Transcurrimos un siglo acelerado por múltiples cambios, sobre todo tecnológicos. Atravesamos La Cuarta Revolución Industrial (según Schwab, en su libro homónimo) sin que el mundo se encuentre lo suficientemente preparado para afrontarla. Fenómenos como la experimentación con la AI –Inteligencia Artificial- trastocan la realidad e irrumpen en nuestros modos de vivir. En paralelo, el consumo masivo se impone y utiliza la inmediatez como una carnada. En una situación de ansiedad generalizada, los discursos ambiguos y las confusiones de sentido se vuelven parte de una vida cotidiana que pasa de manera literal por las distracciones de las redes sociales, no sin perjuicios. Estas circunstancias llevan a preguntar: ¿qué poder tiene el concepto en el siglo XXI?, ¿qué importancia le damos a los discursos?, ¿qué espacio-tiempo real ocupamos para usar la razón?
El leve poder del concepto es una exposición antológica que reúne nueve obras -cuarenta y dos piezas en total- que representan las terminaciones nerviosas del complejo sistema de pensamiento que tiene en su poder Carlota Beltrame (1960). En efecto, la artista posee y ejecuta su conciencia histórica de forma permanente ya que, a través de una oratoria simple y directa, agiliza las relaciones entre conceptos que significan tanto en el país como en el mundo y, además, abre las puertas del pasado, el presente y el futuro.
Desde la década de 1990, siendo una fiel exponente del Taller de Barracas, Beltrame forma parte de la genealogía del conceptual político argentino iniciado en los sesenta. Un arte conceptual que ha forjado toda una impronta para discutir ideas propias y oscilantes entre lo global y lo local mediante sistemas, acciones y procesos (según Rodrigo Alonso, en el catálogo de la exposición homónima; Fundación Proa, 2011), de distinta índole, como se observa en las obras premiadas La utopía, Revés de la trama y La resistencia.
Sus trabajos retoman la traza del/a artista intelectual que produce mediante cuestionamientos. De igual forma, su amplio ideario se asocia con la pugna del arte conceptual latinoamericano que evidencia en obras aquellos hechos políticos y sociales de períodos totalitarios, cuyas huellas llegan hasta el presente.
Su estilo, en términos de Oscar Steimberg, está caracterizado por rasgos que comparten las propuestas estéticas e ideológicas de los artistas nucleados en torno al Centro de Arte y Comunicación –CAyC-, como Horacio Zabala, entre muchos otros.
En esa dirección, Beltrame crea arte político de forma polisémica. Le interesa provocar el pensamiento crítico a través del empleo de materiales seleccionados y estudiados de manera específica. La elección de cada material tiene un sentido retórico que se corresponde con las preocupaciones que vehiculizan la línea artística de pensamiento, trabajo y acción que ha sabido sostener en el tiempo. Emplea los elementos y las tecnologías que mejor corporizan sus ideas y que actúan como significantes que evidencian otras interpretaciones.
También investiga conceptos relativos al pasado y al presente, señaliza razonamientos lógicos que ilumina de manera deliberada, concibe estrategias de evocación histórica, así como confrontaciones entre lo tradicional y lo contemporáneo. Y, a su paso, transforma en conflictivas ideas que oscilan entre lo local y lo global.
El recorrido de la muestra se modula en dos salas. En la primera se despliega el corpus de La oratoria de la luz, con cuatro obras lumínicas precedidas por Lumières, una versión reducida de una frase de Immanuel Kant sobre el concepto de razón. Mientras que en la segunda sala se expone La delicada elocuencia de los encajes, una serie de polípticos de obras textiles y el objeto escultórico recientemente premiado La resistencia, que marca la finalización de la exposición.
La oratoria de la luz. Desde Duchamp, la universalidad del arte conceptual habilita que los materiales y las técnicas utilizados abran universos de sentidos que vinculen ideas, hechos y representaciones. Lumières es una versión reducida del concepto de razón de Kant (s.XVIII) cuya vigencia es inagotable. Escrita en los escalones, se precipita para advertir la entrada a un recinto que, simbólicamente, arroja luz sobre la condición humana en la Modernidad y el derrotero sinuoso de sus derivas.
Diadema y sus trescientas réplicas iluminadas del mapa de Tucumán significan las luces de cualquier gran urbe vista a la distancia, de noche. Una imagen que sintetiza las frustradas utopías iluministas del progreso y del futuro anhelados. Las LED de colores que atraviesan el cúmulo de papel sulfito calado con láser de Voz interior refieren que la identidad “no está escrita” en un presente que cuestiona la diversidad.
