Muchacha punk
La Hayward Gallery de Londres está exhibiendo la primera retrospectiva local de Linder, la artista británica de 70 años que creó algunas de las postales más intensas del punk. Una exposición que se podrá ver hasta mayo recorre cincuenta años de su carrera a través de sus obras pioneras. Linder mezcló experimentación formal e intereses como el despertar feminista y los movimientos sociales de su época con ingeniosos –y por entonces disruptivos– collages. En ellos, mezclaba recortes de revistas de moda y decoración con pornografía. Linder hizo portadas para bandas como Buzzcocks; es más, la que diseñó para el single “Orgasm Addict” –donde se ve a una mujer desnuda con una plancha en vez de cabeza– se convirtió en un ícono del fin de los setenta. También fue mano derecha de Morrissey, a quien fotografió varias veces en los noventa. “Me sentía como una mujer astronauta enviada al espacio cultural”, bromeó ella, que al frente de Ludus, su propia banda, salió al escenario vestida con carne de res, décadas antes de que se le ocurriera a Lady Gaga. A mediados de los ochenta, dejó de actuar. “Se acabó el underground”, decretó antes de mudarse un tiempo a Bruselas. “Aparecieron bandas como Wham! o Bananarama y eso sonaba raro si estabas en el norte de Inglaterra, donde tuvimos la huelga de los mineros”. Ya pasada la ola punk, Linder también exploró el diseño de moda, los perfumes, la performance y el cine. Recientemente, trabajó en obras de magnitudes monumentales como “The Bower of Bliss” (una expresión inglesa para referirse a la vagina). El collage de 85 metros de largo que instaló en el metro de Londres es un desborde de rosas, labios y hasta comida que remiten a la sexualidad femenina. “Aunque atravesé diversos períodos, siempre tuve la sensación de que algún día llegaría el reconocimiento”, ha comentando la artista sobre esta retrospectiva que, por fin, le hace justicia.
Por una cabeza
Una Tsantsa es una impresionante cabeza encogida y momificada, parte de una tradición del pueblo indígena shuar que consistía en conservar las testas de sus enemigos como trofeo de guerra y talismán. Aunque las Tsantsas son conocidas en todo el mundo, pocos estudios científicos las han analizado realmente. En el pasado, la mayor parte del conocimiento académico sobre este misterioso procedimiento se obtuvo de antropólogos extranjeros, colonos y misioneros. Pero ahora, el Proyecto Tsantsa, con base en Guayaquil, es el primer estudio en el que participan efectivamente los descendientes directos del pueblo shuar, así como el mayor estudio genético comparativo de Tsantsas realizado hasta la fecha. El trabajo combina conocimiento indígena con métodos científicos occidentales, como tomografías computarizadas y análisis de ADN, para identificar y autenticar Tsantsas, distinguiendo las creadas en rituales shuar de las fabricadas para el comercio. “Lo que me interesa ahora es lo que la comunidad puede obtener de esta investigación”, dijo Jefferson Lequi, líder comunitario shuar e intermediario de la investigación. “Nuestra comunidad está prácticamente desconectada de su historia. Esperamos que a la larga esto pueda ser parte de un museo propio donde los jóvenes vayan, aprendan y recuerden”. Codiciadas por los coleccionistas, cientos de Tsantsas se encuentran en casas particulares y muchas son falsas. Por eso el objetivo del proyecto es también traer las reales de vuelta a casa.
Tren a Waterloo
Una gatita aventurera tuvo que ser recogida en la estación londinense de Waterloo después de que tomara un tren y viajara 28 kilómetros sola desde el condado de Surrey, donde vive con su familia. La gata se llama Tilly y ya dejó claro que no tiene dueños. Pero Michael Hardy, un hombre de la pequeña localidad de Weybridge –a quien ella seguramente perciba como un tutor, un amigo o simplemente su compañero de piso–, contó que la gatita ya era conocida por sus andanzas en el pueblo: apareció sola en una escuela, en un pub local y hasta llegó a tomar colectivos de corta distancia. Aún con esos antecedentes, el hombre quedó pasmado cuando recibió la llamada de un vendedor de boletos de Londres diciendo que su gata se encontraba a casi dos horas en tren de casa. “Miramos su chip online y nos dimos cuenta que efectivamente había ido a Waterloo. La única forma de llegar ahí es en tren. Si mirás el recorrido del chip, la ves en su viaje, parada a parada”, dijo Hardy, de mucho mejor humor después de encontrarse finalmente con su gata. Ni siquiera él sabe exactamente los orígenes de su peculiar Tilly, pero piensa que de alguna manera fue ella quien lo eligió: un par de adolescentes la llevaron a su puerta después de encontrarla merodeando muy cerca de su casa. “Ellas creían que era nuestra y la acogimos de todos modos. Estuvimos tocando varias puertas de vecinos sin éxito y cuando finalmente la llevamos al veterinario, nos sugirió que la adoptáramos”, ha comentado Hardy.
Alicia vuelve a casa
Un bibliotecario llamado Gabriel Sewell, trabajador del Christ Church en la Universidad de Oxford, se sorprendió una mañana al recibir un breve correo electrónico que decía así: “He decidido donar mi colección de Lewis Carroll. Incluye muchísimas cartas y fotografías, además de artículos impresos. ¿Le interesa?”. Fue así que una colosal e inesperada colección fue donada al lugar donde Lewis Carroll pasó gran parte de su vida, y donde además conoció a Alice Liddell, la inspiradora de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, que este año celebra su 160 aniversario. La colección incluye más de 200 cartas, algunas de ellas inéditas, también importantes primeras ediciones, como los libros de Alicia, La caza del Snark, obras de matemáticas, y un centenar de fotografías tomadas por el autor (Carroll está además considerado uno de los fonógrafos notables de su época). El inesperado correo fue enviado a la Universidad por Jon Lindseth, un empresario y coleccionista estadounidense jubilado que ha curado dos exposiciones sobre el autor, además de publicar textos para revistas de la Lewis Carroll Society y hasta un libro sobre el autor que lo desvela. “Ha sido una sorpresa. Es una colección gigante. Hoy en día sería imposible obtener una colección así sin disponer de una enorme cantidad de dinero”, dijo contento el bibliotecario Gabriel Sewell. “Lindseth tenía muy claro que quería que viniera al Reino Unido y que estuviera en Christ Church, donde Carroll vivió y trabajó. Ninguna otra institución del Reino Unido tiene una colección Carroll tan grande. Todas las grandes colecciones están en Estados Unidos y él quería remediar eso”. Sin embargo, tanto para Sewell como para sus colegas de la Universidad, el trabajo recién empieza. Porque la catalogación y digitalización de la monumental colección de Lindseth está apenas empezando a tomar forma. Por ahora, una rápida exposición que muestra algunos de los objetos más excepcionales se encuentra en la histórica biblioteca superior de Christ Church hasta mediados de abril (es la primera vez que la colección se exhibe en el Reino Unido). “Es acá, en Christ Church, donde Carroll produjo los cientos de cartas, fotografías y bocetos que ahora vuelven a casa como parte de esta notable colección. Gracias a esta donación sin precedentes no cabe duda de que ahora tenemos la colección institucional más grande de material de Carroll en el Reino Unido”, dijo la institución en un comunicado.