Los sueños literarios se materializan con tiempo y dinero. Las residencias de escritura son la panacea del “cuarto propio” de Virginia Woolf financiado por privados. De un total récord de 653 postulaciones recibidas de autores de 58 países, cinco escritores fueron seleccionados para la Residencia de Escritores Malba por un comité honorario integrado por el Premio Nobel de Literatura John M. Coetzee, María Soledad Costantini (Directora de Malba Literatura), Fabio Morábito (escritor, poeta y traductor) y Gustavo Guerrero (editor y académico). Las elegidas y elegidos llegarán a Buenos Aires, ciudad donde permanecerán durante cinco semanas, para terminar de escribir distintos proyectos. El costarricense Luis Chaves vendrá en abril a esta ciudad en la que vivió en el barrio de Villa Crespo entre 2003 y 2006. El chileno Alberto Fuguet cruzará la cordillera para instalarse en junio; el alemán Timo Berger regresará a esta ciudad donde también vivió y hasta estudió en Puán, en julio. La española Rosa Berbel aterrizará en septiembre y la italiana Verónica Raimo en octubre.
El hincha de Atlanta
Luis Chaves (San José, 1969), poeta, narrador y cronista, subraya que esta ciudad es “un lugar de muchos afectos, los más importantes de mi vida”. El autor de la novela Salvapantallas y la crónica Vamos a tocar el agua, aclara que lo dice sin exagerar. “Mi otra parte de la familia molecular está en Buenos Aires: amigos, música y sellos que me publicaron sin conocerme”. Aunque varios amigos porteños quisieron convertirlo en hincha de San Lorenzo, de River, de Boca y de Independiente, todos fracasaron. Por fidelidad a Villa Crespo se hizo hincha de Atlanta. En Costa Rica, es fanático del Club Sport Herediano. “Todo escritor o escritora termina lo que tiene que terminar de una forma o de otra. Las residencias ayudan, y se agradece mucho. Pero creo que pueden ayudar incluso más en etapas finales de un proyecto ya armado que busca solo cerrarse”. Desde hace más de diez años, al escritor costarricense lo viene acompañando un libro de narrativa que ha estado armando y modificando. “Necesito tiempo para concentrarme exclusivamente en terminarlo; esta residencia del Malba cayó del cielo”, reconoce Chaves.
Un lazo “cinematográfico”
Lo primero que aclara Alberto Fuguet (Santiago de Chile, 1963) es que le encanta que la residencia se llame REM, “una de mis bandas favoritas”, confirma el autor de Mala onda, primera novela que fue editada en Buenos Aires en la colección “Biblioteca Sur”, creada por el escritor y editor Juan Forn. El lazo que tiene con esta ciudad lo define como “cinematográfico”. Todas sus películas se estrenaron en el festival internacional de cine Bafici. “Ser invitado como escritor a Buenos Aires, y residir (no estar de paso) me llena de sonrisas. Me siento ultra cómodo en Buenos Aires. Claramente más cómodo que en Santiago. Siempre he sentido que soy un poco más de allá y que en Buenos Aires puede haber un lugar para mi”, revela el autor de los cuentos Sobredosis y las novelas Por favor, rebobinar, Tinta roja, Las películas de mi vida, Missing (una investigación), Sudor y la más reciente, Ciertos chicos, entre otras. “¡Me gustaría quedarme cinco meses!”, confiesa Fuguet, que no ve la hora de estar en Buenos Aires para avanzar con su novela Ushuaia, que tiene mucha conexión con Argentina por los personajes, las voces, las locaciones y los temas.
