En un intento de salir de la irrelevancia, líderes de la Unión Europea (UE), junto a Canadá, Turquía y el secretario general de la OTAN se reunieron en Londres tras el descalabro diplomático-televisivo protagonizado el viernes por Donald Trump, su vice, el superhalcón, JD Vance y el presidente de Ucrania Volodymyr Zelenzki. Curiosamente el líder y portavoz de la respuesta europea fue el anfitrión, Sir Keir Starmer, primer ministro del único país que abandonó la UE. El mundo, como se ve, da para todo.

Flanqueado por Zelenzki y su principal socio en la faena negociadora, el presidente francés Emmanuel Macron, Starmer hizo de equilibrista entre las, por el momento, irreconciliables propuestas en juego. A Zelenski le dijo que Europa jamás lo abandonaría y, para que quedara claro que no eran solo palabras, anunció un paquete de casi dos mil millones de dólares para financiar la adquisición de cinco mil misiles de defensa antiaérea.

Al mismo tiempo Starmer dijo que nadie quería una repetición de lo sucedido el viernes en la Casa Blanca y que Estados Unidos continuaba siendo un importante aliado. “Durante décadas ha sido un aliado confiable. No hay dos países tan estrechamente unidos como el Reino Unido y Estados Unidos”, se ufanó Starmer.

El primer ministro señaló que junto a Francia “y otros dos países” están preparando un plan de paz para Ucrania que le presentarán a Estados Unidos. En la conferencia de prensa Starmer insinuó que había hablado del plan de paz europeo con Donald Trump el sábado por la noche. “No voy a revelar detalles de la conversación, pero no estaría tomando este camino si no fuera porque creo que va a dar un resultado positivo para asegurar que todos - Ucrania, Europa, el Reino Unido y Estados Unidos - nos movemos al unísono hacia una paz duradera”, dijo Starmer.

Como se ve en la propuesta no figura un actor que daría la impresión debería ser relevante para un acuerdo: Rusia.

Cuatro puntos y más gasto militar

En respaldo a este aún no revelado plan europeo, Starmer señaló que la cumbre había acordado cuatro puntos:

*Mantener la ayuda militar a Ucrania mientras continúe la guerra e incrementar la presión económica a Rusia.

 *Cualquier propuesta de paz “duradera” debe asegurar que se respete la soberanía y seguridad de Ucrania y que Ucrania se siente en la mesa de negociaciones.

 *En caso de que se llegue a un acuerdo de paz, los líderes europeos se encargarán de disuadir a Rusia de toda nueva invasión de Ucrania

 * Europa se compromete a formar una “coalición de países dispuestos” a defender a Ucrania y garantizar la paz en el país.

En el parlamento británico el martes pasado Starmer anunció que aumentaría el presupuesto militar a un 2,5% del PBI en los próximos dos años. Este rearme europeo fue confirmado por líderes presentes en la cumbre. El secretario general de la OTAN, Mark Rutte, dijo que varios países habían dejado en claro que aumentarán su contribución presupuestaria militar. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen dijo que todos eran conscientes de la necesidad “urgente de rearmar a Europa”.

A la carga con la monarquía

Los británicos tienen un arma secreta única en su arsenal diplomático: la monarquía. El ultrajado Zelenskí fue recibido este domingo por el Rey Carlos III en Sandringham Estate, finca privada del Rey. El presidente ucraniano tendría también una de esa escenas de gala que el Reino Unido ha vendido exitosamente al mundo como esenciales para el funcionamiento global: una visita de estado con cena de gala en el palacio de Buckingham.


Difícil de prever cómo le caerá esta invitación a Trump que recibió el mismo convite en una carta de puño y letra del monarca el jueves pasado cuando Starmer se reunió con el presidente estadounidense en Washington. Un día después de lo que parecía haber sido una gestión relativamente exitosa, ocurrió el desastroso encuentro en la Casa Blanca con Zelenski.

En tiempos tan imprevisibles y con protagonistas tan desquiciados, resulta difícil prever si la iniciativa de paz europea allanará el camino para que la UE y Ucrania tengan un lugar en la mesa de negociaciones y mucho más difícil aún pronosticar si, por cualquiera de las rutas que se siga, se llegará a la paz.

El que, por el momento, está saliendo bastante bien parado - no se sabe por cuánto tiempo – es el hasta ahora bastante deslucido primer ministro británico.

Europa, Brexit y el negocio de las armas

El primer milagro que ha conseguido Starmer es convertirse en líder de facto de las naciones de la UE que el Reino Unido abandonó después de años de caos, recriminaciones y desaires, en diciembre de 2020.

Starmer, que estaba a favor de permanecer en la UE, pero que juró que no buscaría volver al bloque europeo para no reeditar la polarización que generó el referendo de 2016, desea, sin embargo, un nuevo acuerdo: cuanto más parecido a lo que había antes, mejor. En las encuestas hay cada vez más británicos a favor de esta posición, conscientes del negativo impacto económico que ha tenido el Brexit.

Pero además, al igual que los países del este europeo y ex potencias imperiales como Francia y Alemania, en el Reino Unido sigue reinando el lente de la guerra fría. Hasta entre británicos “progres” existe la visión de que Rusia tiene ambiciones territoriales de carácter imperial que es necesaria frenar. El miedo a una “tercera guerra mundial” que mencionó Trump el viernes en su riña de gallos con Zelenski, es un factor de peso para Europa que sigue viviendo bajo el fantasma nuclear de la era soviética, pero sus raíces más profundas se hunden en la percepción de Rusia como enemigo imperial que viene del Siglo 17, tiempos de Pedro el grande y su esposa, la zarina Catalina la Grande.

Con este espíritu, Starmer destacó que la ayuda militar a Ucrania no saldrá del erario británico sino de los activos congelados a Rusia a raíz de la invasión a Ucrania en 2022. El primer ministro se encargó en destacar con el utilitarismo que caracteriza a la ayuda anglosajona, que los misiles se producirían en Gales, con lo cual significarían nuevos “empleos para el país”. En medio de este entuerto, una cosa está clara: la industria armamentística sigue de fiesta.