El gesto decrépito de canchero palermitano no lo exime de su pasado conurbano y patagónico. Apenas acentúa lo tilingo de quien puede creer que se reinventó cuando compró sus primeros zapatos caros y mirándose al espejo se dijo “qué bien, soy otro”. La gente que esquiva sus orígenes suele sufrir lo que pudiera acercarlo a un pasado que ha decidido ignorar a conciencia.

Es Susana Giménez preguntando si el dinosaurio estaba vivo, pero en versión despreciable, lo que ya es un exceso, y por lo tanto -quizá- no merezca ni el desprecio que él le prodiga desde hace años a los norteños. Aun allende la frontera. 

Sin duda le duele la belleza, la alegría. 

Seguramente envidia la satisfacción de quien puede tocar y afinar un instrumento tan complejo, aunque quizá no lo sepa. Así que no vale la pena intentar explicarle nada. Solo diré una frase muy usada por los bolivianos que él tanto odia: la ignorancia es atrevida.

En fin, si lo ven, me le mandan esta foto de regalo.

Gracias.