El Consejo de Sabies de Marte fue convocade a una reunión de Necesidad y Urgencia.

–¡La Tierra está en peligro! –inició el cónclave Muskelonio, que tenía el derecho de hacerlo, no por ser el más anciano, ni el más joven, ni el que tenía la palingurchis más larga ni la voz más “pitente” (o sea, con tono agudo y gran volumen), ni porque fuera el que había cambiado más veces de género (que eran las maneras de establecer jerarquías en Marte), sino porque había puesto tres mil millones de cacunis en la mesa, y habló mientras los demás trataban de arrebatárselas unos a otros (eran todos ricos, pero no podían evitar la codicia, sobre todo porque en Marte era un delito evitarla).

–¡Cacao amargo al 70 por ciento por la noticia! –le respondió irónicamente Trumposo–. Si nos convocás una reunión que nos impide practicar el sexo virtual por unos milisegundos, tratá de que sea por algo importante. Ya sabemos que la Tierra está en peligro. ¡Si de hecho somos nosotros los que la llevamos a esa situación!

–¡Por favor, no digas barbaridades! –pidió Georgina di Cristali–.

–¿En qué me he equivocado, a ver?

–Sería una larga lista, pero no quiero hacerla porque estaría usando el tiempo de nuestres jubilades en algo inútil, ya que no produce dividendos. Así que me voy a remitir a tu barbaridad actual: ¡Trumposo, no hablaste en lenguaje excluyente, que es lo que indica nuestro protocolo!

–Oh, ¡soret! [esto es “perdón” en marciano]. Bueno, me deleteo, y pasteo: “Somos nosotres les que llevamos a la Tierra a esta situación”. ¿Está nokaut, ahora?

–Nokaut, Trumposo, todo nokaut.

–Bueno –siguió Trumposo–, en mi carácter de primer Carcamán del Consejo, quiero preguntarle a Muskelonio, como interrogante prepunitivo: ¿por qué nos hizo perder estos minutos con algo que ya sabemos? Y, en caso de que su respuesta no sea “satisfactorie” (¿está nokaut así, Georgina?), hay que punirlo con la “pena capital”, o sea, descapitalizarlo.

–Yo creí que las preguntas “socialdemócratas” [expresión despectiva en marciano] ya fueron despenalizadas –comentó Boludomir.

–Lo fueron, lo fueron –dijo Burlarona, el especialista en Injusticia Galáctica–. El problema es que cuando empezamos a “despenalizar” tuvimos hordas de ginéfiles gritando: “¡La invaginación al poder!”, porque como elles no tienen pene, no podían ser “despenalizades”, así que decidimos dar “marcha al costado”.

–¡Bueno, basta! –gritó Muskelonio, apoyando sus palabras con otros tres mil millones de cacunis–. ¡Si yo los convoco, no es por ninguna socialdemocracia! Si les digo que la Tierra está en peligro, es porque está al borde de la autodestrucción. Nosotros le dominamos al solo efecto de extraer toda la albahaca, que es lo que necesitamos para que funcionen nuestras hormigas, que son las que motorizan nuestra industria del clorofilm, que es el insumo básico de nuestras fábricas de alimentos, elementos de confort, armas, medios de transporte y chips anticonceptivos. Pero elles, en vez de dedicarse día y noche a producir más y más albahaca, entregárnosla y agradecernos económicamente por el envío, se están dedicando a echarse la culpa unes a otres por cosas que ni siquiera existen.

–¿“Culpa”? –preguntaron todos a coro–. ¿Y eso qué es?

–En verdad, ni yo mismo, que lo sé todo, sé lo que es eso. Se me ocurre que es la palabra que usan ellos para lo que nosotros llamamos “merdanga”… Es como un sentimiento que tienen adentro pero creen que no es de ellos, y como no saben dónde ponerlo se lo adjudican a otros.

–¿Y cuál sería nuestro problema si la Tierra se autodestruye? – preguntó Redpís, el especialista en “espacios rojos” de Marte–. ¡Si más de una vez dijimos en estos mismos Consejos que nos vendría bien, porque nos daría una mejor vista del Sol!

–¡Este ser es un miserable que no tiene en cuenta a los demás y solo piensa en su propia vista! –gritó Muskelonio, y, por las dudas, apoyó un par de miles de millones más sobre la mesa–. ¿Cómo podés pensar así, tan “gaseosamente”, en la destrucción inminente de ese planeta vecino al nuestro? ¡Menos mal que no hay reuniones de consorcio del sistema solar!

Redpís estalló de furia. Literalmente. Uno de sus trozos siguió hablando:

–¿Por qué me acusás de individual por algo que estamos armando entre todos? ¿O acaso no somos nosotros quienes los hacemos verse diferentes unos de otros, cuando en el fondo son todos iguales, así se odian y se destruyen entre ellos? ¿No somos nosotros los que les mandamos el “rayo excluyente” cada vez que necesitamos que un grupo sea visto con características “deleuzenables”? ¿No somos nosotros los que distribuimos palabras y les cambiamos el sentido para que no se entiendan? ¿No somos nosotros los que les hacemos creer cualquier cosa inventando estadísticas con datos reales e interpretaciones erróneas? ¿No somos nosotros los que les hacemos creer en conspiraciones varias, planes “Alpinia, Apalachinia, Pironeinia” y todo eso para que se acusen entre ellos? ¿Por qué nos alarma entonces que se destruyan?

–¡Porque todavía hay albahaca, socialdemócrata de merdanga! ¡Y mientras haya albahaca, los necesitamos para que la junten, o que se destruyan elles, pero que no exploten el planeta, porque entonces ¡se termina nuestra albahaca! Capisci?

(Nota final del autor: ¿“Capisci”, dijo? Uy, qué raro, parece que hay palabras que trascienden los planetas).

¿Continuará? Bueno, espero que sí. Nuestro planeta, digo.

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video de Rudy-Sanz “Cuidemos el planeta”: