Sentado en el piso, un niño de siete años recorta fotos de revistas de cine mientras su madre charla con una vecina. Esa escena ambientada en 1941 está al inicio de Muestras gratis de Hollywood Cosméticos (1974), un guion que Manuel Puig escribió en México, donde adapta la escena germinal de La traición de Rita Hayworth (1968), su primera novela, que había nacido como guion cuando estudiaba cine en Italia.

Basada en una experiencia autobiográfica, ese niño era el propio Puig en el primer lustro de la década del 40, cuando comenzó a coleccionar recortes de textos y fotos de actrices, actores y publicidades de películas. El guion de 1974 incluía secuencias de sucesión de fotos de Loretta Young con diferentes peinados, más fotos de Norma Shearer, Robert Taylor, Tyrone Power, Errol Flynn, y otras figuras que el niño recortaba. 

De esta manera, Puig exponía la base de su impulso narrativo: sus relatos son un collage de imágenes apropiadas del cine que lo fascinó en su infancia, distorsionadas por sus vivencias cotidianas. En esas fotos que Puig coleccionaba desde 1940, y que evoca en su guion, también fue una suerte de precursor del género de la fotonovela. Nacidas en 1946 en Italia, una serie de revistas comenzaron a narrar distintas historias a través de fotos fijas con recursos del cine y de la historieta. 

En Argentina, la partir de 1949, la revista femenina Idilio comenzó a publicar fotonovelas en sus páginas, relatos que combinaban imágenes fíjas y palabras que atravesaron la década del 50 creando una estética y sensibilidad melodramática y camp que iba a marcar cierta modernidad. La revista Idilio presentaba sus relatos fotográficos como “cinenovelas”, nombre que podrían tener la mayoría de los libros de Puig. El Malba hace una muestra recuperando y agigantando el refinamiento de la fotonovela a través de la destacada labor de George Friedman, el fotógrafo responsable de su grandeza visual. En el catálogo de la muestra se incluye un fragmento de la novela Boquitas pintadas, de Manuel Puig, “que desde la literatura contribuye a percibir el contexto de recepción y la estética de la fotonovela.” Además del contexto de recepción, también se podría hablar de Puig como germen secreto de la creación de esa modalidad narrativa y estética.



Medusa frente al espejo

Cuando George Friedman se instala en Argentina tenía mucha experiencia como fotógrafo de cine y periodista gráfico en Europa y Estados Unidos, así que toda esa sabiduría práctica la va a capitalizar en su labor en las fotonovelas para la revista femenina Idilio. Tras la modernización política que impulsó el peronismo a través de la militancia y performance de Eva Perón, principalmente con la aprobación del voto femenino en 1947, las narraciones de las fotonovelas de Idilio estaban en sincronía con esa época renovadora. 

Por eso no es casual que la revista naciera en 1948, año de la creación de la Fundación Eva Perón, aunque las fotonovelas comenzaron a publicarse al año siguiente. Como bien señalan los ensayos de Samuel Titan y Paula Bertúa en el catálogo de la muestra, la sofisticación visual de las fotografías de Friedman excedían el funcionamiento narrativo de los relatos folletinescos de cada entrega de las fotonovelas: hay un exceso visual, una dimensión más estética que narrativa, un misterio cristalizado que desborda el gesto melodramático de las historias, como una suerte de teatralidad gráfica hiperbólica

Incluso Bertúa, acertadamente, propone poner en diálogo a Friedman con Greta Stern, autora de prodigiosos fotomontajes oníricos basados en relatos de los sueños de lectoras de Idilio. Es que esas fotos de Friedman, que ocupaban apenas unos centímetros en una página y que eran intervenidas con textos, pedían una apreciación distinta, con más glam que la deslucida impresión opaca de la revista. 

