La soledad es la ecuación de la vida moderna, cantaban Sabina y Páez en el primer tema de Enemigos íntimos, un disco que causó más expectativas que impacto. Joaquín y Fito abrían aquel trabajo conjunto –un proyecto que se interrumpió antes de lo previsto–, con una canción en la que también hablaban de un cadáver conectado a internet. Era 1998 y esos versos parecían delirios de un mundo exagerado. En realidad, un poco anticipaban lo que se venía. Porque hoy la sensación de estar atrapados y aislados en la virtualidad es cotidiana y sofoca como una jornada húmeda y calurosa.

Términos como bait, like, nudes y otros forman una telaraña. Una trampa que goza de muy buena salud, en donde ponerse a mirar reels y que de golpe pasen dos horas. Donde se habla con bots para hacer reclamos. Donde se lee o envía hate (mucho hate) en comentarios. Donde se esperan respuestas de la IA y se piden turnos online hasta para ir a la peluquería. It’s time to stop, diría el gato del meme. ¿Qué se puede hacer para zafar?

Como en todos los asuntos que envuelven por completo, cada uno tiene una supuesta solución. Algunas personas instalan apps para que el propio teléfono les diga que tienen que controlarse. Otras se compran un despertador a pilas e intentan abandonar ese mundo, algo casi imposible en la era del home office. Y después está Benito Cerati, que intentó hacer algo más. Usó el sopor mental colectivo como inspiración para ¡Viva la devolución!, su segundo disco solista.

El álbum apareció en octubre pasado y es el primero de una trilogía con la que Benito pretende reflexionar sobre distintas características de esta época. En este volumen inicial apunta contra el excesivo uso de las redes, la vida vista desde la tecnología y la consecuente oda al individualismo que eso provoca.

Pero lo más importante en este caso no es el concepto. El disco no es el único que aborda esa temática (Por ejemplo, la banda El Mito de la Ciencia se inspiró en algo similar para su flamante Iconocluster). Lo importante es el resultado final. ¡Viva la devolución! es el mejor trabajo de Benito hasta la fecha. Y él lo sabe. A los 31 años, alcanzó la seguridad necesaria para enfrentar cualquier crítica que pueda llegar. Ninguna lo tocará ni lo hundirá. No es un dato menor. Desde que comenzó su carrera profesional, debió convivir con sus propios demonios y con la comparación permanente con su padre, Gustavo Cerati. Una mochila que podría dejar fuera de combate a cualquiera.

Benito nunca subió su música a competir en un ring imaginario con la obra de Gustavo. Se desmarcó con un pop/rock abstracto que se clarificó con los años, a medida que él mismo se asentó en su vida. No lo hizo como una respuesta a los fundamentalistas de Soda. Sólo siguió un camino propio que empezó desde chico, cuando jugaba a hacer música con los equipos que había en su casa: es la prueba de que algunas cosas se heredan y otras se trabajan.

NO DEJE QUE EL ALGORITMO LO DOMINE

Son las tres de la tarde de un día de semana y Benito llega a un bar que queda cerca de su casa, en Saavedra. Afuera, al lado de la puerta, pegados sobre una columna, hay varios afiches del Movimiento Petrushaus que envían un mensaje claro: “Por favor, no abusar de internet”. En el bar, por supuesto, no hay una carta disponible. “Vean el QR”, dice la moza, y se va para otro sector del local. Benito prefiere hablar de su disco antes que escrolear en el teléfono. Recién dentro de media hora, cuando la chica vuelva sin que nadie la llame, pedirá un jugo de naranja.

