El arte tiene algo de mágico cuando se enfrenta a las sombras de la realidad y ejerce la sospecha. Lo sabe bien Esteban Pucheta, un artista de las artes escénicas que, más allá de las etiquetas, se define como un creador que explora diversas dimensiones del escenario. Actor, director, escritor: su trabajo atraviesa estos límites y los desdibuja, tal como lo hace en su última obra, Estepa, una reflexión sobre la idiotez que reina en la época y con el conurbano como telón de fondo.
Oriundo de Quilmes, fue ahí donde dio sus primeros pasos como actor en la Escuela de Mimo y Teatro de Bernal. Para Pucheta, el conurbano no es solo un lugar, sino una geografía emocional que atraviesa sus obras."El conurbano está presente en cada proyecto que toco. Hay algo que es inconfundible, un “aroma” del conurbano que me gusta que esté en las poéticas que trabajo", dice.
"Cuando comencé, pensaba en la escena solo desde el lugar del actor, pero luego fueron surgiendo muchas más preguntas sobre cómo abordarla desde otros lugares", dice Pucheta. La clave de su cambio fue el taller de Emilio García Wehbi, a quien describe como un "gran maestro" que le abrió los ojos: "cuando vi su trabajo, me fascinó la posibilidad de mezclar lenguajes y entendí que no había una regla sobre cómo hacer teatro, sino que había muchas posibilidades. Fue como encontrarme con un mundo completamente desconocido, meterme bajo el agua y ver lo que había abajo, en las profundidades”, reflexiona.
Su relato se detiene en una de sus memorias más formativas: "Cuando era chico, bajar las barrancas de Bernal era toda una experiencia. La neblina, el humo de la fábrica de papel, un olor nauseabundo a coliflor y las casas que se asomaban entre la niebla…”. Todo eso es lo que está en “Estepa". Escrita durante la pandemia y estrenada en 2023, lleva esa experiencia de infancia a un terreno más filosófico y político.
Alejandro Tantanian, en el prólogo de la obra que fue publicada por Los Pixeles Muertos, escribe: “Pucheta desafía el silencio entregándonos un cuento contado por varios idiotas que interpelan de manera feroz estos tiempos tan oscuros que nos toca vivir”.
“Estepa nació con una idea: pensar en un tiempo donde la idiotez manda. Y mientras iba escribiendo, me di cuenta de que esa idiotez, la que denunciaba en el texto, comenzaba a tomar forma en la realidad, sobre todo a medida que la pandemia y el pos-pandemia avanzaban", explica Pucheta, con un dejo de resignación.
La idiotez
Para él, la "idiotez" no es un concepto superficial, sino un síntoma de una sociedad cada vez más desconectada de las preguntas profundas. “Los idiotas son felices. Hay cosas que no les preocupan, no los alarman, no los horrorizan ni interesan. Cuando hablo de los idiotas, hablo de los sujetos abordados por la pulsión del desinterés. Aquellos enamorados y fanatizados por las imágenes. Hoy en día uno está fijado en la imagen y eso imposibilita que nos hagamos preguntas. Estamos llenos de certezas, pareciera que no hay espacio para la duda”, reflexiona y agrega: “en el teatro también sucede. Mucho de lo que veo hoy son propuestas muy reactivas, que siguen una lógica de mercado y no una lógica estética que invite a cuestionarse el contexto".
Este tipo de reflexión política se transforma en motor de su trabajo artístico. En Estepa, la crítica a la simplificación de la política y la vuelta a un mundo de fantasías que no se cuestionan se entrelaza con la visión personal de Pucheta sobre su tierra: el conurbano. En ese sentido, la obra es también una especie de testimonio sobre el "horror bellamente cotidiano" que es vivir entre la neblina y el humo, entre lo "feo" y lo "hermoso". Pero, a pesar de su tono sombrío, Estepa no es solo una crítica, sino una invitación a imaginar un mundo distinto.
