Si algo quedaba para asimilar con cuáles cartas y aspiraciones de impunidad pasea el Gobierno, debería suponerse que alcanzará con la gastada de Caputo Toto. Dijo que ahora sí saldrá bien la monstruosidad que ya ejecutó con Macri al endeudar a Argentina por los tiempos de los tiempos, y que el acuerdo con el Fondo Monetario no implicará nuevos compromisos.

Es muy probable que se suponga mal y la capacidad de un conjunto de la población para comprar interminables espejos de colores, más la ausencia de opciones opositoras, habrá de hacer lo suyo.

Después de todo, ¿quiénes y cuántos prestan atención a las obviedades políticas?

El espectáculo de que un ministro admita que no pasarán por el Congreso “porque esto es de necesidad y urgencia”, que el DNU solamente resultará anulado si las dos Cámaras lo rechazan por voluntad propia y que eso sea exactamente lo contrario de lo anunciado por Javier Milei pocas horas antes, también debiera bastar. Pero quizás no.

Entonces, si con eso no alcanza, menos ocurriría -casi todo merece expresarse en potencial- tomar nota masiva acerca de por dónde va el arreglo con el FMI.

Se adquiere deuda con el organismo para que el Tesoro cancele otro tanto con el Banco Central. Es decir, la misma caja. La mismísima. Pero esa elementalidad tampoco contaría. O bien, más nadie que muchos tienen idea de que es así. A lado de esto, el acuerdo operado por Martín Guzmán, que sí pasó por el Congreso, era el de la Primera Internacional en septiembre de 1864.

Los dólares del Fondo, que ingresarán para estirar la agonía aunque sea hasta las elecciones, se irán más tarde por la cuenta corriente cambiaria que viene desangrándose para mantener el ilusionismo de la divisa estable y, siguiendo con el show de las obviedades, sujetar la inflación en pesos.

Ergo, se van los dólares y el país se queda con nueva deuda exigible en igual moneda. Lo sensacional no es el dispositivo, ejecutado por el mismo timbero en jefe hace 7 años. No. Ni de cerca. Es la prácticamente inconcebible desmemoria popular, ayudada por la carencia de rivales que se dispongan a apartar berretines de internas y combates tuiteros.

Mientras, como para aferrarse a alguna prospectiva, no es de la nada, sino porque algo semejaría entrar en combustión, la iniciativa de numerosas hinchadas, clubes de barrio, motoqueros, en respaldo a los jubilados de los miércoles y convocando a acompañarlos, creció de manera considerable.

La respuesta del aparato coreográfico del régimen es y será de manual. Advertirán sobre los violentos de siempre. Amedrentarán con que se trata de los barrabrava delincuenciales. No y no. Son hinchas autoconvocados en una movida espontánea.

Es tan de manual como las estratagemas desviacionistas que provocan en cada uno de sus episodios adversos y profundizados.

Frente al Criptogate, que juegue la provincia de Buenos Aires convertida en “baño de sangre” y la necesidad de intervenirla.

Ante el Congreso semivacío, Rasputín.

Contra la hermanísima que habría dejado la marca de todos sus dedos en el pedido de coimas o favores para llegar al panelista televisivo y al mismo comediante mudado a Presidente, recordar en forma sistemática a “la chorra condenada”.

Y si se produce que una entrevista ficcional es subida en crudo, interrupción incluida para advertirle a Milei sobre una barrabasada insólita, con la complicidad del bufón de turno, debe quedar claro el mérito de la espontaneidad de Jamoncito versus la hipocresía de “los kirchos” y la indignidad de “los marrones”.

Sin embargo, y de momento sólo como síntoma, un grueso de la oposición revelaría que ya no entra, o no lo hace tan fácil, en esa trampa cazabobos. Sucede en la franja retórica más combativa. Pero también en la pusilánime que apoyó al Gobierno en todas sus leyes, decretos y resoluciones. Les es conveniente irse despegando, en esencia frente a los potenciales efectos externos de la estafa presidencial con la shitcoin.

Hace no tanto, hablamos aquí de lo que significó y representó la Carpa Blanca, instalada frente al Congreso el 2 de abril de 1997 con el inicio del ayuno docente. Dio paso a la manifestación más prolongada y efectiva de los ’90.

