Hace unos años, apareció en la Argentina una persona que decía hablar una lengua indígena aparentemente perdida: el chaná. Al poco tiempo se editaron diccionarios y la lengua se pudo recuperar completamente. Aquel hombre, llamado Blas Jaime, ubicó a los chaná en el mismo lugar donde hoy están los descendientes de alemanes del Volga, en la provincia de Entre Ríos, que van perdiendo inexorablemente su dialecto germánico. De esa tensión entre dos culturas que cohabitan el mismo espacio nació Sombra grande, el nuevo largometraje de Maximiliano Schonfeld, que tuvo su estreno mundial en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Festival de San Sebastián 2024, y que a partir del jueves 6 tendrá su estreno exclusivo para la Argentina en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Corrientes 1530). El estreno es acompañado por el ciclo retrospectivo "Érase una vez en Crespo", que da cuenta de la cualidad creativa y prolífica de tres realizadores que forjaron sus respectivas filmografías en el municipio entrerriano de Crespo: Iván Fund, Eduardo Crespo y el propio Schonfeld (ver abajo).
Hace ocho años, la Secretaría de Cultura de la Nación había lanzado el concurso "Plataforma más futuro", cuyo objetivo era estimular lo interdisciplinario. Entonces, Schonfeld y Julián Bejarano, un poeta amigo del director, se presentaron para trabajar sobre la cultura chaná. Ahí surgió la idea de vincular la poesía con el cine ya que Sombra grande se hizo en base al poema homónimo de Bejarano. "Nos presentamos, ganamos y con ese aporte se editó el libro. Y armamos una pequeña instalación que fue lo que se presentó para el concurso", cuenta el cineasta. "Así empezó la película, siendo una instalación entre poesía y cine en el Museo Serrano de Paraná", agrega.
-¿Y cuándo y cómo se te ocurrió una película en base al poema?
-Fue apareciendo de a poco. Habíamos filmado para la instalación y yo sentía que había dejado afuera actores que habían estado involucrados en las películas anteriores. Y dije: "Bueno, a ver qué pasa si empiezo a a meterme un poco más en la vida de ellos fuera del cine, y trabajando más los vínculos y tal". Y la verdad es que no supe que había una película hasta el día que la terminamos y se hizo el DCP. Fue un proceso muy incierto. Incluso, la película se empezó a filmar antes que que Jesús López y Luminum, que son dos pelis que hice y que salieron antes. A Sombra grande no le encontraba la vuelta. El poema se me escapaba, las imágenes se me escapaban. Quería tensionar justamente las dos lenguas y el territorio y todo eso y, entonces siempre era una película que estaba un poco en reposo y un poco haciéndose sin saber hacia dónde ir.
-¿Cómo fue el trabajo previo para documentar la recuperación de una lengua que se consideraba perdida?
-Se habían hecho un montón de documentales sobre Blas Jaime y la lengua chaná, pero más clásicos e institucionales , y yo sentía que faltaba algo que la ponga en contexto, que la ponga en territorio. Y decir: "Bueno, esta lengua habitó en tal lugar y hoy viven inmigrantes que no tienen nada que ver con los pueblos originarios, que son muchos descendientes alemanes del Volga". Y fue ver qué pasa con ese territorio como en una disputa lingüística y ponerlo en tensión. Es más: tenía mucha curiosidad sobre qué pasaba si en la misma obra se juntaban las dos lenguas y empiezan a tensionarse junto con el castellano. Y cuando le dije a Blas y a su hija -que es la guardamemoria de la lengua chaná- que estaba haciendo una película de esta característica, les interesó mucho también esto de tensionar un poco esta parte del territorio entrerriano, y que empecemos a trabajar con las diferentes lenguas y ponerlas en contexto. Y también hacerlas poesía.
-¿Fue una dificultad que la película tenga tres lenguas a la hora de filmarla?
-Sí, pero sobre todo fue la cantidad de personajes que elegimos. Y que yo quería que todas las las historias tuvieran una primera parte y una segunda, y que todas fueran más o menos de la misma duración. Una película coral ya es difícil de estructurar de por sí. Y si tenés siete personajes, se vuelve un caos. Eso fue lo más difícil: encontrar un tono que fuera homogéneo para todas las historias.
-¿Y por qué decidiste que fuera una película coral con siete historias?
-En primer lugar, sabía desde que empezamos a filmar que era mi despedida del trabajo que venimos haciendo con los alemanes del Volga. Soy de esa comunidad, pero sentía que desde mis cortometrajes y desde Germania venía haciéndome preguntas, indagaba, trabajaba sobre esta inmigración, sobre este dialecto que se habla, y sobre la estructura social y también poética de este pueblo. Me interesaba hacer como una obra saeriana. Como Saer hacía con Santa Fe, me interesaba con esta comunidad repetir personajes. Como hacía Saer, quería trabajar la espesura de un territorio, pero en un momento sentí que se había agotado, que ya no tenía más nada para aportar, para mirar, y necesitaba hacer una película conclusiva, donde estuvieran muchos de los actores que habían sido importantes para mí de las películas anteriores; no todos pero sí muchos. Entonces, ahí abrí el juego y vi que tenía que hacer un montón de historias. Una vez que tomé la decisión, ya no había vuelta atrás.
