Florencia Aroldi apenas conoció a su papá, Norberto, que falleció cuando ella tenía 3 años. Pero meses antes le escribió una poesía imaginándola hasta la adolescencia, y ella le respondió con otra a sus 14 años. De esos cruces imaginarios nació Prestame tu sueño, la última obra de Aroldi (en la que también actúa su madre, María Ibarreta) donde la protagonista trabaja en algo que no le gusta y el fantasma de su padre se le aparece para convencerla de que se dedique a lo que la moviliza, la escritura, mientras debe resolver con su madre una cuestión familiar. 

“Quise, como hacen autores y autoras, que lo que no podemos hacer en la vida lo hagamos en escena”, confiesa Aroldi. “Los huesos del relato, que le daban estructura a mi papá, eran de otros. No podía apropiarme. Sentía también algo de la orfandad, de hablar de alguien que es mi padre y sin embargo no conocía bien. Y escribir la obra, porque el arte no es una mentira sino verosímil, me permitió habitar ese lugar, tener consistencia en el vínculo con mi viejo”, afirma sobre la obra, que se presenta los domingos a las 20 en El Victorial (Piedras 722).

“¡Necesito dormir!”, protesta Florencia, e inmediatamente su padre, Norberto, la corrige: “No, necesitás soñar”. Ese sueño es también la propuesta de la obra, que se va escribiendo a medida que se despliega: el vínculo ficticio basado en la vida real también tiene una duplicación sobre el escenario: entre pedidos, reproches, demandas, pero también mucho amor y ternura, la manera de resolver una despedida imposible es hacerlo en una (otra) ficción. Para Aroldi, “es el encuentro entre una hija que está en una crisis de identidad con un padre fallecido que por momentos parece que está más vivo que la hija”, que “pone en juego este vínculo a través de un lenguaje teatral, donde la metateatralidad te hace sentir de una manera diferente el paso del tiempo”, analiza. 

Y para Ibarreta, ser parte de esta obra “es una experiencia particular”. “Además de los textos de Norberto hay algo del lenguaje de Florencia que lo asocio con la escritura de su padre. Eso me movilizó, me hizo recordar desde otro lugar a Norberto. Una sensación de que Florencia está madurando como autora”, se entusiasma la actriz.

-En la obra Florencia desea largar todo para dedicarse a escribir pero al principio no se anima. ¿Qué representa ese sueño? Puede pensarse como una metáfora para seguir...

Florencia Aroldi: -En lo social esta obra habla de nosotros y de nosotras, que tiene que haber la construcción de un sueño para proyectarnos en una sociedad que te lleva a no soñar, a no pensar, a no conmoverte, a no tener ideales, a no reconocer el pasado. Estamos hablando de una identidad, una argentinidad, actores y actrices que tienen esa partitura emocional en la que nos reconocemos. Hay algo en eso que nos identifica. Es a nivel social, del sueño colectivo, pero también el vínculo con nuestros muertos. En esta obra yo intento agradecer al pasado. No hay que negar la memoria. Todos tenemos historia y algo que agradecer, aunque sea a nuestros viejos por pasarnos la herencia de la pasión. En un sistema de gobierno a nivel mundial que quiere que no soñemos, no cuestionarnos quiénes somos, que no agradezcamos al pasado ni tengamos memoria. Es una obra que además reivindica lo poético, por ser mi padre un poeta, el valor de la palabra. La poesía nos define como seres humanos también.

La puesta en escena es en un pasillo del Teatro El Victorial con sus puertas altas, el techo con molduras y las arañas para iluminar la escena, lo que le da un ambiente único a la obra. La historia transcurre en la casa de Florencia, y las habitaciones que dan a ese pasillo son también parte de la obra, espacios donde los actores entran y salen de escena como si el público estuviera espiando a los personajes en su cotidianeidad. Las actuaciones (Anahí Gadda, Manuel Enrique Longueira e Ibarreta, dirigidos por Antonio Célico) fluyen con mucha naturalidad y cada uno destaca los rasgos de su personaje, que Aroldi construye a partir de su propia experiencia de vida, aunque aclara que no es un biodrama, y mecha textos de su papá (autor de tangos como "Pa que sepan como soy", novelas como Cacho de la esquina y guiones para películas como El andador), llevando al espectador a una Buenos Aires de otra época, de un optimismo arrabalero resignado en el que esta ciudad no solamente es contexto, sino también causa de esa forma de ser.

