El termómetro rozaba los 35 grados. El calor del mediodía en San José de Metán resultaba abrazador, pocos eran los que se atrevían a transitar las callecitas de la ciudad del sur salteño, aquella que guarda grandes vestigios de cultura, tradición y eventos de carácter histórico.

Sin embargo, en la Casa Natal de Federico Gauffín, vieja casona remodelada de anchas paredes, techos altos y mística de antaño, su patio interno congregaba luthiers de la zona y otros arribados desde diferentes puntos de la provincia.

Las guitarras, los bombos y charangos se fundían con el fondo de un humeante disco a leña que cocinaba a fuego lento trozos de pollo para comenzar el convite. La mesa larga y la hospitalidad a flor de piel, daban un extraordinario marco para dar comienzo al Primer Encuentro Regional de Luthería, organizado por la Subsecretaría de Gestión Cultural de la Provincia de Salta y el anfitrión municipio de Metán.

Sumado a los locales, se encontraban luthiers de municipios vecinos como El Galpón, Apolinario Saravia, Joaquín V. González y Rosario de la Frontera, así como también salteños residentes en Tucumán e invitados de Salta Capital, Cobos y Tartagal.

Sebastián Villalba (Imagen: gentileza Abril Vivas)

Uno de los invitados especiales al Encuentro fue el tartagalense y hacedor de bombos Sebastián Villalba. “Nací en el monte, en el Chaco (salteño), pero crecí en Tartagal donde me criaron unos tíos por la muerte de mi madre. Así que desde temprana edad comencé a trabajar. Mi papá tocaba el violín, venimos de una familia del campo donde siempre hay músicos y yo también soy músico. Trabajaba tocando pero no reparando, ni fabricando, así que todo esto surge por la necesidad de arreglar mi bombo y porque en Tartagal no encontraba quién me lo repare, o por ahí tardaban mucho, entonces me animé a hacerlo y empecé. Después un amigo me pidió que repare el suyo y ahí comencé a fabricar”.

Otro de los luthiers que se hizo presente es Alejandro Coronel, quien apoyado sobre su charango, rememora su historia: “Nací en Joaquín V. González, lugar que en ese momento era un pueblo donde nos conocíamos todos. Mi barrio es Libertador, uno de los primeros FoNaVi que ha dado el gobierno, así que mi infancia transitaba ahí, con amigos, amigas, hermanos, padres”.

“Si bien no había músicos en mi familia, siempre tuve la inquietud, así que tenía claro que cuando saliera del colegio quería estudiar música. Pero las cosas no se dieron tan de repente, porque cuando finalicé los estudios quería estudiar música en Tucumán, pero por cosas de la vida termino estudiando en Salta, contabilidad. Así que viviendo en una pensión con otros amigos nos juntábamos a guitarrear y escucho a alguien que decía, ‘cuando me reciba voy a estudiar luthería de hobby’, y ahí pregunté ‘¿qué es luthería?, ¿qué significa eso?’. Me dijeron que se podía estudiar para hacer instrumentos musicales, me gustó la idea, averigüé y me contaron que era en San Miguel del Tucumán. Así que al año siguiente dejé de estudiar contabilidad y me metí a estudiar luthería”, explica Alejandro.

Alejandro Coronel (Imagen: gentileza Abril Vivas)

El mismo vecino gonzalence agrega que una vez finalizados los estudios, el romance con un instrumento en particular comenzó a tejerse. “Me enamoré de este instrumento, el charango, por su historia y porque es un instrumento chico, un instrumento que nació en la colonia y que lo usaban los mineros, los campesinos; hay charangos bien chicos que se llaman mangueritos, que los campesinos los metían dentro del mango de la camisa y llevaban para poder tocar en las minas. Además, considero que el charango es un instrumento nuestro, bien latinoamericano”.

Cambiando la ubicación geográfica, más específicamente en Cobos, distante 40 kilómetros al este de Salta, se encuentra Juan Alberto Vidaurre. “Cuando era un niño mi padre que es luthier comenzó a trabajar en Salta y desde muy temprana edad yo visitaba el taller por esa curiosidad de niño que quiere aprender. Al taller lo visitaban guitarristas, los cantores salteños muy conocidos, y ahí vi por primera vez un guitarrista cantando una zamba. Y eso me atrajo más todavía despertando mi interés por la guitarra, la cual tengo en mis manos”.

“Pasaron los años y mi padre me iba preparando, enseñando, y también entrenando al futuro luthier de Salta. Eusebio Vidaurre se llama él, y es uno de los luthier más legendarios de la provincia, él me enseñó a construir instrumentos cordófonos como la guitarra, y de frotación que son de la familia de los violines, y también instrumento de percusión, como el bombo de cuero”, completa el luthier que desde chico se crió entre madera, viruta y gubias.

Juan Alberto Vidaurre (Imagen: gentileza Abril Vivas)

Vidaurre agrega en el mismo sentido: “El amor por la música y los sonidos me llevó a ir descubriendo año a año un montón de enseñanzas vinculadas a la madera, la materia prima, en los cueros, en cuerdas, en sonido, en diferentes formas de afinación de las clavijas”.

El luthier de Cobos profundiza la reflexión en torno a las materias primas y su uso: “La madera, conseguirla, tocarla, sentir su olor, sentir su aroma, el luthier ya sabe qué edad tiene la madera, cuántos años tiene que está estacionada, porque es lo más importante. Porque algo muy importante es que en cualquier parte de la provincia o del mundo se puede conseguir madera para hacer un instrumento musical. Si bien hay madera europea o de Sudamérica también o de América del Norte que llega hasta Salta para construir instrumentos, también se pueden conseguir mucha madera de gran valor en nuestra provincia, Salta está dotada para mí con la mejor madera para construir instrumentos musicales”.

