Wacay, mujeres del tabacal - 6 puntos
(Argentina, 2024)
Dirección y guion: Belén Revollo.
Duración: 79 minutos.
Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.
“Wacay significa trabajo rápido conjunto, y esta historia busca dar voz a las mujeres que con sus manos ágiles y su fuerza colectiva transforman el trabajo en resistencia”. Las palabras de la realizadora jujeña Belén Revollo parecen remitir a una escena puntual de su largometraje documental: un cuarteto de mujeres separa a velocidad crucero cientos de hojas de tabaco ya curadas en una misma mesa de trabajo. Lo importante, afirma la voz de una de ellas, es que todas hagan la tediosa faena a la par y nadie se lleve al bolsillo más dinero que las otras. Wacay, mujeres del tabacal comienza con el relato de una leyenda, la historia de una joven que, desobedeciendo mandatos ancestrales, salió de su casa en plena menstruación, convirtiéndose como consecuencia en un ser maligno. Atrapada y quemada por los temerosos hombres, sus cenizas dieron origen a la planta del tabaco.
Ese mito seminal volverá de manera recurrente a separar segmentos del film, pero Wacay está más interesada en la realidad concreta y cotidiana de un grupo de mujeres trabajadoras que forman parte del engranaje de producción de las hojas que terminarán quemándose en pipas y cigarrillos. El de Revollo es un documental de observación que no cae en el utilitario recurso de las cabezas parlantes, pero sí utiliza el relato en primera persona como uno de sus ejes narrativos. Quien abre el juego es una mujer que divide su tiempo entre las labores del campo y el corte de cabello, profesión que aprendió luego de escapar de un matrimonio opresivo y violento. La recogida de las enormes hojas de la nicotiana tabacum es agotadora, particularmente durante los días de calor y con el sol pegando a pleno, pero no le va a la zaga el proceso de colgarlas en ramilletes para su primer secado.
Revollo cubre gran parte del proceso preindustrial ligado a la industria del tabaco –la siembra, el trasplante, el desflore, el desbrote, la cosecha, el primer curado, la preclasificación y el prensado en grandes paquetes– pero, lejos del típico documental didáctico, el énfasis no está puesto en las etapas en sí mismas sino en quienes las llevan adelante. En particular las mujeres, históricamente relegadas, invisibilizadas, y que apenas en tiempos recientes han logrado cobrar el mismo sueldo que los hombres por el mismo trabajo.
Sin dejar de lado la crianza de los hijos y la organización del hogar, esas cinco mujeres –jóvenes, de mediana edad, muchas de ellas madres e incluso abuelas– que prestaron su voz y fueron registradas por la cámara terminan dándole forma a un relato coral que tiene raíces ancestrales. “El trabajo es muy, muy duro, pero el campo me encanta”, dice una de ellas. “Quisiera que mis hijos estudiaran, pero varios de ellos ya están trabajando”, afirma otra. Wacay describe un mundo desconocido para la mayoría y, así, permite que el espectador lo descubra. Esa es una de las mayores virtudes y riquezas del cine documental.