"Queremos la Copa" cantaron los jugadores de Racing el jueves en el vestuario campeón de Río de Janeiro luego de ganarle de ida y de vuelta la final de la Recopa Sudamericana a Botafogo. También cantaron lo mismo todos los hinchas. Los que celebraron hasta tarde en las redes sociales el segundo título internacional del ciclo de Gustavo Costas y hasta los desvelados que, a medianoche, llegaron al Obelisco para seguir de fiesta hasta la mañana del viernes pasado. Soñar con la gloria eterna que concede la Libertadores no cuesta nada. Esta vez, hay argumentos para hacerlo.
Pero en medio de la euforia, tanto el Racing que sale a la cancha a dejar hasta la última energía como el Racing que late en las tribunas del Cilindro de Avellaneda y en las calles del país, deberían cuidar que ese sueño legítimo y multitudinario no se transforme en una obsesión que se lleve todo por delante. La Copa Libertadores debería ser para la Academia, un gran objetivo deportivo e institucional. Pero no la medida de todas las cosas del club.
Está bien apostar a lo grande y no conformarse poco. El Racing que armó Costas da para ilusionarse porque corre, juega, sabe estar en los partidos grandes, tiene mística y funcionamiento y además, jugadores en un altísimo nivel. Con todo ese combo, limpió en su camino a cuatro equipos brasileños (Athletico Paranaense, Corinthians, Cruzeiro y Botafogo) para ganar la Copa Sudamericana y la Recopa y de paso mandó un mensaje claro: un asociación civil sin fines de lucro administrada razonablemente puede competir y ganarles a poderosas sociedades anónimas deportivas como son la mayoría de los clubes de aquel país. No es una cuestión de plata, es una cuestión de gestión y actitud.
El tema es que el viaje lleva tiempo. Y que hay que llegar a noviembre, que es cuando se juega la final de la Copa a partido único, con este nivel de fútbol y motivación. Es imposible sostenerlo arriba durante nueve meses. Los altibajos son inevitables y acaso, regenerarlo le resulte más sencillo a Costas y su cuerpo técnico. Además, la sumatoria de partidos y viajes deja dolores en los físicos de los futbolistas (ahora mismo toda la defensa titular de Racing está lesionada). Y a mitad de año aparece la tentación de los grandes mercados de pases que pueden desarmar el plantel con ofertas irresistibles para el club y los jugadores.
Los años negativos han quedado atrás y Racing ahora es un club en positivo que se siente en condiciones de agrandar su historia. Desde abril, la Copa Libertadores será el gran objetivo por venir. Pero no debería ser una obsesión excluyente. Descuidar o despreciar los torneos locales sería un gran error del cuerpo técnico y la dirigencia que lidera Diego Milito. Tanto como aprobar o desaprobar todo lo que se haga en función de como le vaya por las canchas del continente. Alguna vez Boca cometió el error de empezar a pensar así. Todavía lo está pagando.