular, en otro de los pueblos, nos encontramos haciendo una analogía con el teatro y la ciencia ficción, imaginando que Greta Thunberg se había venido a vivir acá, al interior de la provincia de Buenos Aires”. El grupo se creó en 2019 y desde entonces tiene como director a Delfino quien como con las demás obras, siempre la puesta en escena sorprende gratamente.
“Cuando comencé me di cuenta que cada localidad tenía una propia voz que merecía ser oída”. La labor de Delfino consistió en organizar esos contenidos y sentires, crear desafíos, llevar a esos pueblos poéticas que no estaban desarrolladas. Fue en contra de lo que en la mayoría de los lugares pensaban que “no había público para eso”, había un prejuicio que decía que la gente del interior solo estaba acostumbrada al teatro comercial, el teatro pasatista, las comedias. Delfino se propuso comenzar a construir con mucha paciencia, sembrar primero el amor por la actuación y alejar el miedo escénico, entender que para contar historias no era necesario contar si o si con un escenario. Sus obras se han presentado en estaciones ferroviarias, escuelas rurales, patios y centros culturales, lo que el paraje o pueblo disponga. “Había que crear espectadores, formar un público capaz de dejarse llevar por este universo teatral, interpretado por sus propios vecinos”.
Sostiene que todos los grupos tuvieron y tienen algo en común, fundamental para permanecer por tantos años: primero las ganas y luego una forma amorosa de compartir el teatro. “La búsqueda de la excelencia nunca tiene que ver con el maltrato, pedirle al otro lo que no puede dar. Cada uno tiene sus tiempos. Hemos tenido obras que han sido una verdadera sorpresa. En Daireaux por ejemplo, de los cinco integrantes de la obra, para tres era su primera experiencia como actuantes, por primera vez se paraban ante un público, y esa obra obtuvo un premio a mejor creación colectiva, destacándose la actuación de los interpretes por parte del CPTI.
Delfino no toma esos reconocimientos como mérito propio, sino como un fuerte laburo de acompañamiento, fortaleciendo esas ganas de sumar en lo creativo, porque el resto es trabajo de los intérpretes, del grupo en sí. Si hay potencia y ganas, todo eso se lleva a escena. “Tiene que ver con la capacidad humana de contar historias”. En su obra La marca del agua, tomó como referencia la gran inundación de la ciudad de La Plata en 2013. Sus textos denuncian, conmueven, traen el pasado y se asientan en el presente con mucha fuerza.
“Con el teatro en el interior de la provincia hemos podido abordar temáticas que no hubiese podido de no haber tenido la experiencia de viajar y conocer cada rincón”. Ha dirigido una obra con cuarenta intérpretes que era una obra ensayo sobre la ceguera, otra sobre Fernando Pessoa, el escritor, dramaturgo y filósofo portugués.
Con Sandra Apella, actriz de Nueve de Julio, presentaron Villa Ceferino. “Fue otra gran obra con la que pudimos hablar sobre la violencia policial, toda una reflexión de la vida en medio de la villa y la cumbia, donde con mucho respeto el personaje hacia reír durante una hora al público hasta que entendías que detrás de todo eso había una gran tristeza, una perdida y el relato de una vida, la de los que quedan siempre afuera del sistema”.
Dirigir estos grupos le permite a Delfino hablar de temas muy sensibles para los argentinos. “Creo universos, pero también espacios que me permitan crecer como artista, como persona y como trabajador de las artes escénicas”.
Desde 2013 organiza festivales provinciales e internacionales en varias de las ciudades y armó un circuito teatral que involucra a veinticinco ciudades. Cuenta que su vida es un viaje constante, donde pasa muchas horas en la ruta para encontrarse con pares, con grupos que tienen su acompañamiento desde el comienzo de su aventura. También muchos jóvenes que dieron sus primeros pasos con Delfino, hoy no solo son profesores de teatro en sus lugares y continúan trabajando con él, sino que han podido crear sus propios teatros y continuar inspirando a las nuevas generaciones.
Algunas de sus obras unipersonales son La Rosa del Estero, una historia que acontece en los montes de Santiago del Estero y la lucha campesina. En este trabajo busca homenajear la memoria de su madre santiagueña, signada por los relatos orales que ella le pudo transmitir en su infancia. Un reflejo de las tristezas y las alegrías del territorio.
Aquí habla del Mocase, el Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero formado en 1990. La obra sintetiza la lucha de los campesinos en América latina, las persecuciones a los que son víctimas solamente por el hecho de querer buscar una autonomía, de no ser explotados, por defender una tierra que les corresponde por derecho. En medio del monte, la llegada de “Corbata Roja y Zapato Brilloso”, dos personajes siniestros que sin piedad se disponen a desalojar a los habitantes en nombre de la “legalidad”. Una historia que, según cuenta Delfino, “me ha reparado dolores viejos, homenajear a mi madre que se llamaba Rosa, situar la historia en su pago y con todo lo que aconteció allí, me doy cuenta que todavía debo seguir haciéndola, tiene hoy mucha actualidad y es necesario contar la verdad de las Primeras Naciones”.
Sus próximas funciones como director a cargo de los grupos, será en el marco del Festival de Teatro Social y de la Memoria en Carlos Casares y Daireaux, entre otras ciudades. Una de las obras que presentará será Tempestad, una adaptación de la obra de William Shakespeare desde una mirada sudamericana, con textos y creación colectiva que habla sobre este clima de época con el avance de la ultraderecha.
Para este viernes 28 de febrero presentará Nostalgia del aire, la versión unipersonal de la historia de Ana Frank, junto con Lucía Baldantoni, a las 20.30 hs. en Teatro Altillo del sur, 1 y 67 La Plata, con entradas de seis mil pesos. En tanto su unipersonal Juan Moreira o la imposibilidad, es una versión actualizada del clásico argentino, lleno de humor, poesía, imaginación y delirio. En marzo se estará presentando en Bolívar y Guaminí con funciones y talleres de teatro.
Delfino creó una impronta en su trayectoria, sus obras de teatro tienen su sello con raíces profundas en el Abya Yala. Levanta su bandera y la voz de los invisibles a la vez que abre constantemente nuevos caminos. La identidad bonaerense se distingue por la manera tan pura de expresarse, con sus propios habitantes como protagonistas y creadores.