La historia de una niña y su capacidad de comunicarse con los animales ha cautivado tanto a la prensa internacional como al jurado de la Berlinale. El Oso de Plata para El mensaje, película dirigida por el santafesino -nacido en San Cristóbal- Iván Fund, obtenido el sábado pasado, es un premio de suma importancia que dice, además, sobre el relieve del cine argentino en los certámenes internacionales. Con las actuaciones de Anika Bootz, Mara Bestelli y Marcelo Subiotto, Fund y equipo rodaron en blanco y negro una película que transcurre entre los caminos del interior de la provincia de Entre Ríos. “Luego de tanto tiempo y esfuerzo, que una película encuentre sus espacios y reconocimiento no deja de ser algo muchas veces difícil y también arbitrario. Así que estamos doblemente contentos; primero, porque la película existe; y segundo, porque podemos celebrarlo y compartirlo desde un lugar como la Berlinale”, comenta Fund a Rosario/12.

-¿Qué notaste en la Berlinale respecto de la situación que atraviesa el cine argentino?

-Es notorio que, en un espacio como éste, que siempre de alguna forma se caracterizó por tener mucha presencia de cine argentino y sus representantes, hayamos sido tan poquitos. Eso es algo que queda a la vista de todos. Obviamente y tristemente, es algo que nos toca a nosotros muy de cerca, pero esta tendencia lamentable está pasando a nivel mundial. Toda la comunidad, y la de la cultura en general, están muy atentas y preocupadas por la situación que nos toca. Como siempre, y ahora más que nunca, estos espacios de encuentro y de apoyo refuerzan la comunidad del cine, son espacios más que nunca relevantes, para encontrarse y sentir que no estamos solos, que hay mucha gente que está peleando para se puedan entender el mundo y la vida de otras maneras que no tengan que ver solamente con el algoritmo mercantilista.

-¿Cómo lograste llegar a la coproducción con España y Uruguay?

-El mensaje es una producción que llevamos adelante de cero con el equipo de trabajo que es un poco el de siempre, con el que vengo laburando desde hace casi 10 años. Somos un equipo muy reducido pero muy querido, porque no solo somos un equipo, sino cómplices, familia, amigos. Una vez que la producción estuvo andando y la película estuvo casi terminada, fuimos al Work in Progress de San Sebastián el año pasado, y ahí pudimos cruzarnos con posibles coproductores. Afortunadamente, allí vio la película también gente del festival de Berlín, y cuando llegó la invitación a asistir, se pudieron cerrar los acuerdos para que se sumaran los coproductores españoles y uruguayos y pudiéramos llegar a la recta final. Por suerte conseguimos unos buenos aliados tanto de España como de Uruguay.

-Tu grupo de trabajo persiste también en tu mirada de cine, que es tan personal como poética.

-Hace como 20 años que hago películas, y parte del recorrido siempre tuvo que ver con desmitificar un poco ciertas formas y ciertos espacios; en ese sentido, se trata de confiar en una forma de trabajo, en un equipo y en la mirada que uno tiene. Darle para adelante con eso, y que eso sea suficiente para que la película llegue a los espacios que llega y pueda tener los reconocimientos que tiene, es doblemente celebratorio. Es ya casi milagroso. Me acuerdo cuando era pendejo y tenía mi bandita de música en la secundaria, mi viejo era también músico y me decía: "Iván, primero la persona, después el músico". A lo largo de estos años, pude conformar este equipo de trabajo, encontrándome primero con las personas; personas que además son excelentes profesionales, que se suman y acompañan la mirada de uno. Eso es un regalo. Y sobre todo también una forma de entender el cine. El gran cineasta holandés Johan van der Keuken decía: “El cine no es la vida, pero tiene que tocarla; es una segunda vida, una fiesta, lo difícil es poner en marcha la primera”. Y yo tengo la suerte de que las personas que son la familia y mis amigos en la vida, sean también los cómplices en el cine.

 

 

-Así como en Vendrán lluvias suaves, El mensaje vuelve a estar protagonizada por la niñez.

-Creo que el cine, de alguna manera, es indisociable de la infancia; me gusta pensar en el cine como una posibilidad de volver a encontrarnos con ese asombro, con esa manera de ver el mundo que tiene la infancia. Por un lado, de sentirse parte del mundo, naturalmente; y por otro lado, de sentir que las cosas son merecedoras de atención y de curiosidad y de este asombro. Me parece que hay algo que naturalmente hace que se me mezclen un poco las ganas de hacer películas con lo que creo del cine y esa mirada de la infancia, que transita la misma magia que también permite el cine: el asombro y la fantasía; pero con un gran pie en el presente, en el aquí y ahora. El mensaje es un poco un coming of age, acompaña el recorrido del personaje de Anika, esta niña que tiene la capacidad de comunicarse con los animales, y que habita un poco su día a día entre esa magia y poder entender que es parte de una historia, que es parte de esa comunidad familiar. En el movimiento de la película, ella se da cuenta de que puede intervenir en su propia historia. Me gustaba mucho la idea de un niño encontrando la manera de poder reconfortar a un adulto, entendiendo que puede tener una injerencia directa en su historia familiar y en el mundo que le toca.

-Aquí volvés a trabajar con Mara Bestelli y Marcelo Subiotto, así como en Piedra Noche; por lo que decís, creo que entre aquella película y ésta hay una conexión entre el dolor adulto y la mirada de la niñez.

-En Piedra Noche, una pareja había perdido a su hijo, y a través de este dolor, empiezan a habitar el imaginario de ese hijo ausente. Con Mara y Marcelo, un poco decimos como chiste, pero también en serio, que nos faltaría cerrar una trilogía, y bien podría ser algo desde esta línea rectora de la mirada de la infancia. En Piedra Noche, estos adultos volvían a habitar esa mirada, y esa fantasía o ficción aparecía como la posibilidad de expandir el mundo que habitaban. En El mensaje podría pensarse también así, pero desde el punto de vista de la niña, siendo ella la que puede dejar filtrar dentro de esa fantasía algo de la textura de la realidad de los adultos. Y desde ahí tratar de sanar algo. Hay algo ahí, que tiene que ver con esta necesidad de volver a la ficción como una forma de expandir la realidad, para poder entenderla en su complejidad, en sus tensiones y sus posibilidades; y no entender a la ficción como algo contrario a la realidad.