Eran apenas unos 50 maestros en reclamo por incrementar los fondos presupuestarios del sector. Se propagó a todo el país y concluyó con la sanción de la Ley de Financiamiento Educativo, junto con que se derogara la Ley Federal del área. Apenas 50 docentes iniciales, amparados por la Ctera y con el impulso de Marta Maffei y Hugo Yasky, que tuvieron la épica de confrontar cuando los rodeaba un desierto.

Fue una sede fija que simbolizó, durante 1003 días, la mayor de las resistencias al desguace de Menem. Ayunaron 1400 maestros en 86 grupos, aumentados a 200 mil que protestaron del igual modo, en conmemoración del Día del Maestro de ese año, por 48 horas, al largo y ancho argentino. Los visitaron 7 mil escuelas, 2.800.000 personas y 96 delegaciones extranjeras. Hubo 475 acontecimientos artísticos y culturales. Va de vuelta, y que vaya todas las veces que sea menester: empezaron 50 maestros.

El viernes, en su notable contratapa en Página/12, la colega y escritora Raquel Robles convocó desde el título al poder de Grayskull, en alusión a la fortaleza ubicada en Eternia y lugar de procedencia de los atributos de He-Man.

Hacia el cierre del artículo, escribe que viendo al personaje desopilante que nos gobierna, mezcla de Guasón y Marcel Marceau, siempre subido a algún banquito para ocultar su estaturita, podemos imaginarlo en su azotea mirando para abajo y gozando con la destrucción.

Empero, agrega y se pregunta, cuando miramos a los costados y vemos la desesperación por encontrar un héroe o heroína que nos saque de este lío, ¿no estamos esperando a un apasionado del poder? ¿No estamos buscando a alguien que acumule supervivencia? ¿Alguien malo, pero por las razones correctas?

Robles culmina proponiendo que, a lo mejor, en vez de mirar hacia la colina más alta a ver cuándo viene quien ostente el poder de Grayskull, podríamos ir caminando por la calle hasta encontrarnos con esos otros héroes que acumulan supervivencia sin angurrias de poder. Esos viejos que cada miércoles, sin siquiera una Norma Plá que encabece alguna columna, vuelven y vuelven a poner el cuerpo.

“Quizás ese sea el famoso héroe colectivo del que hablaba Oesterheld. Por ahí no hay que ir a buscar grandes experiencias de construcción popular, sino empezar por no dejar que los cebados de poder acumulen más muertos. No sé. Nadie sabe mucho en este momento, y el que diga que sabe es porque no soporta la angustia de la incertidumbre. Pero hay cosas que, aun dando tumbos en la tiniebla más densa, podemos animarnos a afirmar sin miedo a pifiarle: hay quienes están resistiendo. Y esa es una invitación que no podemos declinar”.

¿Acaso es esta una convocatoria meramente sentimental, carente de escrutinio político?

No, porque lo único que falta es perder de vista que medir la dimensión de lo político comienza por aspectos básicos de solidaridad. De sentir que el sufrimiento del otro debe tener un componente del propio.

Además, que es parte de lo mismo y según la inmensa mayoría de los indicios, si se continúa esperando que en “el campo nacional y popular” surja algo de arriba para abajo… parecería que cabe esperar sentados.

¿Cómo es? ¿Poner el cuerpo se acabó? ¿Movilizarse es demodé? ¿Postear es la reacción exclusiva? ¿El contragolpe es sólo escudriñar las interacciones positivas o negativas en las redes? ¿Esto se termina, y gracias, en adjudicar crueldad a los “libervirgos” y responderles con memes creativos? ¿Sí?

Puede ser. Vaya a saberse.

No es el inmovilismo lo que enseña la historia del pueblo argentino, o por lo menos de sus minorías intensísimas, hasta antes de que los medios lo convirtieran en “la sociedad”. O en “la gente”. Bernardo Neustadt, ese comunicador extraordinario primero de la dictadura y luego del menemato, supo primerear rotulándolo como Doña Rosa, que ahora son los ciudadanos de bien.

Que vayan a ganar ésos no es lo que demuestra el volver al futuro del empate hegemónico entre los proyectos populares y los oligárquicos, aunque pueda ser cierto que las circunstancias epocales son inéditas.

Y en cualquier caso, lo irremediable sería asistir a esa victoria con los brazos bajados.

Que se agrande Chacarita.