“Estamos viviendo el peor uso de internet. Se usa para dividir, para informaciones falsas, como herramienta política. Siento que ya está todo tan cooptado por eso, que está siendo muy difícil encontrar una contracultura", dice. "Creo que nadie está pudiendo encontrar algo que sea realmente revelador, que diga algo. Tanto en la música, en el arte, como en la política también, no se están pudiendo encontrar voces disidentes que tengan un peso, que puedan desarticular todo esto. Y yo creo que en parte tiene que ver con que justamente internet, las redes, están siendo cooptadas por una especie de favorecimiento del algoritmo que tiene que ver con comunicar una cosa determinada, específica. Alimentar eso y no dar lugar a que crezca otra voz”.

¡Viva la devolución! tiene siete canciones en casi 24 minutos. Es un disco de rock y pop electrónico. Climático por momentos, bailable en otros. También irónico. Un trabajo que por momentos critica (y juega con) la idea de mostrar para que nos miren y escapar. “Toda esta modernidad avala mucho un individualismo en donde hay un empoderamiento falso: Yo, lo que yo quiero. Y vos tenés que ser exactamente como yo busco. Si no, si hay una mínima frustración, me rajo”, explica. Quizás la canción más directa en ese sentido sea “Quiero/Tengo”: “Amor, así es el pronóstico de hoy/ Ya no resisto la tentación/ Todo lo que quiero, tengo/ Quiero, tengo, y me da igual". “En las redes estás viendo todo el tiempo cuerpos esculpidos, minas increíbles. Entonces la vara se te pone en un lugar que decís bueno, si no es esto, no es nada. Y esa canción habla un poco de esa situación donde te sentís lo mejor del mundo, pero en el camino pisoteás a todos y no te importa. Vos estás pensando que la estás rompiendo y no estás pensando en el camino de angustia que dejás atrás de otras personas porque no te importa cómo se sienten: te importa cómo reaccionan a lo que hiciste”. 

El disco tiene invitados como la cantante Blair, que aparece en “La paz de los cementerios”, la canción más rockera del disco, que tiene un video donde Benito amplía la estética hacia lo visual y la traslada a fines del siglo veinte, con guiños a la película Matrix y a la tecnología de entonces, que hoy es pieza de museo. También aparecen Gurise, el dúo Plastilina y la rosarina China Roldán, que forma parte de la banda de Benito como tecladista y además aporta su voz en “Sourmenage”, probablemente la canción que más van a disfrutar los que se acerquen desde la curiosidad por el apellido. “Beni está en un momento alucinante de composición y producción, y todo el trabajo que hicimos juntos en Shasei (2022), su primer LP como artista solista, nos hizo conocernos muchísimo a la hora de ir por el mismo lugar. Gracias a eso no hubo obstáculos, en general”, dice Estanislao López, que trabajó en la coproducción del disco.

A pesar de la inspiración que tuvo, ¡Viva la devolución! no tiene un clima exclusivamente opresivo. También hay puertas hacia algo mejor. “Nunca escribí tan amorosamente en mi carrera. Es la primera vez”, dice el artista. “Canciones como ‘Tus fantasmas’ o ‘Fácil de amar’ son lindas de escuchar. De decir ‘Te amo a pesar de todo’”, cuenta.

Benito Cerati (Foto: Nora Lezano)

OTRA VIDA

Cualquier fan de Soda Stereo conoce la primera “aparición” mediática de Benito. Tan temprana que incluso ocurrió antes de que naciera. Su llegada al mundo está resumida en “Te llevo para que me lleves”, de Amor Amarillo (1993), el primer disco solista de Gustavo. En el video del tema, la madre de Benito, Cecilia Amenábar, lucía un embarazo que no entraba en las remeras mientras cantaba junto a su esposo eso de conocerse de otra vida. Al final de la canción se escuchaban los latidos del bebé en camino. En noviembre de ese año, dos semanas antes del parto, Cerati hablaba del ritmo de aquellas pulsaciones. “Me impresionó la velocidad, porque va como a 130. Me dije: ‘este es un pibe rave, buenísimo’”, declaraba a Página 12.

