¿Esperar tres meses sin jugar al vóley para ver cómo seguía su salud u operarse para volver lo más rápido posible a las canchas? María de la Paz Corbalán no lo dudó. Con la misma seguridad y firmeza que tiene adentro del rectángulo de 9x18, y sin pensarlo mucho, “Chuchi” decidió operarse. La intervención salió perfecta pero tuvo sus consecuencias, no solo físicas sino emocionales en la voleibolista tucumana que fue parte de Las Panteras en los Panamericanos Santiago 2023. La recuperación, los días difíciles, la importancia de la compañía de Boca y de su familia tucumana que se vino a pasar esos días a Buenos Aires. 

“En noviembre arranqué con muchos dolores de cabeza. Me duró tres semanas y vi a tres neurólogos. Todos me dijeron que eran síntomas de migraña. No podía mirar la pantalla del celular, me dormía y me despertaba con dolor”, contó Corbalán. Fin de año es etapa de definiciones en el torneo de División de Honor y como era instancia de semifinales, “Chuchi” siguió jugando y entrenando. Se tomaba algo para el dolor y seguía porque los médicos le habían dicho que no era algo para preocuparse: “Me recomendaron que me hiciera una resonancia de rutina pero como estábamos en esas instancias hablé con la médica del club y quedamos en que lo íbamos a hacer después. A la tercera semana empecé a tomar medicación específica de migraña y fueron los peores días. Hubo días que no pude entrenar, era como si me estuviesen pateando la cabeza”.

Empezó a tomar el remedio para la migraña, pero hubo un día que no pudo entrar en calor del dolor que tenía. Al otro día volvió a intentarlo y el tercer día fue el que tuvo que parar. “Estaba entrenando y empecé a ver blanco hasta que de repente ataqué una pelota y no vi más. Estaba mareada y justo estaba la médica del club. Ahí enseguida me dijo 'esto no es migraña, vamos a la clínica'”. Esa misma tarde le hicieron la resonancia y a las dos horas la llamó la médica del club porque había una imagen que no les gustaba. “Ahí me agarró mucho miedo porque me dijeron que había algo pero sin ninguna certeza y yo solo pensaba en que estábamos en instancias finales y tenía que jugar”, confesó la voleibolista de 26 años. Ese día le pasaron calmantes por vena y le hicieron una angioresonancia, que es un estudio más específico: “Me dijeron que tenía un cavernoma que es una malformación de los vasos sanguíneos de la cabeza, que lo tenía desde que nací y que lo malo que me podía pasar era que eso sangre y que me agarren convulsiones”.

Tras la operación, Corbalán tuvo un día de internación. (Instagram)

¿Cómo siguió todo?

Los médicos le dijeron que podía seguir con su vida normal, que el único riesgo era convulsionar, que quizás le pasaba o quizás no le pasaba nunca, los dolores que tenía seguían siendo atribuidos a la migraña. Este "hallazgo" (como lo llamaron los médicos) fue un jueves. “El viernes jugué, no podía meter la pelota dentro de la cancha, estaba asustada. Lo que seguía era ver a un neurólogo para tratar la migraña y después a un neurocirujano para ver cada cuanto tenía que controlarme por el cavernoma”, comentó la jugadora de Boca.

El fin de semana siguiente estuvo bien y el miércoles jugaba la segunda final del torneo ante Gimnasia. El lunes después de entrenar se le acercó la médica del club, quería asegurarse de que estuviera todo bien. El martes a la noche la mandaron a hacerse otra resonancia pero con contraste: “Durante ese momento fueron días difíciles porque no podía concentrarme ni en el vóley ni en la salud, cuando estaba en el médico pensaba en que tenía que jugar y si no podía jugar tampoco estaba poniendo todo el foco en la salud”.

Con la camiseta argentina, en Santiago 2023. (Instagram)

Y menos mal que la hicieron parar a tiempo. En esa segunda resonancia vieron que el cavernoma estaba sangrando. Obviamente no jugó la final, pero eso pasó a segundo plano. Ahí empezó a concientizarse de lo que estaba pasando. “Hay que agradecer que entraste caminando, sana y no con algo neurológico porque si no parabas quizás te hubiera pasado algo”, fueron las palabras del médico. Entonces, ¿cómo seguir? Empezó a consultar y fue al FLENI, donde le dijeron que era quirúrgico. Otro médico le recomendó esperar tres meses pero sí o sí tenía que hacer reposo absoluto de deporte. El médico del FLENI le insistió en que era operable. Corbalán hizo varias consultas y todos coincidían en que las manos del cirujano que la operaría eran las mejores. 