-¿Cómo fue la experiencia de meterte en la cotidianidad de los alemanes del Volga durante seis años?
-Cada historia tuvo su particularidad. Muchos se divorciaron en el medio, otros tuvieron pérdidas familiares muy importantes, algunos problemas más serios de salud mental. Entonces, lo más difícil de todo eso era saber qué poner y qué no en la película. Y saber también qué cosas les podían afectar a ellos o no. En ese sentido, optamos por ser un poco más distantes y respetuosos, y tratamos de trabajar más con las pequeñas secuelas que dejaban esos eventos que eran más extraordinarios y fuertes, porque si no también sentía que una historia podía devorarse a las otras. En algunas historias pasaron cosas muy fuertes que no están en la película, pero yo sí intentaba que se percibiera cierta tensión o ciertas secuelas. Y, además, había una dimensión ética que era que muchos de ellos no querían que se hable de determinadas cosas. Entonces, eso se respetó muchísimo.
-Debe haber sido una complicación el trabajo con estas personas durante esos seis años justamente por los cambios que trae aparejados el paso del tiempo, ¿no?
-Recontra, sí. Algunos decidieron no seguir filmando porque habían cambiado de pareja y ya la pareja nueva no quería que se sigan metiendo en la vida de esa persona. Eso nos pasó mucho. Intentamos dejar que también el tiempo curara esas cuestiones. Además, por momentos teníamos más nitidez de la película que teníamos entre manos y por momentos la película se nos escapaba. Nunca había estado en un proceso así, donde la película se me escapara tanto. Y también sentía que era un espacio que me retenía, que decía: "Bueno, no te vayas de acá". Fue muy loco también porque la película empezó como instalación, que era justamenmte eso. Y su estreno mundial fue con una instalación también en el Festival de San Sebastián. San Sebastián sabía de este proceso en el que yo estaba, hace años que me venían siguiendo, y me preguntaban y preguntaban. Entonces, decidió meterse de lleno en el estreno y decir: "Bueno, no solamente queremos que presentes la película como tal, que nos gusta, pero sí tiene que estar acompañada por lo otro, que vos siempre decías que era la instalación". Y me financiaron la instalación para que se presentara junto con la película. Todo buenísimo.
-En esos seis años, ¿el mayor trabajo previo fue observacional?
- Sí. A veces también recreábamos escenas que ellos me contaban que habían pasado: "nos conocimos de esta forma", "fue así", "fue una mirada", "fue esto". Entonces, dijimos: "Vayamos y pongámonos en situación, y que suceda". Y otras no, era decir: "Voy a estar en un encuentro de autos". Listo. "Bueno, voy a filmarte", le decía. Ponía dos personajes en movimiento dentro de ese evento. Otra era: "Vamos a filmar una fiesta de alemanes, ¿ok? ¿Qué actores pueden ir?", preguntaba. "Yo puedo ir". Listo, comprábamos las tarjetas y, en el medio, era dejarse llevar por lo que iba apareciendo.
-¿Te propusiste de entrada que la película excediera el registro documental?
-Sí, fue algo que ya había probado en La siesta del tigre, que era como un documental ficcionado, donde había muchas situaciones que yo veía y que me encantaban de estos personajes que acompañamos durante dos años y que después era ir al campo a recrearlas, también obviamente dejando siempre la puerta abierta. Fui aprendiendo en estos tres documentales que son como un tríptico -Sombra grande, Luminum y La siesta del tigre a buscar -en qué lugar me sentía más cómodo de lo que podríamos llamar "documental". Si bien las películas han transitado por festivales más de documental, como Visions du Réel, por ejemplo, la verdad es que para mí fue un un ejercicio de estilo, de acompañamiento. También sabía que tenía que tener un cierre. Prefiero seguir haciendo ficciones, pero esto me abrió la puerta también a mirar de otra manera, a trabajar la puesta en escena y la paciencia desde otro lugar, donde era mucho más importante cierta amorosidad del acercamiento y no tanto la planificación. Fue de esa manera que se hicieron estas películas que, incluso, hasta en un momento llegamos a coquetear con la idea de que sean una sola. En un momento dijimos: "Bueno, vamos a reeditar La siesta al tigre, le vamos a sumar a Luminum, vamos a sumar Sombra grande y vamos a hacer una sola gran película".
-¿Ese era el plan?
-Durante un tiempo ese era el plan. Incluso Luminum y Sombra grande fueron durante bastante tiempo una sola película. En algún momento pensábamos eso: cómo los materiales podían llegar a convivir con las diferentes películas porque entendíamos que era todo parte de un mismo movimiento. Y después no, cada película fue encontrando su tono, su espacio, sus propios personajes, y terminaron siendo películas separadas.