Siguiendo los relatos vinculados a la materia prima para la hechura de los instrumentos, el especialista en charango, Alejandro Coronel, agrega: “Uso algarrobo, guayacán, a veces para la tapa y la caja uso cedro, nogal y paraíso que tienen buena sonoridad. Para ir mejorando investigo y pregunto a los mismos colegas, de hecho los primeros charangos los hacía de una característica y después empecé a bajar los espesores, empecé a subir la boca y a hacer compensaciones en la altura de las cuerdas. Digamos que fui perfeccionando sobre la mejor sonoridad. Así que por ese camino sigo descubriendo y redescubriendo los caminos del charango”.

(Imagen: gentileza Abril Vivas)

"A mis charangos los pinto, los tallo, por eso también he elegido el charango, porque me da esa libertad de poder cambiar los espesores, pintarlo, tallarlo, algo que la luthería clásica no permite tantos márgenes”, agrega Coronel.

Siguiendo en la línea del relato vinculado a los materiales primarios, Villalba, el creador de instrumentos percutivos surgidos en plena región chaqueña remarca: “Mis bombos son cavados de madera caspi, de una sola pieza, un solo tronco, y los aros, de palo amarillo que es lo que más hay en la zona. Eso hace que éste sea un instrumento de monte: madera, aro, cuero, todo autóctono en la zona. Para buscar la materia prima nos tomamos un día para ir a 'campear', caminar en el monte, buscar el árbol que puede dar el diámetro, se planifica, después vamos con la motosierra, el carrito, los cargamos y sacamos porque son caminos muy chiquitos, apenas senderitos. Es una zona donde todavía es abundante la madera”.

(Imagen: gentileza Abril Vivas)

Y claro que una de las aristas más importantes de la profesión es lograr un sonido que guste y enamore a los músicos. Así lo expresa Sebastián Villalba: “Lo que busco es que el sonido sea grave, profundo, siempre digo que es un bombo mudo porque para el escenario no tiene que retumbar, y para eso es clave a los cueros en la parte final, darles el punto justo. Cada bombo es único y tiene una historia por atrás”.

“Inventé el bombo compacto con el que me fue muy bien y trabajo muy bien con él, porque a la hora de viajar para los muchachos es más cómodo. Algunos le llaman el bombo viajero. La imaginación siempre está presente en querer hacer algo distinto, lo mío es prueba y error en el taller, y así se llega a nuevas creaciones, probando… hasta llegué a hacer un bombo cuadrado”, agrega el tartagalense.

(Imagen: gentileza Abril Vivas)

Creo que soy más artesano que luthier”, reflexiona por su parte el creador de charangos Alejandro Coronel, dejando toda una definición de la misma profesión: “porque si no tenés una herramienta, la fabricás, si no tenés una gubia, si no tenés una trincheta, vas y la fabricás, no hace falta que compres. De todas formas no hay que romantizar tampoco el oficio porque sí cuesta. Muchas veces los sueldos de los clientes no son tan altos y nosotros queremos llegar a todo el mundo, pero por ahí una maestra o un obrero no me puede comprar”.

Vidaurre, hijo de reconocido luthier, rememora alguna de las tantas anécdotas que lo acompañan desde pequeño. “Los Chalchaleros, Los Cantores del Alba, Los Fronterizos eran de mi barrio, ellos usaban una guitarra con un sonido fortísimo, con un alto volumen. Entonces se necesitaba en ese tiempo hacer esas guitarras, con sonido salteño. Yo le digo así porque la guitarra de los cantores de antes tenían un sonido potente, ya que no tenían amplificación más que un micrófono. Así que con la enseñanza de mi padre he buscado el sonido de la auténtica guitarra salteña, que además es una guitarra hecha en Salta por salteños”.

(Imagen: gentileza Abril Vivas)

Juan Alberto resalta la singular mirada y forma de trabajo que adquiere un luthier: “Cuando hacemos las guitarras es importante conocer al ejecutante, a ver cómo toca él, si lo hace fuerte, mediano o suavemente, hay que conocer a persona, charlar, saber el tamaño de sus manos, todos esos detalles. Eso lo ve el luthier con sus propios ojos y sabe bien qué hacer”. 

En cada palabra, en cada anécdota, en cada relato se desprende el sentimiento único del luthier hacia el instrumento creado. “Cada charango es como un hijo, uno los trabaja en cada detalle, en cada espineta, en cada puente, en cada cejilla, lo hace con amor. Entonces que alguien tenga un trabajo de uno es llevarse todo lo que ha puesto durante el proceso, porque todo el tiempo estás trabajando en constante comunión con la madera, con el instrumento, y eso es lo que se lleva el cliente, aparte de como suena. Por eso la luthería es mi amor, mi sostén, mi oficio, mi forma de vida; no sabría hacer otra cosa, me levanto todos los días pensando, me acuesto pensando en la luthería, es mi pasión y mis deseos”, completa Coronel.

(Imagen: gentileza Abril Vivas)

La luthería es el amor de mi vida”, explica abriendo el corazón Vidaurre. “Yo no sé qué hubiera sido si no hubiera sido luthier, me emociona estar en este Encuentro en Metán por primera vez, pago de muchos buenos guitarristas, y conocer, revalorizar este trabajo ancestral de construir instrumentos”.

El oriundo de Tartagal, toma una de los bombos realizados y remata: “A veces estamos mudos, pero por dentro va la adrenalina al ver cuando algo tuyo está sonando en los festivales más grandes, porque son lugares a los que uno nunca pensó que iba a llegar, pero el artesano, el creador, no tiene techo, vivimos soñando que algún día se va a dar. Entonces todo lo que sale acá es hecho con la mejor madera, con el mejor cuero, pero, sobre todo, con el corazón”.