Moria le llamaría ángel y recorrido de pista; podríamos decirle encanto, presencia. Tal vez la palabra sea pariente de eso que nos pasa a los maricones cuando vemos a una mujer que puede comerse al mundo que, por supuesto, es algo que no tiene nombre. Algo de eso innombrable es invocado durante la hora veinte minutos que dura Sudor de Mujer, un tríptico teatral protagonizado por Nacha Lugo, Emanuel Villamayor y Alejo Moisés* donde nada menos que nueve mujeres, sus historias, sus alegrías, sus dolores, sus calenturas y todo su sudor se exaltan, se exageran, se ponen en la mesa con un humor magistral.

Son vampiresas, millonarias, marcianas. Son tres cuerpos exuberantes que ponen en escena gritos, gemidos y llanto; lágrimas y caritas de póker. Con situaciones inverosímiles pero personajes demasiado reales, los tres actores y escritores de la obra arrebatan risas con un tempo taquicárdico en la íntima sala de Savia Cultural (Jufré 127, CABA, viernes de marzo a las 22hs). Montadas a más no poder, con pelucas increíbles y maquillajes “a prueba de hidrolavadoras”, dan un espectáculo digno de la tradición argentina del personaje mujer que se roba la escena interpretada por maricones, cuyo recambio generacional en las últimas dos décadas no tuvo resultados destacables ni ejecuciones tan notables como esta.


Este homenaje marica a ese ser mujer que nos mueve tanto salió de una varieté cuyo motivo era una escena de melodrama/telenovela de mas o menos 15 min. Alejo ya las conocía, sobre todo a Ema, nexo entre él y Nacha, y esta era una oportunidad para trabajar juntas. Las tres tenían experiencia en teatro; Nacha en impro y Alejo además formado en la UNA. El resultado fue una escena sobre tres hermanas millonarias y sus desventuras alrededor de Diego Sergio, un hombre misterioso y nunca presente en el escenario. Más adelante llevarían esa escena a lugares como Roque Pérez, donde entre Hilux y boinas, dentro de un gazebo abajo de la lluvia, las tres se montaban para un público quizás inesperado pero que las recibió a carcajadas.

“Eso empezó a ser el germen de esto que Daniela Enet (productora de la obra) lo definió muy bien como un punto medio entre el grotesco criollo y el melodrama telenovelesco”, dice Emanuel Villamayor que agrega: “Eso es el germen de lo que manejamos siendo cada una mariconas y trayendo claras nuestras referencias a lo que, además, se agrega que somos tres gordas con pelucas y eso es llamativo”.

Para Alejo Moisés, ese código instalado en ellas, esos personajes mujerones, es un humor que el argentino disfruta sin juzgar. Es algo cercano al transformismo aunque sin serlo —piense en Gasalla y compañía— pero que “el argentino supo disfrutar mucho de ese tipo de código que ya no vemos mucho”. Aunque este tipo de humor levanta la acusación de caricaturizar a la mujer, los tres concuerdan en que tiene que ver más con la inspiración. “Para los maricones el lenguaje de la mujer y la mujer como referente es un registro que nos es fácil ahondar. Desde una Lali hasta una Moria o China Zorrilla. Mirar Esperando la Carroza es sorprenderse por ese tipo de humor que destaca muchísimo más que el de los hombres”, distingue Emanuel.


Llegado el momento, el trío decidió apostar al material de las millonarias (que ya cansados los tenían) y expandieron la obra: primero con tres marcianas, luego con tres vampiresas. Nueve personajes mujeres desplegados en el escenario sin caer en ningún momento en lo soez, lo burdo ni la humillación de las historias que se cuentan. Apuesta a la cual también se sumaron Daniela Enet y Maximiliano Piccoli y cuyo objetivo fue desde el principio “mostrar algo que de orgullo mostrar”. El cuidado en el vestuario y el maquillaje, junto con la impecable, natural y orgánica ejecución del guión dan cuenta de este objetivo.

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Notable es, también, la apuesta por este formato en un momento de auge para otras expresiones artísticas muy difundidas en el under porteño y AMBAcentrado como la perfo o el drag.

Alejo Moisés:— No siento que haga todo el trabajo de una drag queen, que es básicamente una doble vida fantástica. No lo hago, al menos yo, desde un lugar de construir la mejor versión de lo que es ser mujer sino que hago un personaje y voy a esos lugares que son mis zonas de confort. Ese es el juego. No hacemos el trabajo de una drag queen. Hay un millón de personajes que me acompañan todo el tiempo y elijo mostrar algunos en algunos momentos. Hay algo también de la observación. Yo me pongo auriculares sin música para escuchar cómo hablan todas las señoras que me cruzo en el colectivo y quiero ser todas ellas.

Emanuel Villamayor:— Hemos sido criadas las tres por muchas mujeres. Madres y abuelas, las cuales han hecho hasta el vestuario nuestro. Yo tengo tres hermanas, mi vieja y mi abuela que hacen imposible que la manzana caiga lejos del árbol.

Nacha Lugo:Somos trolos, como muchos, que tienen figuras femeninas muy presentes. Pasado, presente y futuro, amor.

