¡Juega! En torno a este significante se generan numerosas demandas de atención por parte de padres, educadores, parejas: “solo queremos que deje de jugar… volvió a jugar… nos sacó dinero, las tarjetas… nos damos cuenta que miente”.

El juego en las infancias, adolescencia y por qué no, en la vida adulta, es un aparato simbólico, un escenario necesario que se utiliza para aprehender el mundo, el propio cuerpo y la relación con otros. Constatamos que el juego es un modo de hacerse un cuerpo. Es importante así diferenciar juego ludopático del que no lo es, el juego social, recreativo y constitutivo.

El juego compulsivo es un fenómeno que sustituye a la palabra y al proceso simbólico, por un actuar sin pensar donde sólo se busca sentir “esa emoción” y volver a reencontrarla, una y otra vez. Como si el sujeto estuviera al borde de un abismo, y necesita volver a sentir esa sensación: “me salvo o me caigo”. Es el goce de la incertidumbre, es la ilusión de que puede controlar el azar. Es una adicción sin sustancia, silenciosa, pero que toca el cuerpo profundamente e implica una relación de adherencia muy particular a ese objeto. 

Se trata de descubrir en cada quién, qué tipo de relación se establece con el juego, el uso y función que ocupa en la economía libidinal de un sujeto. Esa sensación o emoción la conceptualizamos con una categoría conceptual que denominamos goce o pulsión, que nada tiene que ver con el placer de la vida y el deseo.

En estos meses ha habido números espacios de debate en jornadas públicas y privadas, donde se ha dado tratamiento y visibilizado esta problemática que podría transformarse en una verdadera epidemia: las apuestas on line, las ciber-adicciones y las adicciones a las pantallas. Actualmente se han indicado marcos regulatorios y restricciones a las empresas de entretenimiento, acceso a plataformas, controles, todo ello, destinado a distintos sectores de la sociedad.

“Cada uno atiende su juego” es también una forma de decir la época, por lo tanto, no aplica la lógica problema/solución, pues, se trata de un fenómeno de la modernidad que nos toca a todos. 

El amor, los vínculos, los aprendizajes, el ocio y el tiempo libre se viven de manera distinta a otras épocas. Pasamos de la era digital, al exceso, y esto es sobre lo que hay que estar atentos y advertidos para que no nos sobrepase y nos esclavice.

Como psicoanalista, hago hincapié en el para qué un sujeto juega, en el rescate de su singularidad, más que en su prohibición y erradicación exorcizante, como un modo universal y disciplinado de encontrar un remedio para todos. 

La dirección es apuntar a pesquisar en cada quien la función que entrama esta actividad y así hacer con ella la experiencia del inconsciente, analizarla y tratarla vía simbólica en el dispositivo psicoanalítico.

Es una oferta que requiere de un consentimiento. A contramano de los tiempos que corren donde imperan las satisfacciones autistas, el sin sentido, la ruptura del lazo con el otro, el desenfreno solitario y global.

*Psicoanalista. Red Ludopatía Rosario. [email protected] IG @redludopatiarosario.