-En esta película los descendientes de alemanes del Volga aprenden a hablar la lengua chaná. ¿Te propusiste que ese cruce de culturas fuera parte del espíritu de la película?
-Sí, totalmente. De hecho, eso fue lo primero que le planteamos a Blas Jaime, el último chaná, diciéndole: "Vamos a poner en tensión el cruce de lenguas", porque el dialecto alemán del Volga es una lengua que se está extinguiendo. De hecho, acaba de ser declarada Patrimonio Entrerriano por la Cámara de Diputados, con una ley que, de alguna manera, obliga a la provincia de Entre Ríos a difundir más la lengua para que no se extinga porque está desapareciendo. Y me llamaba mucho la atención cómo en un mismo lugar, una lengua había aparecido de la nada, que se creía que no había nadie que la hable, como el chaná, y en ese mismo lugar había un dialecto que se estaba perdiendo. Y me preguntaba también cómo podía hacer el cine para capturar ese dispositivo lingüístico que estaba sucediendo. Había ahí una tensión de culturas.
-El estreno de Sombra grande se da en el marco del ciclo retrospectivo "Erase una vez en Crespo", de La Lugones, con realizadores de Crespo. ¿Es pura casualidad el grupo que surgió?
-Siempre que nos preguntan y la verdad es que no sabemos bien qué responder (risas). Pasó en Gualeguay en otra época, cuando poetas increíbles eran todos del mismo lugar: Carlos Mastronardi, Juan L. Ortiz, Amaro Villanueva, etcétera. Y éste es otro fenómeno que sucedió en la ciudad de Crespo, donde somos un montón, no solamente los tres que dirigimos, sino que hay otras personas alrededor que son fundamentales. Tienen mucho que ver también ciertas políticas que se dieron en su momento: la ENERC , allá por el 2001, sacó sus profesores al interior del país a dar talleres. Y dio la casualidad que uno de los talleres era en Paraná. Tuvimos la suerte de que una persona que tenía una camioneta muy chiquita, pero una camioneta al fin, nos subía a todos atrás amontonados. Éramos seis o siete, y de ahí nos íbamos a Paraná a tomar los talleres de cine. Esos talleres estaban buenísimos, nosotros éramos muy jóvenes y entusiastas, y hubo una política que nos encendió un algo. Eramos amigos y ahí arrancamos, y también tuvimos la posibilidad de que gente de Buenos Aires nos haya recibido como, por ejemplo, Martín Crespo, hermano de Eduardo Crespo, que con su dos ambientes nos alojaba y nos ayudó muchísimo a que nos podamos quedar en Buenos Aires. El ya trabajaba en I-Sat en ese momento, entonces también nos abrió muchísimo la cabeza. Si uno lo ve en retrospectiva, hay una suma de factores que van haciendo y que van marcando el destino de un grupo de amigos.
Ciclo en la Lugones
Érase una vez en Crespo
Del viernes 7 al viernes 14 de marzo se llevará a cabo en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín el ciclo "Érase una Vez en Crespo", acompañando el estreno del último largometraje de Maximiliano Schonfeld, Sombra grande. El programa está integrado por seis largometrajes fundamentales dirigidos durante los últimos quince años por Iván Fund, Eduardo Crespo y el propio Schonfeld. El ciclo está organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires, dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad, junto con la Fundación Cinemateca Argentina.
Este viernes 7 a las 15, arranca el ciclo con Germania, de Schonfeld (repite el viernes 14 a las 21). "Germania es el primer largometraje realizado íntegramente en una aldea alemana del Volga, hablado gran parte en alemán del Volga. Y es el principio. Germania es el principio y Sombra grande es el fin. Ahí abrimos también, por lo menos yo, una manera de mirar, un estilo, una búsqueda, y con Sombra grande es el desprendimiento para darle paso a otra cosa", explica el propio cineasta.
El mismo viernes a las 18 será el turno de Crespo (La continuidad de la memoria) (repite el miércoles 12 a las 15), de Eduardo Crespo. El sábado a las 15, se proyectará otra película de Crespo: Nosotros nunca moriremos (repite el martes 11 a las 21). El ciclo continuará el sábado a las 18 con La risa, de Iván Fund, que viene de ganar el Oso de Plata Premio del Jurado de la Berlinale por su más reciente largometraje El mensaje (repite el domingo a las 15). El domingo a las 18 será el turno de Jesús López (repite el miércoles 12 a las 21), dirigido por Schonfeld. El martes 11 a las 15 se proyectará Vendrán lluvias suaves, de Fund (repite el jueves 13 a las 21).
* Sombra grande en La Lugones: Jueves 6, viernes 7, sábado 8 y domingo 9 a las 21. Martes 11, miércoles 12 y jueves 13 a las 18.