AM:— El mundito de la impro aparte es demasiado paqui, al menos acá. No hay tantas mostras que hagan eso.

NL:— En su momento veía que eran todos heteros y yo era el único gordo trolo montado en zapatos de 15 cm.

AM—: Sin que nadie te lo pida, aparte…

Las tres construyen una química humorística que transmiten a cada minuto, sin alejarse del registro del melodrama en ninguna de las tres escenas, la naturalidad de sus actuaciones manifiesta un costumbrismo incompatible con la idea de que lo que se ve es una puesta en escena.

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El enorme abanico de situaciones cómicas, remates y chistes que da aire al espectáculo se adorna con una infinidad de referencias y subtextos políticos y queer. “Cuando ensayábamos las cosas pensábamos que era algo banal, pero al hacerlo en el escenario nos dimos cuenta que era algo sumamente político”, dice Moisés que agrega: “Estábamos levantando un montón de banderas inconscientemente. No pensábamos contar historias para profundizar en nada, sólo éramos tres gordas con una sábana de fondo viendo que sale. Y salieron cosas como que tres marcianas sirven de analogía a cosas muy cotidianas”.

A falta de referencias para comparar si una propuesta como esta gustaría o no (tres varones maricas interpretando mujeres fuertes en clave de comedia teatral), es el mismo público el que levanta los guiños del texto y los resignifica en clave cuir, mostrando el lugar que tienen nuestras existencias en la cultura popular argentina actual. “Viene mi mamá a una de las funciones con unas amigas de ella y como un mes después estaban charlando que en la primera escena, de las vampiras, ellas son de Transilvania y Constitución. A nosotras nos daba risa lo de Transilvania, nos imaginábamos castillos y rayos, pero ellas encontraron que lo de Transilvania era por trans, lo resignificaron como el lugar donde estaban las trans”, cuenta Alejo. “Eso quiere decir que entró algo, por más que me haya ido a ver a cada mierda que hice, estaba hablando de eso con sus amigas un mes después”.

Sudor de Mujer muestra entonces la falta que hace que seamos los maricones los que encarnemos el humor cuir, sus referencias y su estética, muchas veces mal ejectuda a pesar de las —¿buenas?— intenciones de muchos pakis.

EV:— Es esto de reírse de las situaciones, no del personaje. Nos gusta construir mujeres como personajes pero para que les pasen otras cosas. Esa mirada es la que falta. Hay chabones haciendo de mujeres, pero vulgar, burdo, insultante, no desde la exploración del mundo femenino y lo que le sucede.

AM:— Creo que ellos juzgan. Nosotros no juzgamos al personaje. Salimos a hacer unos reels montadas a la calle y la gente nos decía qué bárbaro todo.

EV:— Pero también está esto de que estábamos bien vestidas, de mujerones. Eso es también no faltar el respeto. Estábamos en Palermo y la gente nos filmaba, no eran pelucas de cotillón yendo a lo burdo. Hay respeto y admiración por las mujeres. Nuestras identidades no es sólo por lo que nos gusta, es por nuestra experiencia, por los saunas, por las teteras que hemos recorrido, por nuestras referencias, por la cantidad de chat de Grindr, por tener que ocultarnos...Hay un montón de cosas que nos hacen como artistas que hace que importe que un maricón ocupe estos lugares. Está bueno que haya aliades, pero queremos estar frente a estos proyectos y esta estética.

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Entonces vampiresas, millonarias, marcianas; todas sudan.

AM:—Viendo qué cosas había en común era que con todo el artilugio que nos ponemos chivábamos demasiado. Era muy sencilla la síntesis. El sudor nos caracteriza, algo nunca antes visto, con maquillaje a prueba de hidrolavadoras.

NL:— Estuvimos a punto de llamarnos Bolas de Fraile. Muy cerca, por suerte no.

EV:— ¡No! Era Suspiro de Monja.

Pero además del sudor, algo más une este tríptico: Diego Sergio. Dice Nacha Lugo: “Diego Sergio es como el hilo conductor, entre otras cosas. Que pase todo en constitución, que la casa se transforme, que sean mujeres y Diego Sergio nos jodía la vida en todas las escenas”. “Es la entidad de un chabon que siempre que toca algo y lo rompe. Es una fuerza que nos estructura las vidas de los personajes. Siempre desde afuera, llamando por teléfono, en una carta. Sin dar la cara, los tipos arruinan todo”, suma Alejo a lo que Ema agrega: “Es también dentro del registro de la telenovela, un nombre compuesto muy fuerte. Hay amigos que nos escriben y me llegaron a decir que era por Maradona y El Kun Agüero. ¡Justo nosotras!”.

Con risas garantizadas, Sudor de Mujer es un impecable retrato de la admiración de los maricones por las mujeres que nos criaron, que vimos en la tele, en el mundo del espectáculo y todos sus dolores y alegrías. Es una obra sobre cómo luchan los mujerones el día a día, incluso en mundos fantásticos o extraterrestres; cómo le hacen frente a esa fuerza que desde las sombras busca (des)ordenar sus vidas pero también cómo logran buscar refugio en las familias elegidas, construidas siempre, a base de sudor.