Fue muy sagaz el periodista Sebastián Iñurrieta. Publicó un tuit con una pregunta: “¿Sabía la Casa Rosada que se publicaría una nota en el NYT sobre Libra?”. Y agregaba que seguro sabía porque el New York Times siempre pide antes de publicar una versión oficial. Añadió: “El artículo se publicó a las 5.10 ET (7.10 hora argentina). A las 7.02 Milei tuiteó lo de Kicillof e instaló la intervención en agenda”.

La nota a la que se refirió Iñurrieta afirmaba ya desde el título que el Presidente había promovido la movida financiera (y no simplemente difundido, como se defendió Javier Milei) y estaba firmada por dos periodistas. Uno, Jack Nicas, cubre la Argentina. El otro, David Yaffe-Bellany, cubre la industria cripto desde San Francisco. Es decir, desde una ciudad cercana a Palo Alto, donde residen las empresas tecnológicas de los mil millonarios que apoyan a Donald Trump y, por ahora, aparentan entusiasmarse con el ultraderechista argentino.

“Cripto y política enriquecen a los poderosos y lo sacan (el dinero) desde cualquier otro”, dice el texto de uno de los diarios más influyentes del mundo.

Un jurista argentino que conoce bien los vericuetos del poder en los Estados Unidos y pidió reserva de su nombre deslizó una hipótesis: “Si trabajó alguien en San Francisco y el New York Times le dio tanta importancia, lo más probable es que considere que el asunto no es sólo argentino sino doméstico, o sea norteamericano”. Y aconsejó: “Hay que darle importancia a ese dato”. Hecho. Gracias, doctor.

¿Milei tuiteó amenazando con la intervención a una provincia donde viven 17 de los 47 millones de habitantes de la Argentina sólo tapar un escándalo con otro? ¿Para neutralizar cualquier efecto eventual de la nota del New York Times? ¿Realmente estaba entre las chances barajadas por la Casa Rosada insistir en el mecanismo que el constitucionalista Gustavo Ferreyra describe como una marcha hacia la autocracia, y que Milei ya practicó con Manuel José García-Mansilla? ¿O todo lo anterior junto?

Durante el día funcionarios del propio Gobierno fueron desparramando la versión de que se había tratado sólo de un enojo del Presidente. ¿Una jodita para Tinelli? Más bien un arranque.

Por cualquier cosa, tanto quienes hablaron en público, empezando por el gobernador Axel Kicillof y la dirigencia de Unión por la Patria, como quienes se preocuparon en privado e intercambiaron mensajes asustados, entre ellos la mayoría de los gobernadores y diplomáticos extranjeros, resolvieron tomarse las cosas en serio. “Lo haga o no la haga, el solo hecho de amenazar entraña peligro”, dijo un gobernador que no es amigo de Kicillof a este diario.

Al manejar estos datos, si es que alguien se los cuenta, el Presidente podría interpretar que sigue teniendo la fuerza de antes (de antes del criptogate, por ejemplo) y que un mero rugido le alcanza para infundir miedo. Se equivocaría: cuando en política entran las balas, la debilidad es mayor. Y no tiene vuelta atrás.