Cuando Gustavo consolidó su carrera en solitario con Ahí vamos (2006), Benito volvió a llamar la atención de los fans gracias a su aporte a la letra de “Adiós”, uno de los hits del disco. Es otra página muy conocida de su vida. Para entonces, con trece años, Benito ya era un pequeño artista de entrecasa. “Mis primeros recuerdos de chica son él con máquinas, con instrumentos, y yo observando. Esas son mis primeras imágenes”, dice Lisa Cerati, hermana de Benito, que lo conoce como pocas personas (“Como nadie”, corrige ella). Lisa nació en mayo de 1996 y describe a Benito como “un alien con una data distinta”. “Tiene un universo personal muy fuerte, muy marcado y muy original. Siempre lo tuvo y siempre lo mostró”, explica.

“Creo que no tenía uso de razón y ya estaba súper conectado con la música. Era como una necesidad que le brotaba desde muy bebé, ni siquiera sabiendo que mi papá era músico. Pero bueno, tenía los elementos ahí y no paraba. De hecho, a veces había que pararlo. Recuerdo a mis padres diciéndole ‘Bueno, basta’. Y los cumpleaños, ponele desde los cuatro años en adelante, cuando ya sabía manejar algo, todos tenían un show de Beni. Era él experimentando, improvisando. Mi papá decía que ni a él le pasaba tan de chico esa conexión con la música”, cuenta.

Benito hasta festejó uno de sus cumpleaños en Unísono, el estudio de Gustavo de Vicente López, que se mantiene tal cual lo dejó en 2010. El lugar conserva el sofá color crema y la bandera de Turquía sobre la consola, entre otros detalles, y es uno de los espacios donde hoy el músico graba y ensaya.

“Siempre estuvo muy cerca de la música. Gustavo le regalaba instrumentos medio para niños pero no tanto. Y creció en un ambiente súper musical, al punto de que es un melómano infernal y te puede hablar de música de cuando él no nació como si la hubiese vivido”, dice Tweety González. Y recuerda que Benito ya aparecía por el estudio en los ensayos de la etapa final de Soda Stereo, antes del “gracias totales”. “La vida de Gustavo era así, lo llevaba un ratito a la sala. Me acuerdo que cuando estábamos haciendo Ahí vamos parábamos la grabación cuatro y media para que Gustavo lo fuera a buscar al colegio. A veces también venía Lisa y se quedaban hasta tarde. Se quedaban dormidos en el sillón”, cuenta.

Gustavo y Cecilia siempre alentaron el gusto de sus hijos por la música. Cuando Benito tenía diez años, lo acompañaron al Musimundo de Unicenter para comprarle su primer disco, Travelling Without Moving, de Jamiroquai. “Y después me compraron Synkronized, el disco siguiente, que ya tenía sus años. Me encantaba Jamiroquai de chico. Mucho. Después me gustó mucho Keane. Me compré Under the Iron Sea apenas salió, que también me encantaba. Y después vino Bowie y me abrió el abanico”.

Pero antes de Bowie, Benito y Lisa eran, y siguen siendo, fans de Michael Jackson. Tanto, que en 2009, después de su muerte, grabaron un disco casero homenaje. “Hace poco fuimos en un viaje en auto y pusimos toda la discografía de Michael”, cuenta Lisa. “Y en ese momento, cuando murió, Beni propuso que hagamos un disco, que fue de consumo interno pero fue la producción. Imprimimos los CD, hicimos sesiones de fotos, lo grabamos con productores (risas). Ahora de grande lo veo y digo guau, qué copado”, sigue. Algunas canciones de ese disco se pueden escuchar en YouTube, como la versión de “Earth Song”, que cuenta con los coros y la guitarra de papá Gustavo. Pocos meses después, en abril de 2010, Cecilia llevó a su hijo al festival de Coachella, en Estados Unidos. “Ahí se me abrió la cabeza mal. Vi todo lo que estaba de moda en esa época: Gossip, La Roux, Gorillaz, Phoenix. Muy groso y todo en dos días. Después apareció Bowie y de Bowie fui a Nine Inch Nails”, cuenta Benito.

