Fue la primera vez, en Argentina y en el mundo, que presentó su informe de gestión un presidente visualizado como estafador internacional por un negociado con criptomonedas y por pedir coimas por reunirse con él. Es la primera vez también que se rodea de tanta seguridad, se obstaculiza el trabajo de los periodistas, se amenaza y golpea a uno de los pocos opositores que asistió y se limitó a la presencia mayoritaria de acólitos que aplaudían cuando tosía.

Ningún informe presidencial en democracia, de los que Javier Milei estigmatiza como “la casta”, se hizo con tanto despliegue de seguridad. Más que un informe de gestión democrático tuvo el aspecto de un traslado de delincuentes, con todo el recorrido vallado, efectivos policiales distribuidos en el trayecto y el Congreso rodeado como si fuera un bunker.

El automóvil presidencial avanzó rodeado por seis guardaespaldas de civil a pie, varios motociclistas y granaderos a caballo. Como en la televisación se filtraban ruidos de bombos y cacerolas, el locutor de la cadena nacional comentó que era la música de la “fanfarria Alto Perú”. Pero no era música, sino cacerolazos. No había personas para respaldar, pero detrás del Congreso había un grupo de unas cien personas que se habían reunido para protestar.

Fue inadecuado decir que “Argentina ahora está a la vanguardia del mundo” justo cuando medios reconocidos por sus posiciones derechistas —o sea del espacio al que pertenece Javier Milei--, como Forbes o The New York Times, han publicado informes que lo destruyen. En dos semanas, la imagen internacional que quiso construir se desplomó como un castillo de naipes. El presidente argentino se ha convertido en un personaje internacional donde lo describen como un mandatario delincuente aunque las investigaciones, sobre todo en Estados Unidos, recién comienzan.

La ausencia de la principal oposición, los legisladores y gobernadores peronistas y de Unión por la Patria, a la que calificó como “unión por la plata”, demostró también la bajísima capacidad de diálogo democrático. Los opositores que decidieron estar presentes, como Facundo Manes, fueron escarnecidos por las barras, los ministros y los legisladores oficialistas, entre las risas y los comentarios despectivos del Presidente. A Manes le dieron una trompada por mencionar la estafa de las criptomonedas y la designación por decreto de jueces de la Corte.

No era oportuno hablar de la imagen internacional en un momento tan vergonzoso para los argentinos. Pero también fue inoportuno hablar en términos grandilocuentes sobre la situación económica, cuando es pública la desesperación del ministro Luis Caputo por comunicarse con el Fondo Monetario Internacional. Necesita que les suelte once mil millones de dólares que le permitan postergar hasta después de las elecciones de medio término una nueva devaluación que terminará de destrozar el bolsillo de los argentinos de a pie.

Milei dijo que durante 2024, la economía creció cinco puntos. Y en realidad, casi todos los rubros, con excepción del financiero, cayeron en picada. Pero la medición se comparó con la sequía del 2023. Lo que creció 30 puntos comparado con la sequía, fueron las exportaciones del complejo sojero. Un presidente involucrado en una estafa internacional multimillonaria, escrachado por todos los medios del planeta, mintió en forma flagrante cuando se refirió a la marcha de la economía. Si se saca la performance agroexportadora, lo real es que la economía cayó más de tres puntos.

Milei también aseguró que según la Universidad Di Tella y la Universidad Católica, bajó la pobreza de 56 a 33 por ciento. Estas instituciones tendrían que explicar cómo hizo para sacar a diez millones de personas de la pobreza, a pesar de los aumentos siderales de alquileres, remedios, servicios, transporte, prepagas y alimentos. Milei dio cifras sobre la inflación, aumento de salarios y jubilaciones que según dijo crecieron por encima de la inflación. La Universidad Di Tella y la UCA tendrán que explicar estos índices que están a contramano de una mínima constatación. Cualquier trabajador o jubilado puede contradecirla.

El discurso en general fue una gran contradicción cuando habló de los progresos de la economía o de su supuesta ofensiva contra la “casta”. “Eliminamos la pauta oficial porque no necesitamos pagarle a los periodistas” afirmó. Pero los palcos de la sala, de los que fueron expulsados los periodistas, estaban ocupados por la patota de trolls que trabajan en la Casa Rosada con sueldos millonarios del Estado.

Además de la agresión contra Manes, Milei insultó como “mandriles” o “malditos keynesianos” a quienes no comparten sus ideas y en general planteó la controversia “casta versus gente de bien” orientada a un público casi infantil, de escasa capacidad de pensamiento crítico. Al otro opositor que mencionó fue al gobernador Axel Kicillof y volvió a montarse en el crimen horroroso de la niña Kim Gómez para sacar provecho político. Todo el discurso fue una colección de los peores recursos de la politiquería.

Ibope no midió el rating del discurso y trascendió que así se lo habría ordenado el ENACOM. Otras mediciones aseguran que en ningún momento superó los cuatro puntos, que da cuenta de una audiencia muy baja. Milei no tiene convocatoria más allá de sus mensajes en las redes.