“Meter la cabeza adentro del microondas. Quemar los ojos. Freír las córneas entre pantallas. La noche del malestar: carne cocida, el olor más exquisito de la patria. Carne a punto teletubbie. Un intento por pegar un alarido, un grito: una anomalía que desnude, en su aullido, la geografía feroz que la gesta”, así se anuncia la obra en sus redes sociales.
Adictos a las pantallas
La obra está protagonizada por teletubbies. Los Teletubbies representan una conexión con las pantallas y una realidad alterna, similar a la relación que tenemos hoy con dispositivos como los celulares. “Yo nunca consumí el programa de los teletubbies porque ya era grande para esa época. Pero siempre me generaron intriga. Ese exceso de luminosidad que tenían, una cosa alegre, que escondía lo siniestro. Con el paso del tiempo entendí que lo que estaba pasando ahí era que estos bichos tenían un vínculo con las pantallas que para la época era un poco excéntrico, pero hoy por hoy es la moneda corriente, el injerto de las pantallas en su estómago y la comunicación que tenían con esa otra realidad, que era la realidad de lo no animado. Estaba “la estepa teletubbie” y la de los nenes jugando en la plaza que veían en sus pantallas. Eso parecía el futuro y es hoy nuestro presente”, reflexiona. Poco a poco nos convertimos en habitantes de la estepa y abandonamos el canal de la realidad.
En algún momento, confiesa el autor, pensó en llamarla “el 18 brumario de Tinky Winky, Dipsy, Lala y Po”, pero decidió que era darles una oportunidad de redención. “El mayor aporte del sujeto histórico teletubbie es haber vuelto idiota al mundo entero. Yo también estoy inserto en esa lógica. Tenemos que poder desanudar esos mecanismos que tenemos incorporados. La teletubbización del mundo marida muy bien con tener una vida de derecha. Con el deseo neoliberal que vive en nuestra sangre, incluso sin quererlo y odiándolo con nuestra alma”.
Pucheta lo dice claramente: "El arte tiene que ofrecer otra dimensión, algo que nos saque del encierro de la actualidad y nos haga pensar en otras posibilidades. Los políticos hoy han perdido la capacidad de imaginar, y eso es algo que el arte puede recuperar".
En la obra actúan: Martín Antuña, Mateo De Urquiza, Sofia Gonzalez Scheffer, Martina Greiner y Cintia Hernández. El diseño de vestuario y escenografía es de Martina Nosetto. La iluminación de Martín Antuña y el diseño de movimientos de Liza Karen Taylor. La dirección, como la dramaturgia son de Pucheta.
Pucheta también se refiere al trabajo colaborativo como una de las claves para poder sostener una práctica artística en tiempos tan complejos. Es uno de los actores de “El trágico reinado de Eduardo II, la triste muerte de su amado Gaveston, las intrigas de la reina Isabel y el ascenso y caída del arrogante Mortimer”, obra que dirige Alejandro Tantanian y puede verse en el Teatro San Martín de jueves a domingos a las 20:00. “ "Trabajar en Eduardo II me salvó la vida en el marco de lo que fue y viene siendo el contexto político social. La experiencia grupal en la que me sumergí fue fundamental, tanto como en Estepa, donde el grupo de trabajo fue muy amoroso y solidario. Esa sintonía humana fue lo que permitió que la creatividad floreciera". Y, en un gesto de humildad, reconoce la importancia de este "rescate" mutuo en un contexto de tanta incertidumbre: "Hoy el teatro, como el arte en general, tiene que ofrecer una posibilidad de imaginar otros mundos. Y eso es lo que me sigue impulsando a seguir trabajando".
“Estepa” se puede ver los viernes 7, 14 y 21 de marzo a las 23 hs en Teatro Silencio, Luis Sáenz Peña 663. Las entradas se pueden adquirir a través de Alternativa Teatral.