Por eso, Friedman sacaba fotos que no se usaban en las fotonovelas y que circulaban por fuera de ellas, en otras impresiones, ampliadas y brillantes, como la sofisticación de su mirada lo merecía. Esas fotografías, abstraídas de las fotonovelas, están destacadas individualmente en la muestra del malba, curada por Samuel Titán y Facundo de Zuviría, quienes potencian ese gesto de independencia y exceso de lo narrativo y de la funcionalidad. Así, una mirada camp, exaltada, restituye muchas veces el poder de lo sofisticado, de lo femenino, de lo compositivo, con una mirada desviada del relato, que tensiona o pulveriza el anclaje o las imposiciones de la narración disciplinaria. Como Puig recortando fotos de intérpretes de una revista de cine, esa serie de fotos son el relato del glam como refugio y resistencia, como autonomía de los valores sociales impuestos, más que una serie de imágenes fijadas es una arquitectura petrificada por la mirada monstruosa de Medusa.


Pionera queer

Aunque la muestra se concentra en ese exceso estético extraordinario que Friedman le imprime a la fotonovela, hay también una revalorización de la publicación Idilio que debería servir como puntapié para escribir una historia que se desarrolló a lo largo de sus páginas pioneras de cierta sensibilidad queer. Algunos apuntes de esa investigación deberían empezar destacando la promoción la nueva figura femenina de la modernidad, tan identificada con lo marica, tan ligada a posicionar lo glam y la frivolidad como estilo revolucionario. La fotonovela, reproducida en el catálogo de la muestra, de una fotógrafa, interpretada por la actriz Nelly Meden, que se desvía al retratar un museo de arte es paradigmática de esta narrativa moderna. Por eso que la actriz Graciela Borges, antes de acceder al protagónico en cine, haya sido la estrella de la fotonovela La chica de Nueva York, es un gran mérito pionero de ese género. 

Además de actrices que fueron fundamentales para la modernidad del cine argentino, como Borges y Elsa Daniel, protagonizaron fotonovelas de Idilio tanto Tita Merello como Mecha Ortiz, heroínas del cine clásico idolatradas por la comunidad queer. De hecho, la fotonovela con Mecha Ortiz fue coescrita por Bergara Leumann, quien también hizo el vestuario. 

Ortiz sería convocada para la versión cinematográfica de Boquitas pintadas a pedido de Manuel Puig. Además de Leumann, otro eminente homosexual de la época, Paco Jamandreu, va a participar como actor de una fotonovela en 1956, después del golpe del 55 y durante su persecución política por estar relacionado con Eva Perón. La revista Idilio incluso llegó a poner en tapa a Isabel Sarli en 1960, cuando recién había realizado sus primeras películas, y también convocó al por entonces modelo Ante Garmaz para ser el protagonista de varias fotonovelas.

En una de ellas, poco antes de que la revista cierre a inicios de los 60, Garmaz es acompañado por Dora Baret en una fotonovela titulada “Pasión infértil”, tal vez era una manera de hacer uno de esos guiños sobre su homosexualidad que le gustaba hacer para escandalizar, cuando aún no se podía hablar explícitamente de eso en los medios. En la foto de la mujer de vestido escotado que quiebra la cintura frente al espejo, o en la de la que mira vidrieras con tapado de piel y una pluma XL en el sombrero, o esa otra foto de la que tiene mirada perdida sentada frente a la máquina de coser Singer (¿donada por la fundación Eva Perón?), también se puede ver cómo en la estilización exaltada de la mirada de Friedman en cada foto de la muestra ya estaba el germen de ese guiño queer.

El jueves 6 de marzo, a las 18 horas, se realizará el conversatorio sobre fotografía y cultura visual contemporánea a partir de las fotonovelas de George Friedman con la participación de Verónica Tell, Francisco Medail y Pilar Villasegura. El viernes 7 de marzo, de 18 a 20:30, se realiza la clase presencial de Sylvia Saitta sobre radioteatros, revistas y diarios populares en el origen de la fotonovela. La muestra Fotonovela de George Friedman continúa hasta el 24 de marzo. Todo en Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415.