-En tanto teatro es una ficción, pero también habla de sus historias. ¿Cómo se vive esa articulación?

F. A.: -¡Es tremendo! (risas). Prestame tu sueño es el nombre de la poesía de mi papá que me imagina a mis 15 o 16. Y le contesto con otra poesía, Prestame tu sueño también, que es la que dice la actriz. Y ese diálogo de poesías es la obra. Somos una familia de artistas independientes. Ser artista, como dice el personaje, no se elige, se es. Yo nací en ese ecosistema, que tiene muchas cosas lindas y muchas cosas feas, donde el dinero era necesario para vivir, y está muy bien, pero no definía las decisiones. Eso te va educando. Un mes entraba televisor nuevo, heladera nueva, y al otro teníamos que ponerle agua al shampoo (risas). Hay otro capital que te va a tener en pie. Hay gente que tiene disociado ganarse el dinero de lo que le gusta. Cuando tu ser coincide con lo que te genera el dinero está buenísimo, sea médico o abogado... Y a los artistas nos pasa eso. La metáfora es que no sea el Rey Dinero el que nos guíe. Hay otras cosas que valen mucho más, como el amor, la amistad, la ternura.

María Ibarreta: -Para mí el teatro es una manera de expresarme en la vida, y esta obra era una gran ilusión. No llegué a verlo en terapia (risas), pero me movió mucho porque fue como si el tiempo aquel se me hiciera presente. Se me presentó el recuerdo de Norberto... Me movilizó lindo la vida. Él está presente y me siento orgullosa de Florencia en su escritura. ¡Qué curioso! De tan chiquita se le fue el padre y que tenga tanta presencia en ella, ese potencial expresivo que se encuentra con el padre también ahí. Eso me moviliza, trato de disfrutar y agradecer este momento que estoy viviendo con ella y con mis compañeros.

“El mundo está enojado. Todos haciendo lo que no quieren hacer”, plantea Norberto sobre el escenario. Es que su hija le dice que no puede dedicarse a la escritura (una pasión compartida entre ambos) porque necesita plata para vivir. Sin golpes bajos y con toques de humor que distienden el texto, Aroldi supo hilvanar personajes con matices en una relación ambivalente: “Cuando Dios se jubile, ¿por qué no te presentás vos para el cargo?”, lo chicanea. “Hay algo del grotesco, no porque yo escriba eso, pero es donde el llanto y la risa va todo junto, como en la vida”, explica la autora. “Y en mi familia, yo creo que el humor nos salvó porque es la última etapa de la desesperación (risas). El humor deviene del ajuste al conflicto. No es algo buscado, es una consecuencia. Yo escribo con mucho amor-humor porque si no es insoportable. Cuando estoy creativa, es el humor y el absurdo. Y a partir de la risa llegás mucho más al espectador. Es la risa del velorio”, compara.

M. I.: -¡Qué imagen! (risas).

F. A.: -La risa y el humor sacan el miedo al poderoso. Nos dominan a través del miedo, y la risa es revolucionaria porque no se somete.


El teatro en la calle

El año pasado, Aroldi organizó junto a Pablo Bontá y Guillermo Ghio un ciclo de teatro para defender al teatro nacional y difundir “el ataque sistematizado a la cultura en general y al teatro en particular del actual gobierno”. Aroldi cuenta que el proyecto (que tuvo varias presentaciones en el Teatro El Tadrón) “es un ciclo de teatro político con textos escritos especialmente en la coyuntura para llevar rápidamente cuestiones de la vida al centro de la escena, para después debatir con una personalidad invitada de distintos organismos de gestión colectiva”. 

Este año Teatro en Alerta se traslada a diferentes plazas de la ciudad para “ir en busca del público” porque “queremos estimular lo colectivo, la integración, la participación de los vecinos y vecinas”, apuesta. Sus trabajos también están programados para participar en abril de dos ciclos organizados por el Teatro El Popular con sus obras Momentos para contemplar e Historias para ser amadas 2, y un ciclo de microteatro con directores invitados y el mismo elenco interpretando todos los textos.