Las personas son en la medida de su existencia. La construcción de subjetividades es el motor-motivador para los cuerpos deshabitados. El capitalismo feudal neoliberal enajena subjetividades de los cuerpos, la alienación vacía a las personas. Ese vacío es cubierto por la violencia de mercado: la exogenia. El capitalismo feudal neoliberal organiza los cuerpos de las personas a pura agitación de mercado.
La modernidad no cumplió con lo que decía: igualdad, libertad y fraternidad. Más de 1800 guerras del agua entre 1953 y 2003, 200 guerras del agua entre 2020 y 2023, y no se garantiza en las tierras del sur, el derecho humano al agua y al saneamiento, el alimento esencial de la vida. La injusticia social ambiental es la reina de la existencia: 4.400 millones de pobres e indigentes de agua en el mundo. La primera modernidad vino por la fuerza de trabajo de los cuerpos, luego le siguió el aprisionamiento disciplinar de los mismos y ahora por el alma de las humanidades.
San Agustín de Hipona nos señalará la base de la subjetividad, cuando estamos conforme con lo que deseamos, es la presencia del deseo, cuando gozamos con el mismo, estamos en presencia de la alegría. Deseo y alegría constituyen la voluntad. La subjetividad supera a la materialidad transformándola. Lo señalaron de distintas maneras Olympe de Gouges, Federico Hegel, el joven Carlos Marx, Max Weber, Sigmund Freud, Simone de Beauvoir, Eric Hobsbwam y muchos pensadores más. No hay nueva materialidad sin nueva subjetividad. Podemos ver cómo la exogenia de mercado impide y saquea toda subjetividad autónoma de las personas.
Los cuerpos deshabitados de subjetividad autónoma se convierten en esclavos de su propio cansancio. A los sentimientos generadores y fundadores de la modernidad - solidaridad, envidia, competencia y egoísmo- los han convertido en la nueva jaula de la irracionalidad. Ya no la jaula weberiana. En Argentina de 1974 el nivel de pobreza era menor al 5% y se producían las masivas participaciones ciudadanas. Es decir el grado de satisfacción de las necesidades básicas era muy alto, sin embargo, las participaciones ciudadanas eran muy altas por la subjetividad política de la solidaridad por una sociedad mejor. El Mayo Francés de 1968, el gran movimiento político estudiantil y obrero con cuestionamientos e impugnaciones a los modelos, lograron grandes avances, sin embargo, en las elecciones convocadas por Charles de Gaulle en junio de dicho año, gana contundentemente la derecha conservadora. En la India hay 296 millones de personas en situación de pobreza en el país más poblado de la Tierra, con 1.441 millones de personas. Esta geografía de pobreza abarcaría poblacionalmente, para que se vea la magnitud, a modo de ejemplo geográfico, a Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Pero a pesar de la cantidad de pobres no se puede detectar intervenciones ciudadanas relevantes para revertir dicha situación en la India.
En Argentina la pobreza trepa actualmente casi el 60% contra el 5% de 1974, sin embargo en el presente no se vislumbran contundencias participativas frente al planteo estatal que dice que controla la inflación, pero los alimentos, ropa, remedios y servicios siguen a un ritmo exasperante de aumentos de precios, frente prácticamente a sueldos congelados. El dominante logra subjetivar y lumpenizar a muchas personas de que es el camino correcto cuando esta clase de plan fracasó en 1976, 1990 y 2000. Subjetiviza también que los superávit prevalezcan sobre un análisis serio y profundo, el superávit basado en las ausencias del Estado respecto a la salud, la educación pública gratuita, la ciencia, los sueldos, los alimentos y derechos sociales básicos, no es superávit, es irresponsabilidad de lesa ambientalidad. Un ejemplo de sensatez: si una madre y un padre dicen que no tienen déficit económico familiar y que pueden ahorrar a costa de no alimentarlos, de no mandarlos a la escuela, de no cuidar su salud, no es ahorro, lo que hacen es una gran irresponsabilidad, disfrazada y lumpenizada de verdad.
El lumpen, en este caso, lo caracterizamos como una persona inescrupulosa, deshabitada espiritualmente, sin valores morales y tremendamente oportunista y calculador. Se podría equiparar al perverso social operativo. Su búsqueda cruenta o incruenta es la del poder, no escatimando a tener múltiples discursos y posiciones aún contradictorios, con tal de acceder al poder. Es una persona depredadora. El capitalismo feudal neoliberal ha logrado lumpenizar a muchos dirigentes y a su vez éstos mimetizan en consensos expandiendo en la sociedad la lumpenización. Zygmunt Bauman el sociólogo de Leeds, denunciará esta etapa social como la adiaforización, es decir la pérdida total de valores morales.
La lumpenización en sus consensos sociales sobre cuerpos deshabitados de toda alma, no sólo expropia la vergüenza sino que la cambia en obscenidad y exhibición, la bondad es idiotizada, el odio es exultado y la estafa la presentan como osadía e inteligencia. La historia no se repite, pero tiene similitudes, quizás estemos frente a la segunda Década Infame. La solidaridad huye despavorida y prevalecen los tres sentimientos crueles de la modernidad: envidia, egoísmo y competencia. Es cierto que necesitamos nuevas subjetividades para una nueva realidad, pero ¿cómo?, ¿dónde? Reconociendo nuevos liderazgos democráticos de solidaridad y equidad social ambiental.
Muchas veces nuestra subjetividad mimetizada en la lumpenización de esta época, nos obstaculiza la mirada, pero, si volvemos a mirar está ahí la nueva oportunidad, a construir con la esperanza, para una sociedad armonizada. Es con los pies en el barro que nacerá el neoprogresismo, con planteos sensatos, y profundos en base a los derechos humanos, y la equidad social ambiental.
La realidad en general es el consenso de percepciones tácitas y explícitamente aceptadas. Una parte de nuestra sociedad está subjetivamente deshabitada y lumpenizada, debemos recuperarla. Es muy difícil autopercibirse buena persona viendo a personas en la calle invadidas de baldosas de miseria y plantear que el mundo es así. La lumpenización que hace y realiza el dominante genera cuerpos deshabitados. Debemos habitarlos con una constructiva subjetividad transformadora de justicia social y democracia para toda la comunidad. Es muy difícil, pero no imposible.
(*) Cientista social. Docente UNR.