Se les oyó decir antes del partido en esos programas caníbales de los que participan:
-La gente tiene que repudiar aunque Boca le gane cuatro a cero a Central.
-No hay marcha atrás, el ciclo de Gago está terminado y la gente va a ir a la cancha sólo a silbar.
-Se tienen que ir todos.
-La eliminación de Boca es humillante y Riquelme tiene que renunciar.
-No se si los jugadores van a querer ganar esta noche.
-Si a Marchesín le cobran un penal en contra debería dejarla pasar.
-Van a dar la formación de Boca a las 10 de la mañana cuando no haya nadie en la cancha.
Hablan con los colmillos afilados y les corre un hilito de sangre por las comisuras. Se montan en la frustración del hincha para hablar de fracaso, una palabra que se les cae de la boca como si nada. Son los mismos que defenestraban a Messi y Di María, los que hacían minutos de silencio en las malas, son tipos feos, jodidos, ensobrados algunos, ensoberbecidos otros, enfermos de importancia todos.
Se rieron irónicos cuando diez minutos como siempre, informaron las alineaciones y hubo silbidos para Gago, No habían sido tantos, pero lo vendieron como si se tratara de un concierto de una orquesta formada por 50 mil chifladores. Después empezaron a recoger los piolines, con el gol de Boca, la entrega del equipo, los cantos que empezaron a caer desde las tribunas y convirtieron lo que creían que debía ser una noche infernal, en una misa pagana.
Bajo la lluvia, cuando terminaba el partido y los brazos se abrían y cerraban al compás del vals desde el alma, la tele mostraba en silencio imágenes conmovedoras. Ni media palabra, dijeron. “Ostias, era cierto”, debe haber pensado Ander Herrera mirando desde un costado.
Los hinchas de Boca dieron una demostración de fidelidad a los colores más allá de todo. Están enojados, calientes porque las cosas no salen, ansiosos, pero se diferencian mucho de los caníbales: saben que la camiseta, la pasión y la identidad no se manchan.
PD: Ojo, los caníbales seguirán esperando agazapados.