“Escribo cuando estoy en camino”
Al poeta, gestor cultural y traductor Timo Berger (1974, Stuttgart, Alemania), le dio mucha alegría enterarse de que estaba entre los elegidos. Estudió en Puán durante un tiempo, hizo una pasantía en un diario, una investigación para un doctorado y a la vez fundó con Cristian de Nápoli, Elizabeth Neira y Washington Cucurto un festival de poesía, Salida al Mar. Después estuvo de vuelta colaborando con la editorial Eloísa Cartonera para hacer una antología. “El afecto por la ciudad tiene que ver con las experiencias y las amistades que nacieron allá. Ahora la oportunidad de volver por más de un mes, sin tener otro objetivo que escribir, me resulta muy seductora”, plantea Berger. “La gran mayoría de las residencias de escritura son horribles porque te colocan en castillos sin calefacción, alejados de los servicios básicos; hay poco transporte, a veces ni un kiosko en la aldea más cercana. Esta residencia es distinta porque te coloca en pleno Buenos Aires; podés trabajar a la mañana y salir a la tarde. Yo no escribo en un escritorio, escribo cuando estoy en camino, de paseo, de viaje; hago muchas notas, grabo audios, saco fotos. Sentarse en el escritorio me sirve para ordenar, para editar, para corregir”, explica Berger que está trabajando en una colección de relatos ambientados en Buenos Aires, Bahía Blanca, Mendoza, Córdoba, Santa Fe, Rosario, Bariloche y Neuquén, entre otras paradas de un viaje por el país que realizó en 2022.
El límite entre lo científico y lo poético
Rosa Berbel (Sevilla, 1997), poeta e investigadora de la Universidad de Granada, tiene la mejor opinión sobre las residencias de escritura. “Más allá del espacio físico, creo que habilitan un necesario espacio mental para la escritura, una atmósfera oportuna. Estar fuera de casa te obliga a recalibrar todo, también las certezas y las comodidades de la escritura propia, de los espacios y ritmos propios. Y la poesía, la que yo aspiro a escribir y la que me gusta leer, se escribe desde la incertidumbre y desde la incomodidad, desde cierta sensación de extranjería, desde el extrañamiento. Por lo demás, diría que la poesía subvierte todos los imperativos y los convierte en una potencia del decir”, reflexiona la autora del libro de poesía Las niñas siempre dicen la verdad. Cuando llegue a Buenos Aires, avanzará con un proyecto de poesía que lleva analizando hace un tiempo. “El libro parte del concepto de sedimentación, que me sirve para explorar el vínculo entre poesía y geología. Es un vínculo enigmático, radical y estimulante. Todo poema es geológico: tiene estratos, líneas abisales, fricciones y accidentes, plegamientos, grietas. También la geología me parece una disciplina que guarda una relación particularmente íntima con el asombro y el misterio de lo poético. Hay, de hecho, toda una tradición geopoética que me fascina por esta transición del límite entre lo científico y lo poético, pero de la que creo que mi poesía también se distancia”.
La enamorada de los bares porteños
Verónica Raimo (Roma, 1978) cuenta que está “muy feliz” por haber ganado la REM y destaca que estuviera en el jurado Coetzee, “uno de mis escritores favoritos de todos los tiempos”. La escritora italiana estuvo en Buenos Aires por primera vez el año pasado, después de haber hecho una residencia en la provincia de Córdoba, donde comenzó a escribir la novela en la que está trabajando actualmente. “Las residencias de escritura suelen darme miedo, cuando estoy en lugares demasiado aislados, porque me encanta escribir en bares, entre la gente. Una residencia en Buenos Aires me pareció perfecta porque me enamoré de sus bares, así que no me aterra sentirme ‘obligada’ a escribir, sería una condición similar a la que escribo en general, pero en otra ciudad que me encantó y que tengo curiosidad por explorar”, reconoce la autora de la novela Nada es verdad (2022). En octubre, cuando esté en Buenos Aires, continuará la novela que está escribiendo, protagonizada por una mujer de 35 años que trabaja como camarera. Un actor estadounidense que conoció accidentalmente abusó de ella cuando era estudiante. La novela transcurre diez años después de ese hecho, cuando ella lee en las noticias que el actor ha muerto, y recuerda lo sucedido y cómo aquel abuso afectó su vida.