Vrutos - 6 puntos
(Argentina, 2024)
Dirección y guion: Miguel Bou.
Duración: 103 minutos.
Intérpretes: Dante Mastropierro, Gregorio Barrios, Diego Alonso, Ceci Colz, Lucas Tresca.
Estreno en salas de cine.
El realizador Miguel Bou viene desarrollando sin descanso una filmografía poco conocida incluso para aquellos que siguen atentamente el derrotero del cine nacional, siempre interesado en las zonas menos favorecidas del conurbano bonaerense. En ese sentido Vrutos, su quinto largometraje, también se siente heredera del realismo social y callejero que reinauguró Pizza, birra, faso hace casi tres décadas y que diversos cineastas, tan diferentes en estilo y abordaje temático como Raúl Perrone, José Celestino Campusano o César González, han abrasado como parte inseparable de sus respectivas obras. Sin dejar de lado, desde luego, las derivaciones televisivas y seriadas que tienen en Okupas a su máximo referente. No parece casual, entonces, que los actores Dante Mastropierro y Diego Alonso, rostros inseparables de la celebrada serie de Bruno Stagnaro, tengan sendos roles centrales en Vrutos, que resultó ganadora del Gran Premio del Jurado en la competencia nacional del último Bafici.
El primero de ellos es Marcelo, un hombre que ha dejado atrás su pasado criminal y observa atentamente los pasos de su hijo Brian, que apenas si es mayor de edad. Alonso, en tanto, encarna a El Negro, amigo de toda la vida de Marcelo y padrino del chico, alguien que aún anda en el choreo pero detesta la penetración de las drogas baratas y peligrosas en las calles. Si bien Bou no ofrece un único punto de vista narrativo, el protagonista es sin lugar a duda Brian (Gregorio Barrios), un pibe conocedor del barrio que se ve tironeado entre los consejos y órdenes del padre y el deseo de salir “a hacer una” por primera vez. El conflicto central no tarda en aparecer: un roce, un comentario humillante de un chico de su edad pero de otra clase social, miembro de un equipo de rugby, conjura un golpe de puño. El primer peldaño en una escalada de violencia que, como suele ocurrir, tiene forma de espiral y ningún cierre a la vista.
Rodada en blanco y negro, con una estética conscientemente “sucia” que registra al detalle los monoblocks y plazas de cemento, Vrutos relata en paralelo la vida cotidiana de los diversos personajes con un oído atento al habla de la calle, aunque la mezcla de actores profesionales y amateurs produce a veces cierta disonancia de tonos que le resta fiereza al realismo que se pretende explorar. De a poco, más allá de las aristas descriptivas de un universo reconocible –el film fue rodado en Villa Lugano y en el Barrio Bueno de Berazategui, y la adherencia a las crónicas periodísticas de ataques en manada de “rugbiers” (toda una tipología social) resulta más que evidente–, la trama incorpora elementos fuertemente genéricos. Una transposición local y suburbana de los relatos de pandilleros, con sus tragedias, personajes coloridos y sacrificios individuales.
Cuando Marcelo cae en la cuenta de que ya no se trata de que Brian no se cuelgue en la falopa o se meta en una vida de criminalidad de la cual resultará difícil salir, sino de algo mucho más extremo, las cartas están jugadas para un desenlace del orden de lo ritual. Dependerá de la mirada de cada espectador dilucidar cuánto de romanticismo hay en ese gesto en un contexto crecientemente sensibilizado por la violencia social.