Benito Cerati (Foto: Nora Lezano)

ELEGIR LAS BATALLAS

Todos aquellos años formativos se volvieron dramáticos a partir de mayo de 2010, cuando Gustavo sufrió el accidente cerebrovascular en Venezuela que lo mantuvo en coma hasta que falleció, el 4 de septiembre de 2014. En los cuatro años y medio que su padre estuvo en coma, Benito se transformó en un artista profesional. En 2011, formó Zero Kill, una banda que giraba en torno a él y que resumía sus primeras obsesiones. El disco debut, Trip Tour, apareció en 2013. Desde entonces publicó otros tres álbumes con el mismo seudónimo.

“Benito empieza a hacer ese primer disco, que lo produje yo, con su papá internado”, dice Tweety. “Y era bien duro eso. Me parecía asombroso y me encantaba que pudiera canalizar una angustia tan grande como es tener a su papá como estaba, con la música. Me parecía hasta obvio que tendría que ser así. Y fue así”, dice. Recuerda que en ese primer encuentro se topó con alguien muy intuitivo: “Medio como Gustavo, que son tipos que no estudiaron nada formalmente. En esa inocencia había mucha osadía y mucho experimento, y a mí eso me encantaba. Porque salía de todas las normas. En la época en la que todos empezaban a hacer cosas urbanas, él se iba por la colectora y hacía otra cosa distinta. Nada de lo que hacían los chicos de su edad. Ni de cerca. Y para mí eso es más rockero que todo”, dice.

Con Zero Kill, Benito apareció de forma definitiva en la escena musical y detrás de él llegó la intolerancia de los fanáticos anónimos de su padre que intentaron marcarle límites, como si fueran los guardianes del legado. “Siento que ser ‘hijo de’, y encima de Gustavo, a él le hace las cosas más difíciles, no más fáciles”, sigue Tweety. “Es muy duro y difícil. Si fuera mexicano, aunque sea si viviera en México, todo sería distinto. Porque en México si sos hijo de, es como que seas tu papá. La gente no te tira mala onda ni te la hace difícil. Acá te toman examen cada cinco minutos”.

Aporta Lisa: “Tiene una bondad y una pureza desde muy chico, y a veces siento que le tocó un lugar en la sociedad de tener que enfrentar gente que no lo ve por ahí. Gente siempre lista para hacerle frente o cuestionarlo y comparar. Cosas que siento que él capaz ni tenía presente. Y empezó a tenerlas”. Y además agrega: “Son cosas que traen fortaleza pero también dolor. Yo soy bastante más bajo perfil. Por un lado porque siento que no tengo la fortaleza de bancarme todo. Pero la verdad que siempre crecimos sin tener eso presente. Mi papá y mi mamá nunca nos dieron a entender nada de la magnitud de mi papá en ningún sentido. Simplemente era uno más que trabajaba en la música, como otras personas, y que le iba bien. Como a alguien le puede ir bien en una empresa. Y los ojos nunca fueron puestos encima de nosotros. Entonces, supongo que fue salir y entender todo eso de golpe”.

Benito, cuyo parecido físico con Gustavo puede llegar a impactar, explica que durante mucho tiempo sintió que era “un pibe común” que no tenía que hacerse cargo del lugar que ocupaba. “O de qué le podía significar al otro. Yo no registraba esas cosas. A mí me decían ‘Che, te re miran en la calle’, y yo ni bola, para mí yo siempre fui eso. No me interesa, nunca pensé en la popularidad o ser alto perfil. Me vi arrastrado en algún momento, pero no fue algo consciente”, dice.

