El árbol dio muchos frutos en poco más de diez años. En 2014, Lulu Kirschenbaum y Manuel Rud tomaron una decisión que cambió sus vidas para siempre: dejar la edición de libros escolares para dedicarse a publicar obras ilustradas para chicos, con la intuición de que lo más importante es el placer de leer. Desde que apareció Limonero, este sello independiente argentino cosechó el asombro y el goce de pequeños y grandes lectores con un catálogo estimulante y original, con títulos como El día en que la tierra y la luna se pelearon, Capitán nudo y su estúpida sombra, Un día genial, Vida de lápiz y Todo lo que pasó antes de que llegaras, entre otros. El aroma de estos libros llegó muy lejos y pronto fue elegida la mejor editorial infantil de América Latina, en 2019, en la Feria del Libro de Bolonia. El premio más reciente lo obtuvo por La colección Billy Besta, de Jill Senft, en la categoría Opera Prima, también en La Feria de Bolonia.
“Los premios son un reconocimiento, un empuje para el catálogo, una posibilidad de dar visibilidad a los libros de la editorial”, plantea Rud y precisa que cada premio tiene su “momento” y su “particularidad”. En el caso de Bolonia, aclara que cada uno de los tres premios que recibieron como editores o a sus libros fue diferente. El primero, en 2019, lo define como “una sorpresa total”. Rud confiesa la impresión que les causó esa distinción inesperada. “Lo sentimos prematuro y nos dio un poco de miedo poder seguir publicando a la altura de tamaño reconocimiento; es una responsabilidad enorme”. Después están las distinciones que ganaron los libros, como el que recibió en 2023 Todo lo que pasó antes de que llegaras, de Yael Frankel, que obtuvo el preciado Premio Bologna Ragazzi en la categoría Ficción. “Fue un premiazo, nos dio una sensación de reconocimiento y de haber logrado seguir a la altura de la mención de 2019. Gracias a ese premio, por ejemplo, el libro pudo tener una visibilidad que le permitió venderse a muchas lenguas. Cuando eso pasa, uno siente mucha satisfacción profesional y también personal por los lazos que se afianzan con ciertos autores”, revela el editor.
Lulu Kirschenbaum (su nombre es Luciana, pero la llaman Lulu desde que tiene 8 años en honor a la Pequeña Lulú, aunque en algún momento perdió el acento escrito) cuenta que siempre está sobrevolando la idea de que esos premios son “eventos aislados o fortuitos”, “casi la teoría del farsante”, porque es “un trabajo que hacen con algo de intuición y recorrido, pero que pueden dejar de saber hacerlo en cualquier momento”. El próximo 31 de marzo, el día en que comenzará la Feria del Libro de Bolonia, Limonero recibirá el premio Opera prima por el libro La colección Billy Besta, de Jill Senft. “Billy Besta es un libro del que nos sentimos más que orgullosos -admite Kirschenbaum-. Es súper experimental, y decidimos apostar desde el inicio. Desde descubrir a esta nueva autora, hasta decidir trabajar con alguien con quien era más complejo comunicarse sobre ciertos asuntos textuales o narrativos por un tema idiomático. También tiene que ver con una nueva apuesta que estamos haciendo de llevar el mundo de la ilustración al mundo de los adultos y en el mismo gesto proponer a los niños, en este caso, un universo más ligado al museo o la colección”. La editora califica a esta nueva apuesta como “un gesto osado” y “aunque es un libro que quizás no tenga tan buena performance comercial nos gusta sentir que hay un consenso en que es importante que exista”.
Después de poco más de diez años de haber fundado la editorial, el balance que hacen es “súper positivo”. “Ser muy estrictos al principio con lo que publicábamos (álbum ilustrado que tenga texto sí o sí y que convoque a niños y grandes) creo que permitió ocupar un lugar con claridad y marcar una línea editorial nítida, lo que a su vez nos permite ahora desdibujar esos contornos tan estrictos sin miedo a perder identidad. Creo que podemos ser más libres en lo que publicamos y que eso nutre el catálogo en un sentido positivo. No lo vuelve incoherente, sino más rico”, argumenta Kirschenbaum.
La pasión por el libro álbum le imprimió un perfil reconocible a Limonero. “Yo creo que es difícil definir en qué consiste una pasión -reflexiona Rud-. ¿Un deseo? ¿Un gusto? ¿Un entusiasmo? ¿Un placer? Tiene que ver con todo eso: con algo que no es un programa estricto, que no está forzado ni se hace por obligación. Es algo que está más del lado del deseo y el impulso y la sinrazón. Y eso nos pasa con cada uno de nuestros libros, con algunos más, con otros menos (porque siempre hay un trabajo que hay que hacer en un sello editorial que cae del lado de la razón, lo programático, lo económico, por supuesto). Lo increíble es que esta pasión se va sosteniendo con el tiempo, como producto de que vamos profundizando, entendiendo, creciendo y (por suerte) cambiando. El mundo de la ilustración también creció mucho en estos años, se fue legitimando y complejizando, y el desafío como editores (y como personas) es no permanecer rígidos sino seguir dialogando y profundizando para que esa pasión se mantenga y renueve encontrando nuevas formas. Esa renovación vale triple”.
“No hay temas infantiles; sólo universales”, suelen postular los editores de Limonero. “Los temas que se piensan como exclusivamente infantiles, como si los niños casi no fueran personas si no alguna otra cosa a la que hablarle simplificada e ingenuamente, solo va al camino del empobrecimiento del universo del libro y no a la riqueza”, fundamenta Kirschenbaum. “Nos gusta pensar la infancia como una etapa atravesada por los mismos temas; a esa literatura como una literatura para también abrir mundos en sus lenguajes gráfico y visual a esas personas; no restringir si no ampliar. Salvo temas muy específicos (como la sexualidad en una visión más adulta), todos los temas que nos atraviesan como pasiones o preocupaciones a los adultos podemos participar a los niños. Esta interacción entre niños y adultos va a ser más rica porque va a ser de genuina incumbencia para todos”.
En 2024, Limonero decidió desembarcar con algunos títulos de su catálogo en España. “Me temo que no hubo un día tipo ‘llegamos’ sino que es un proceso largo y trabajoso -explica Rud-. Ya habíamos intentado exportar libros y ahora estamos imprimiendo allá. Es difícil a la distancia, ya que ninguno de los dos piensa instalarse en Barcelona y algo de estar en el territorio ayuda muchísimo, pero confiamos en que el equipo de España y el propio catálogo se harán su propio espacio. Vamos lento, pero firmes”. Una novedad de la profesionalización de Limonero es “tener un plan claro de lo que vendrá este año”, cuenta Kirschenbaum. Ya está en las librerías No hacer otra hacer otra cosa que ser feliz, de Benoit Broyart y Csil, una traducción de un libro publicado por una editorial suiza, más orientado al público adulto. “Un libro experimental, de fragmentos, de diálogos interrumpidos de duplas o parejas que parecen espiados en una conversación íntima”, comenta la editora. En abril llegará Tengo un amigo que se murió, de Patricio Famulari, “un libro valiente y osado, sensible y maravilloso que creemos que va a ser impactante”, con ilustraciones de Amanda Baeza (ilustradora que también quedó seleccionada en Bolonia por este trabajo).
Todo empieza con el nombre, aunque Rud confiesa que hay un componente irreflexivo que quizá acarrea la pasión. “El limonero es un árbol que nos gusta, con un fruto que nos gusta y una flor con un aroma que nos encanta también. Yo creo que si hubiéramos pensado mucho, no nos nombrábamos, ¿no? Fue medio un impulso al que luego le fuimos poniendo relato”.