Los chicos de la Nickel - 7 puntos

(Nickel Boys; Estados Unidos, 2024)

Dirección: RaMell Ross.

Guion: RaMell Ross y Joslyn Barnes.

Duración: 140 minutos.

Intérpretes: Ethan Herisse, Brandon Wilson, Hamish Linklater, Fred Hechinger, Daveed Diggs.

Disponible en Prime Video.

El primer largometraje de ficción de RaMell Ross no se llevó a casa ninguno de los premios Oscar a los cuales estaba nominado –Mejor Película y Mejor Guion Adaptado–, pero la presencia en la noche de gala de Hollywood le dio un pequeño empujoncito final a un título rezagado en cuanto a la distribución internacional, aunque en nuestro país acaba de desembarcar directamente en la plataforma Prime Video sin pasar por salas de cine. 

Pergaminos no le faltan, ya que se trata de una adaptación de la novela Nickel Boys de Colson Whitehead, publicada hace seis años y ganadora de un Pulitzer. Interés tampoco. A contramano de tanto relato lineal, profesional y correcto que describe las humillaciones y violencias ejercidas sobre los afroamericanos sin demasiados riesgos formales –una fija en todas las temporadas de premios–, Ross tomó una decisión extrema que no abandona durante gran parte de los 140 minutos de duración de Los chicos de la Nickel: el uso del plano subjetivo como recurso narrativo.

A grandes rasgos, lo que se cuenta es la historia de amistad entre dos adolescentes negros en la todavía muy segregada sociedad estadounidense de mediados de 1960, más allá de los cambios que soplaban con fuerza en el aire. Elwood y Turner son pupilos de un instituto correccional llamado Nickel, creado específicamente por Whitehead para el libro, aunque su origen puede rastrearse en varios reformatorios reales de aquella era, en particular la Dozier School del estado de Florida, que funcionó durante más de un siglo hasta su cierre en el año 2011. 

Tristemente célebre por los abusos físicos y sexuales y las vejaciones a sus internos, el lugar adquirió una fama aún más horrenda cuando se descubrieron decenas de cuerpos enterrados de manera anónima dentro de las instalaciones, homicidios encubiertos durante décadas sin acusados ni condenados a la vista. La novela y el film concentran su atención en el pabellón para “chicos de color”, incluso más privativo que el resto de la institución, y en un período particular, con las noticias de los discursos de Martin Luther King y las novedades de la carrera espacial ocupando el espacio de las transmisiones televisivas.

Los chicos de la Nickel comienza describiendo la infancia de Elwood, la relación cercana con su abuela, auténtica madre putativa y centro del universo del niño. Luego, con el joven a punto de continuar sus estudios secundarios en una buena escuela gracias a una beca, es detenido al hacer dedo en la ruta y condenado a pasar el resto de su vida como menor de edad en la Nickel. La injusticia es flagrante y dolorosa, pero nada puede hacerse, más allá de confiar en el abogado. El protagonista deberá aprender a sobrevivir en un sitio pautado por la violencia física y mental de manera cotidiana, un espacio donde también tienen lugar el sadismo y la corrupción institucionales. Allí también, por suerte, conocerá a Turner, un joven mucho más habituado a los golpes de la vida, ratero de profesión, que se transformará en su mejor amigo y confidente. Todo a través de la mirada de Elwood, transmitida sin filtros por la lente de la cámara. Hasta que el punto de vista cambia y pasa a ser el de Turner.

Así, la cámara adopta alternativamente el punto de vista de uno y otro, primero por separado y luego en paralelo, permitiendo algo parecido al plano-contraplano tradicional, y saltando asimismo hacia el futuro de los años 90 y más allá, con las esquirlas del dolor y el trauma salpicando el presente. El resultado es un relato en el cual la subjetividad se impone no sólo como motor de la narración sino, fundamentalmente, como transmisor de emociones. Es, como se dijo, una apuesta jugada, que en sus mejores momentos transforma a Los chicos de la Nickel en una película casi contemplativa, viñetas de una vida marcada a fuego por la iniquidad y la aflicción.