En aquel momento, “Chuchi” no lo dudó. Habló con los dirigentes del club, con su entrenador, Eduardo Allona, y con su familia. Todos la apoyaban en la decisión que tomara: “Si la solución era esta lo entendía, aunque en realidad fui bastante inconsciente en lo que implicaba la operación, pero yo estaba dispuesta a abrirme la cabeza, no me importaba nada y quería volver a jugar”.

El postoperatorio

“Jamás fui consciente, estaba desesperada por operarme, nunca tuve miedo. Me operé, salió todo bien, me sacaron el cavernoma completo, estuve un día en terapia y después estuve un día más en habitación normal hasta que me fui a casa. Ahí empezaron los días difíciles, tomaba corticoides y muchas pastillas, tuve tres o cuatro días de náuseas, vómitos, mareos y no me podía mantener en pie”, afirmó Corbalán. Así llegaron los pensamientos y los replanteos: “Me tenían que ayudar a caminar porque no podía levantar los pies, me babeaba, se me caía la comida de la boca. Esos días me replanteé todo, tuve el miedo que no había tenido antes. Pensaba '¿por el vóley hice esto, realmente vale la pena?'. Estuve muy mal, no podía hacer nada por mis propios medios, sentir ese retroceso como persona para mí fue terrible”.

Por estos síntomas le cortaron casi todos los medicamentos pero claro, también eran síntomas de la intervención y de los 23 puntos que tiene en la cabeza. “Nunca fui consciente de que entraba a ese quirófano y quizás no salía. En esos días malos vino mi psicóloga, Mara Villoslada. Fue un domingo a las dos de la tarde. Estaba tirada en la cama, tenía las persianas bajas, no quería ver a nadie y ella me dijo que me levantara y que abriera todo. Me conoce mejor que nadie, me dijo que estaba llena de miedos, que en algún momento iba a caer en todo lo que no había procesado nunca". Ese domingo que se levantó de la cama fue un antes y un después. “Hoy hace una semana que estoy haciendo vida normal, todavía no puedo hacer actividad física pero voy al club a estar con el equipo. En breve empieza el proceso de volver. El 6 de marzo tengo médico porque los puntos se tienen que caer solos y en teoría a partir del 7 puedo empezar a hacer un poco de actividad. A los tres meses de la cirugía me hacen una resonancia y si está todo bien podría volver a jugar. Tengo que volver a estar fuerte para poder jugar, la preparación mental es lo más duro de esto por lo que implica volver después de tanto tiempo parada”.

La importancia de Boca

Corbalán jugó algunas temporadas en Portugal y España, pero desde hace siete años siempre vuelve a su lugar en el mundo. “Lo digo siempre: para todas las jugadoras de vóley el mejor club que podemos estar es Boca, más allá de lo voleibolístico. Con respecto a esto, se portaron de maravillas conmigo, desde el primer día hasta hoy. El club se hizo cargo de todo, me cuidaron demasiado. Fue una contención en todos los aspectos, mis compañeras, cuerpo técnico, y dirigentes. Estoy completamente agradecida, sé que me tocó pasarla en el mejor lugar".

¿Por qué pensó en dejar el vóley?

“Estoy en proceso de pensar en todo lo que viví. Al principio solo quería jugar y estar con mi equipo, pero ahora estoy entendiendo que hay cosas más importantes como la salud. Los días que me sentía muy mal pensaba, '¿por qué no puedo ser una persona que estudia y trabaja como todas mis amigas de Tucumán?'. El hecho de que esté mi familia acá tantos días también me hizo pensar, nunca tengo 15 días seguidos para estar con ellos. Nunca puedo ir a Tucumán porque siempre tengo partido de vóley, porque siempre tengo que cumplir con algo antes que pasar tiempo con la familia. En sí fue entender que en la vida hay otras cosas que están primero antes que la pelota de vóley”.

Corbalán comentó que sintió un poco de enojo con el deporte y con la decisión que tomó una vez que se empezó a sentir mal, cuando le consultamos si pensó en dejar el vóley, la opuesta confesó: “Sí, lo pensé, porque en esos primeros días dije '¿qué hice por el vóley?, ¿tanto me gusta?'. Pensé en no jugar más y tener vida normal de una persona que tiene vacaciones, que puede estar cerca de su familia. El día de hoy no estoy desesperada por volver a jugar, pero de a poco estoy volviendo a ordenarme. Fui al nutricionista, me hice una antropometría y de a poco me volví a cuidar porque mi cabeza está puesta en empezar a hacer las cosas bien. Seguramente cuando vuelva a la cancha piense en que todo valió la pena".