Mickey 17 - 5 puntos
(Estados Unidos, Corea del Sur/2025)
Dirección y guion: Bong Joon-ho
Duración: 137 minutos
Intérpretes: Robert Pattinson, Naomi Ackie, Steven Yeun, Toni Collette y Mark Ruffalo.

 
Estreno en salas.

No ha sido fácil para el surcoreano Bong Joon-ho filmar en Estados Unidos. Por el idioma y las muchas veces insalvables diferencias culturales, desde ya, pero sobre todo porque en sus dos experiencias tuvo problemas por la potestad del control creativo. En el caso de Snowpiercer, pagó el derecho de piso con un duro tire y afloje con el distribuidor Harvey Weinstein –años antes de que se conocieran sus delitos sexuales– por la reducción o no del corte original para el lanzamiento norteamericano. Ahora atravesó un proceso de posproducción extenso y enredado, al punto que su estreno se postergó cuatro veces a lo largo del último año. A eso se suma el detalle nada menor de que es la película posterior al batacazo de Parásitos en el Oscar de 2020, por lo que tendrá muchos más ojos (y más atentos) dispuestos a escrutarla. Y Mickey 17 no parece haber sido la mejor elección para alguien que probablemente haya tenido otras mil ofertas.

Lo cierto es que Mickey 17 –que tuvo su premiere mundial en el reciente Festival de Berlín– es de esas películas con las tensiones entre su creador y los productores visibles en sus fisuras y su carácter heterogéneo, como si tratara de un guion hecho de la sumatoria de distintos intereses y en el que hubo demasiadas manos pulseando por poner la última coma. Da la sensación que no fue Bong. El surcoreano recurre a varias de sus obsesiones: la tensión entre clases, los flejes más espurios del capitalismo salvaje, una impronta de sátira social, su interés por enfrentar a los descastados y marginados a lo extraordinario. Pero materializa muchas de ellas mediante metáforas un tanto obvias que, por si no fuera suficiente, tienden a explicarse con la voz en off de su protagonista. Es más que probable que su uso responda más a una imposición a un deseo artístico.

Ese protagonista se llama Mickey Barnes (Robert Pattinson) y es un hombre que en el futuro se anota como “descartable” para un programa de desarrollo de vida humana en otro planeta, al comando de un multimillonario (Mark Ruffalo, que desde Pobres criaturas está tomándole el gustito a los personajes pasados de rosca) y su esposa (la 4x4 de Toni Collette). Nadie quiere asumir ese trabajo porque implica fungir como conejillo de indias sometiéndose a todo tipo de pruebas, casi siempre mortales. Ellos, sin embargo, no mueren. O sí, pero “continúan” sus vidas con un cuerpo copiado por algo así como una impresora 3D de altísima sofisticación. Tampoco pierden los recuerdos, ya que les reinsertan la memoria. Al Mickey “original” lo mandan a ver si es posible respirar: muere. A Mickey 2 lo usan para ensayos médicos: otra vez finado. Y así.

Durante esta primera etapa, la película apela a un tono más bien existencial mezclado con los inevitables pasos de comedia de toda película con vidas en loop, desde en las que se revive una y otra vez (Al filo del mañana, con Tom Cruise) hasta en las que el día se repite (Hechizo del tiempo). El propio Mickey se pregunta qué sentido puede tener la vida para alguien que trabaja de morir. Pero la película abre diversas subtramas, varias de las cuales se pierden a medida que avanza un relato en el que las cosas se complican cuando, dando por muerto a Mickey 17, “imprimen” al 18. Al estar prohibida la vida simultánea de dos réplicas, es un problemón descubrir que el 17, en realidad, sigue vivo, y que alguno de los dos debe morir.

A los muchachos los persiguen mientras el multimillonario está dispuesto a todo con tal de eliminar a las criaturas que viven en ese planeta. Como son bastante más buenas de lo que parecen, pasan de monstruos a víctimas en dos minutos. También hay amor, porque 17/18 andan de novios con una compañera de nave (Naomi Ackie). Queda claro que hay más ideas y arrojo que en el 99 por ciento de los estrenos. Tan claro como que la desmesura no suele llevarse bien con el caos.