El poema retro-ilumina un pensamiento del teórico Kevin Power (1944-2013) quien revaloriza la función social y política del arte, así como acentúa que la manifestación pública de las ideas puede transformarse en acontecimientos de carácter poético. Los vestigios de la historia toman forma en El Olvido. Una camisa de un prisionero de un campo de concentración, cuidadosamente guardada en una caja de acrílico retro-iluminada, apunta hacia las omisiones que traerán consecuencias para la humanidad.
La contienda entre lo local y lo global se da lugar en este corpus. Le Monde Diplomatique publicitaba en 2007 el número 4 de la Revista Punto de Vista con el título “Informe sobre la globalización” más la siguiente frase: “¿Qué es la globalización? Es el principal enfrentamiento de nuestros días: el del mercado contra el Estado, el del sector privado contra los servicios públicos, el del individuo contra la colectividad, el del egoísmo contra la solidaridad”.
Esta frase fue retomada por el sociólogo español José María Tortosa para su artículo Auge y caída de la globalización (2009). Este pequeño texto sobre la globalización y la idea de lo global sirve para comprender la recurrencia del mapa de la provincia de Tucumán en las obras de la artista. Así como Alfredo Jaar y Horacio Zabala han trabajado sobre el mapa, tanto en su aspecto formal como en el conceptual, en obras de distintos calibres políticos, Carlota Beltrame, a lo largo de los años, lo ha significado con distintas representaciones como en Diadema. Su posición de local se halla en Tucumán y desde ahí visualiza los efectos de la globalización del mundo. Ese punto de vista la convierte en una artista distinta. Consigue dimensionar la historia de la cultura y de la globalización en un sentido muy amplio y no duda en tomar riesgos para desocultar y mostrar aquello que no es conocido o ha sido olvidado. Por estas razones, su sentido de “mundo” es diferente.
La delicada elocuencia de los encajes. El conceptualismo político requiere de la toma de una postura ideológica para concretarse en expresiones legítimas de las ideas. Así, las estrategias de desafío y problematización resultan válidas para causar debate y pensamiento crítico. Desde los 2000, Carlota Beltrame utiliza el encaje tucumano randa como uno de los medios para sistematizar la manifestación de su discurso. Los finos bordados de La utopía componen un muestrario de veintiocho símbolos, siglas y mensajes que conectan hechos que conmovieron a la Argentina en los últimos sesenta años. Con el propósito de des-ocultar un hecho velado por la historia hegemónica, en Revés de la trama los encajes alcanzan la gran escala para transponer fotografías de una protesta política ocurrida en 1971, en la Casa Histórica de la Independencia.
Malhoja contrapone la sofisticación del encaje randa tradicional, que componía los ajuares femeninos de la alta burguesía provinciana, con la suciedad producto de la volatilización de la ceniza en el momento de la quema de la caña de azúcar.
La resistencia presenta una conflictiva metáfora local-global: diez mantas artesanales (NOA) son aprisionadas por una pesada lámina de hierro (CAPITALISMO). Más allá de la opresión, una luz (SINERGIA) emerge de las entrañas de la obra para simbolizar a quienes aún soportan y resisten las inequidades del sistema.
La retórica declamatoria del pensamiento crítico. En 2025 el arte conceptual político es otro muy distinto al de los sesenta ya que cambiaron las reglas políticas y económicas del mundo. En estas circunstancias, la idea de futuro no solo se transforma a cada instante, sino que, en muchos casos, se desvanece. Para amortiguar la sensación de la caída libre, en medio del caos inagotable de información, esta exposición exhorta enfáticamente al espectador para detenerse durante un momento a ejercitar la razón.
Hacia el final del recorrido de la muestra, La resistencia dialoga, dos siglos y medio más tarde, con el principio, en donde se sitúa la obra Lumières, una versión reducida del concepto de razón de Kant: “La razón es la salida que el hombre se da a sí mismo para existir plenamente a pesar de sus limitaciones”.En ambas obras, la luz se encuentra representada de distintas maneras: en su materialidad como electricidad (avance tecnológico desplegado a partir de la Segunda Revolución Industrial); como representación lingüística en el idioma francés (Lumières =luces) que, cuando se escribe con mayúscula, remite al Iluminismo; y, a través de una gráfica color plata que hace resplandecer una definición fundamental de la historia del Iluminismo. Con este ejercicio intelectual la artista apela al uso de la razón cuyos destellos iluminen el pensamiento crítico como una forma de resistencia. Es entonces que Carlota Beltrame se convierte en un relámpago en la oscuridad que se cierne sobre el vasto campo de las ideas con el firme propósito de arrojar luz.
* Curadora de la exposición. Texto escrito especialmente para la muestra de Carlota Beltrame, en la Fundación Klemm, M.T. de Alvear 626, subsuelo, hasta el 25 de abril.