“Tuvo una época que le pegaba mal y se peleaba con medio país y después se dio cuenta que era al pedo. Pero es natural”, continúa Tweety, que cree que nadie que alguna vez haya criticado a Benito se tomó el trabajo de escucharlo. “Yo no creo que ni pase por la música, porque la gente que habla ni siquiera conoce un tema. Hablan por las dudas. No es por la música. Entonces ahí es donde a mí me da bronca. Porque ni siquiera le dan la chance de escucharlo”, subraya.

Lisa tiene una opinión parecida: “Yo siempre trato, en mi rol de observar todo, de decir ‘no sos vos, no es personal’. Obviamente, en ciertas ocasiones, en ciertos portales, hay una crueldad, y a mí me pasa que me duele más que lo ataquen a él que a mí. Pero lo importante es entenderlo así, quitarle el peso de uno. No tomarlo personal”.

“A veces hay que elegir qué batallas dar”, corrobora Benito, y cuenta que tomó la misma actitud a la hora de poner el cuerpo para causas sociales y políticas. “Hay gente que milita y me parece fantástico. Yo en algún momento fui más aguerrido con un montón de cuestiones y he salido lastimado de eso. Entonces me di cuenta de que tengo un límite. Me ha afectado. Me doy cuenta de que no soy de esas personas que pueden salir a dar batalla contra los policías que te tiran gas lacrimógeno. No soy ese tipo de persona, pero sí puedo aportar. Se estaba incendiando la Patagonia y se hizo un concierto a beneficio y juntaron plata para ayudar y yo estuve ahí. Esas cosas me parece que están buenas, también. Poder decir cosas desde la música”.

Benito Cerati y Blanqui, la perra de Nora (Foto: Nora Lezano)

ES USTED EL QUE DEBE DOMINAR AL ALGORITMO

¡Viva la devolución! tiene su versión Lado Be, publicada en febrero, con remixes de las canciones originales a cargo de Electrochongo, Chicone, Lupe e InVertida. También con participaciones de Mery Granados y con una versión de “Sourmenage” solo con la voz de China Roldán. Además, Benito prepara un falso documental sobre el disco que saldría a fines de marzo o en abril, después de la presentación oficial. “Es como un making of satírico. Medio un The Office en donde se deja más en claro este concepto de la tecnología y de cómo nos puede llegar a jugar en contra”, cuenta.

Luego llegará el volumen dos de la trilogía, que todavía no tiene título, aunque ya hay algunas ideas: “Creo que el siguiente se va a llamar En el ciber (risas). Tengo una foto polaroid mía de chiquito sentado en un ciber. Cuando la vi dije ‘Esto tiene que ser tapa’. Todavía estoy dudando, pero como todo es una refe medio a los 2000, este disco también. La idea es mantener eso”. Además, la segunda parte tendrá un mapa sonoro parecido al primero. “Quizás un poco más agresivo, pero tiene que ver. Sigue estando el bajo muy presente. Sigue estando esta dualidad de muy arriba o muy abajo. Es súper bipolar en ese sentido. Lo que viene ahora va a tratar un poco más del hedonismo, esta cuestión de las relaciones, lo insípido que está siendo todo. Y el tercero es una preocupación más ambiental”, cuenta.

Se llame como se llame, el nuevo disco mantendrá la decisión de Benito de decir lo que piensa a su manera. Sin prestar atención a la presión que pueda llegar de las redes. “A veces se les exige a los artistas hablar. Los artistas no son políticos, los artistas son artistas. Vienen a cantar, y si quieren, como personas, pueden opinar. No creo que tengan una obligación. A mí me parece valioso que como personas puedan decirlo, porque sé que eso implica una división de tu público. Significa una pérdida. A mí me pasó. A partir de que yo empecé a hablar políticamente, mucha gente que podría haber gustado de lo que yo hacía me hizo la cruz”, dice, mientras se ríe, y agrega: “Y me la sigue haciendo”. Pero parece que ya no le importa tanto.

Benito Cerati presentará ¡Viva la devolución! este viernes en Maquinal, Anchorena 364. A las 20.