Cuando el domingo 23 de febrero, el nuevo largometraje de Iván Fund, El mensaje, ganó el Oso de Plata Premio del Jurado en la Berlinale, no sólo celebró el director argentino y su equipo, sino buena parte de la comunidad audiovisual nacional: en este contexto de ataque permanente a la cultura argentina y, en particular, al cine nacional, por parte del gobierno nacional, responsable del vaciamiento del Incaa, el mérito, se entiende, es doble. El mensaje fue la única película argentina en Competencia Oficial en Berlín y obtuvo uno de los galardones más prestigiosos del festival y uno de los más importantes de la industria cinematográfica a nivel mundial. 

El film protagonizado por Anika Bootz, Mara Bestelli, Marcelo Subiotto y Betania Cappato narra una historia casi realista en un mundo fantástico, donde el don de una niña, capaz de comunicarse con los animales, se convierte en un servicio de médium para mascotas que sus tutores ofrecen para ganarse la vida en los polvorientos caminos del campo argentino. El mensaje fue producida por Rita Cine, Insomnia Films, en coproducción con Amore Cine, Blurr Stories, PanEs Contenidos y Animista Cine.

"Es una alegría gigante", comenta Fund en la entrevista con Página/12. "Uno siempre trata de ser un poco consecuente con el deseo. Cuando hace una película, no está pensando en los premios ni nada, pero quiere que la película se vea, que tenga la exposición que merece. Deseamos tanto poder tener acceso al Festival de Berlín, ni hablar en la sección que estuvimos en la competencia y ese nivel de exposición, y entonces, siendo consecuente con todo ese deseo también uno quiere venirse con algo. Es la materialización de esa fantasía que siempre es bienvenida", agrega el director nacido en San Cristóbal, Santa Fe, pero criado en Crespo, provincia de Entre Ríos, donde filmó buena parte de su filmografía.

-¿Qué importancia tiene en este momento de ataque del Gobierno nacional contra la cultura y el cine? Tiene aún más valor en esta coyuntura?

-Sí, para mí siempre es medio milagroso que una película exista. Y en el contexto en el que estamos, ni hablar. Es como una doble celebración. Me parece que es importante por ahí hacer la diferenciación de cuando se dice "El cine argentino está en crisis". Yo digo: "Lo que está en crisis son las políticas culturales y la ausencia", pero el cine argentino siempre tiene una vitalidad y una tenacidad, una garra. En los primeros tres festivales importantes del año hubo una película argentina: Rotterdam, Sundance y Berlín. El mundo del cine no está en crisis, siempre tiene una creatividad y una vitalidad que pocas cinematografías pueden presumir de eso como nosotros. Pero, por otro lado, si bien nuestra película fue hecha sin apoyo del Instituto de Cine, fue hecha con un grupo muy reducido de personas que nos juntamos y apostamos y dijimos: "Vamos a hacer la película". Se filmó hace justo un año. Y era un momento muy triste también, empezaba a vaticinarse la cosa y, entonces, fue también un acto de unión, celebración y de decir: "Bueno, vamos a seguir". También me parece que está bueno mencionar que las películas no son eventos aislados. 

-No nacen de un repollo...

-Claro, y que nosotros estemos hoy ocupando ese lugar o ganando ese premio es también la manifestación de que somos parte de una historia del cine argentino. Somos parte de todos los que estuvieron antes, tanto cineastas como la gente, como políticas que apoyaron y fomentaron el cine y la cultura, con las cuales nosotros nos educamos y nos formamos. También es el testimonio de que somos parte de una comunidad y de una historia del cine argentino, que es muy rica. Y haber recibido el premio ojalá también ayude a que nosotros podamos seguir dándole la mano a los que vienen. Hace veinte años que yo hago películas. Nosotros tenemos mañas y podemos tratar, de alguna manera u otra, seguir filmando, y ya tenemos un cierto camino recorrido. Pero todas las películas con las que yo me formé decían "Incaa" adelante. Y yo también pude acceder a mi formación gracias a los talleres que daba la ENERC, los talleres federales que hacían. Son momentos en los que también es muy importante estar atentos para todos los que están empezando, no solo para la industria, en general, para la cultura, sino para todos los pibes que están queriendo hacer películas y que están empezando con su corto, con su largometraje, que creo que también es la parte más frágil. Son los que van a quedar más expuestos a la crueldad del algoritmo.

-El tema de la inocencia de la infancia de la niña que tiene el don de comunicarse con los animales, ¿tiene que ver con algo personal? ¿Vos fantaseabas de chico con eso?

