Un mar de pañuelos violetas y verdes ondeando al viento, un clamor de voces unidas que resuenan en las calles. Eso es lo que sucede desde hace años, todos los 8M. Cada 8 de marzo, transformamos el miedo en fuerza, el dolor en una lucha colectiva. Como todos los años, salimos a las calles a marchar. Este 8M es muy diferente de los otros: se presenta en un contexto de empobrecimiento acelerado de los sectores populares, acompañado por el desmantelamiento de las políticas públicas de género y el auge de discursos de odio legitimados y reproducidos desde el propio gobierno. A pesar de este adverso panorama, las organizaciones transfeministas y las trabajadoras del campo popular se mantienen firmes y resilientes. Todes unides, mujeres trabajadoras de la economía popular, organizaciones sindicales, Ni Una Menos, la Asamblea Antirracista y Antifascista, diversas organizaciones políticas, se unieron en esta movilización masiva este 8M, la segunda bajo el gobierno de Javier Milei.

Desde que asumió esta presidencia, su sadismo hacia todo lo relacionado con derechos humanos y violencia de género quedó en evidencia en cada una de sus acciones y declaraciones públicas. En un año de gobierno, se reprodujeron una cantidad enorme de discursos transfóbicos, homofóbicos, lesbofóbicos y xenófobos por parte de diferentes ministros del gobierno, legisladores de LLA, amigos del poder. Niegan la legitimidad de la Ley de identidad de género y atentan contra las infancias trans.

Para este 8M, la actual gestión también ha preparado una puesta en escena con el video publicado por Casa Rosada. Como el año pasado, que esperaron hasta el 8 de marzo para cambiarle el nombre al salón de las mujeres: un evidente acto de provocación y venganza machista. Para mí, una maniobra inútil: no necesitamos un salón para reconocer el trabajo de estas mujeronas. Por más que intenten borrar los nombres de estas referentes, nunca podrán lograrlo. Sus acciones, gestos, heroísmos están tatuados en nuestros corazones para siempre, algo que dudo les suceda a quienes intentan eliminarlas de nuestra historia. No habrá, en cambio, memoria reivindicatoria para sádicos que lucran con el hambre de las personas que menos tienen.

Las políticas de ajuste brutal de este gobierno impactan de manera directa en los sectores más populares, en especial mujeres y diversidades. Ellas ocupan la mayoría de los empleos informales y tareas no remuneradas de cuidados. Esta crisis deja en absoluta vulnerabilidad a mujeres jefas de hogar y sostén de familias que no logran llegar a fin de mes. La falta de comida y la escasez de trabajos precarizados se suma a la incertidumbre de un panorama político poco alentador. Un combo explosivo para estas familias en las que la violencia está a la orden del día. Muchas mujeres son golpeadas a diario por maridos o parejas alcohólicas. Hombres expulsados de un sistema laboral en decadencia se refugian en la bebida en busca de una salida y desquitan su furia y resentimiento en mujeres que, a pesar de vivir una vida miserable y un presente inhumano, deciden levantarse cada mañana, secarse las lágrimas y tomar tres colectivos para llegar a capital y trabajar de sol a sol. Para muchas de ellas no hay mayor dolor que el hambre de sus hijxs.

El movimiento feminista y transfeminista ha estado presente en cada una de las luchas de los últimos meses: el 8M de 2024, el 3J con la marcha de Ni Una Menos, el 28J por el aborto legal, el 25N contra la violencia machista, además de acompañar los paros nacionales, las movilizaciones universitarias y la resistencia a la Ley Bases. Si bien el desgaste es enorme, no estamos dispuestas a retroceder. ¡Ni un paso atrás! Vamos a defender nuestras leyes con uñas y dientes. Las travas unidas jamás serán vencidas, gritamos en la Marcha Federal del Orgullo Antirracista y Antifascista 1F.

La pregunta que nos hacemos y que nos hacen siempre es la misma y es válido actualizarla cada año: ¿por qué marchamos? Marchamos porque según el informe anual de la Casa del encuentro, durante el año 2024, 283 mujeres fueron víctimas de femicidio. Anteriores gobiernos han dispuesto recursos para combatir los femicidios en Argentina y aún así fue difícil reducir el número de muertes evitables: ¡imaginen qué puede suceder con un ministro de justicia que niega la figura del femicidio!

Marchamos porque la encuesta Nacional de Uso del Tiempo, de INDEC, expone que todavía existe una brecha en las tareas de cuidados. Las mujeres dedican 6 horas al día a estas tareas, mientras que los varones solo 3 horas y media. Marchamos porque el diagnóstico anual sobre la situación de las mujeres en el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SNCTI) argentino de 2023, revela que en Argentina, seis de cada diez personas que hacen ciencia son mujeres, pero solo tres de cada diez acceden a puestos de jerarquía. Marchamos porque los datos recabados por la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina exponen que no puede existir la igualdad si seis de cada diez femineidades trans ponen en riesgo su salud utilizando siliconas líquidas. Marchamos por todos los ataques de lesboodio que fueron noticia. Y por los que no —que sabemos son muchos—, también.

Marchamos no solo para honrar a las que ya no están, sino para construir un futuro donde todas las mujeres y disidencias puedan vivir sin miedo, con igualdad y dignidad. Este día es nuestra oportunidad de levantarnos y decir: ¡Basta! Paren de matarnos, basta de desigualdad, basta de silencio y complicidad del Estado.