-Yo creo que un poco todos sí. Todos tenemos en algún momento de nuestra infancia la fantasía de poder comunicarnos con los animales, o con otros seres. Y de habitar la realidad en ese umbral, donde las cosas son todavía posibles y merecedoras de asombro y de esa magia. Me parecía que era importante en la película poder retratar algo de ese momento. Lo relaciono mucho con el mundo del cine. Para mí, el mundo de la infancia o la mirada de la infancia es, de alguna manera, indiscernible de la ficción y del mundo del cine. Ofrecen las mismas virtudes, la posibilidad de celebrar el mundo que tenemos enfrente, de seguir asombrándote de eso y de creer a través de esa magia que las cosas pueden expandirse. Y que la realidad puede ser más rica y compleja de lo que uno cree. Cuando uno habla de proteger la infancia (agradezco que, en mi caso, mis padres y mi familia hayan protegido la mía), también hablamos, de igual manera, de proteger el cine también, ese espacio que nos permite conectarnos con todas esas emociones y con esa manera de entender el mundo y que nos permite mirar un poco para arriba, ahora que estamos todos mirando para abajo. Entonces, van un poco de la mano en esa esencia, sobre todo en ese contacto con la posibilidad del asombro. Hay que entender el cine o la ficción no como lo contrario a la realidad, sino como una herramienta para expandirla, para hacerla crecer, para poder presentarla en su complejidad y en su tensión. ¿Viste que en estos tiempos todo parecería estar tan segmentado y tan catalogado? Se trata de que haya espacio para los matices. Y el cine es una de las principales herramientas que tenemos hoy tanto para ejercitar la empatía como para poder permitirnos acceder al punto de vista de otro, como poder estar ese tiempo compartiendo otro punto de vista, teniendo otras experiencias. Incluso en nuestra película que, por ahí, se menciona como de un cine poético que propone un vínculo con la imagen y con el tiempo, que tiene más que ver con eso, hoy hacer una película que proponga un vínculo con otros tiempos y con cierta delicadeza de los gestos parece un gran acto político.

El mensaje.
 

-¿En qué medida el premio a El mensaje puede marcar un antes y un después en tu carrera cinematográfica?

-Obviamente es muy importante y ojalá sirva. Para mí, era muy importante que la película esté en la competencia y de que gane el premio, ni hablar. Como dije, las películas son las mismas que uno viene haciendo siempre. De repente, el mundo empieza a girar, y se descubre que eso existe y se le empieza a dar eso una atención. Que alguien pueda darle atención a algo y prestar verdadera atención es casi milagroso, es un valor. Y es muy relevante en esos términos. Ya tengo varias pelis hechas y sentir que le están prestando ese cuidado y que se la ubicó en ese espacio, me llena de energía. Obviamente, renueva también una fe en lo que uno hace, en cierta manera de entender el vínculo con el cine y con lo que hacemos. Son películas que no son estridentes, que abordan por ahí una manera un poco más sutil de los vínculos y la realidad, que suele pasar bastante desapercibida en el mundo de hoy. Siento que eso empieza a tener un lugar y a tener su espacio, y ojalá que dure. Y que ayude también no solo a las películas propias, sino a todas las otras películas que uno celebra y que por ahí tienen que ver con eso. El cine, por llamarlo de alguna manera, es ese cine de autor o ese cine que toma riesgos formales todavía y que se anima a mirar un poco a esos lugares donde el mainstream no mira y ojalá que empiece a ocupar un lugar cada vez más relevante. Eso te renueva la esperanza. Siempre me interesa ir desmitificando espacios. Uno filma también para eso: para empezar a tener contacto con las cosas,  empezar a derribar mitos y a valorar las cosas por lo que son. En ese sentido, esa fantasía de que se accede a ciertos lugares con determinada estructura o con determinada palanca o lo que fuera, y todos esos mitos, después terminas dándote cuenta de que lo que importa verdaderamente es la película. No importa cómo se haya hecho. Y que pasen estas cosas renueva la certeza de que lo que importa son las películas.

-Si las películas representan etapas de tu vida, ¿El mensaje cuál representa?

-Creo que era Antonioni quien decía que sus películas eran autobiográficas, no porque hablaran de su vida, sino porque representaban cómo se sentía él en ese momento, al momento de la toma o al momento de filmarla. Creo que, inevitablemente, son autobiográficas, por lo menos en la manera en la que uno se vincula, y porque trata de tener el corazón abierto y la mente lúcida para entender un poco qué está pasando enfrente de uno. Y cómo lo que está pasando resuena con uno. Te diría que mis últimas tres películas, Vendrán lluvias suaves, Piedra noche y El mensaje fueron una especie de  bisagra de pasaje al mundo adulto, de volver a revisitar ese mundo de la infancia, de volver a reconectarme, como decía hoy al principio, con esa forma de ver el mundo. Probablemente tenga que ver con que uno se está volviendo viejo y empieza a ver con más claridad también los valores de ese momento. Cuando uno va creciendo se da cuenta de que empieza a perder algo de esa forma tan absoluta y presente de vincularse con el mundo que lo rodea. Y estas películas reflejan la necesidad y ese camino de recuperar y volver a descubrir que eso todavía está en uno, y que esa forma de vincularse con las cosas todavía existe.

-Parte del rodaje es en el interior de Entre Ríos y Entre Ríos es muy significativo para vos porque está Crespo, el pueblo donde pasaste toda tu infancia y parte de tu adolescencia y donde filmaste varias películas. ¿Qué significa ese territorio para vos desde lo simbólico?

-Es mi es mi casa también. Yo ahí pasé todo mi infancia hasta los 18 años, que me vine para acá, Buenos Aires. Y ahora estoy viviendo ya hace casi diez años mitad en Santa Fe y mitad acá, pero obviamente yo decía un poco en chiste y un poco ciertamente que El mensaje es mi última primera película, refiriéndome un poco con esto a ese reencuentro de esos espacios y de esa forma de vincularme con el cine, de una forma de entenderlo, de esa libertad o esa urgencia. Y para mí eso está directamente conectado con esos espacios, con ese territorio y con Crespo, con esos caminos de tierra, donde yo pasé mi infancia, con esos atardeceres. También me parece fascinante que sea inagotable la manera de seguir redescubriendo ese espacio de lo que fue la historia de uno a través del cine y que se siga renovando. Es un lugar que me da mucho amparo. Siento que ahí las cosas son posibles. Un rodaje demanda tanto que sentirse en un lugar amparado y acompañado por una comunidad y un espacio es impagable. 

-Estos días se está presentando en la Sala Lugones el ciclo "Erase una vez en Crespo" y una de las películas que se proyectan es La risa, tu ópera prima solista. ¿Qué cambió desde entonces en tu manera de concebir el cine?

-Como decía que El mensaje es mi última primera película, hay mucho que cambió y no tanto. Primero, me encanta que la Lugones pueda regalarnos ese espacio para mostrar nuestras películas, es muy lindo. Y que se presente La risa, por un lado, me alegra que sea en copia 35 mm, que parece de la prehistoria, literalmente de otra vida. Me encanta que la copia vea la luz, que tome un poco de aire, que se reencuentre. Después, por otro lado, obviamente me da mucha vergüenza, mucho pudor, como cuando uno ve sus fotos viejas, y mira cómo tenía el pelo, cómo se vestía y demás pero, a la vez, me da mucho orgullo y mucha felicidad de que sea un testimonio de ese camino recorrido. Me parece importante que aún con todas las cosas que uno pueda reprocharle a las películas, lo que es irreprochable es que, en su momento, fueron eso. Y que, en su momento, fueron lo mejor que uno podía expresar y de la mejor manera y que puedan verse como eso, como la huella de un camino y como una parte determinante para todo lo que venga.

-También se va a exhibir Vendrán lluvias suaves. En ese momento dijiste que los niños son el mejor exponente del ser humano. ¿Crees que la pérdida de la inocencia es lo que arruina al adulto?

-Yo creo que hay algo de eso, un poco como lo que hablamos al principio, que tiene que ver con la forma de vincularse con el mundo. Después, por otro lado, uno va creciendo y también se da cuenta. ¿Cuándo se es adulto? Es como si todos fuéramos niños grandes, en algún momento, tratando de descifrar a ver qué hacemos con "esto". Me parece que la inocencia es algo que hoy más que nunca hay que defender. Primero, protegerla en la infancia, y después tratar de mantenerla viva. Inocencia entendida no como ingenuidad, sino como una posibilidad de creer que todavía el mundo vale la pena y que en el mundo hay un montón de cosas lindas todavía por las cuales seguir luchando y curioseando. Es esa necesidad de recuperar esa curiosidad.

 

El protagonismo de una niña

"El mensaje tiene una presencia determinante en la niña Anika Bootz", escribió el crítico Luciano Monteagudo en este diario. "Anika es mi hijastra. Yo vivo con ella desde que ella tenía 2 años y hace ocho años que vivimos juntos", cuenta Fund sobre la pequeña protagonista. El director dice que "es muy cinéfila" y que comparten también "las aventuras cinematográficas". Su mamá, Betania Capatto, también actúa en la película y es también directora de cine. "Entonces, siempre hemos estado todos trabajando juntos  y ella ha estado viviendo y mamando eso, y es una niña muy inteligente y muy curiosa", reconoce Fund, orgulloso. "Lo que pasó puntualmente con la película fue gracioso porque el proyecto lo tengo hace un par de años y, en su momento, ella me veía escribir y pensar la historia y estaba un poco triste porque fantaseaba con que le gustaría hacer ese personaje, pero era muy pequeña, no le daba la edad. Y bueno, después, el cine tarda tanto y cuesta tanto conseguir los fondos, que pasaron los años y finalmente a su favor dio con el personaje y me pareció muy lindo", explica Fund sobre la decisión. 

"Hay algo del espíritu y de la esencia de la película que tiene que ver directamente con poner en pantalla el amor de ciertos vínculos de los cuales yo puedo ser testigo en mi vida. Betania es su madre en la vida y hace de su madre en la película. Anika tiene un vínculo muy hermoso con Marcelo Subiotto y con Mara Bestelli, que son los protagonistas de mi película anterior, Piedra noche y que, desde entonces, nos hicimos familia y nos conocemos mucho. Entonces, había algo de todo ese vínculo que para mí era muy hermoso y que se conjuró de cierta manera para poder ponerlo a disposición de la historia y de la película. Eso afortunadamente se traduce en la pantalla", concluye Fund.