“No creí que fuera a durar más de cinco minutos: Pensé que tipos como Rick Wakeman iban a volver a pegarla de nuevo después de un par de semanas... y que el punk iba a terminarse”, dijo en el documental “Don't You Wish That We Were Dead” el señor Raymond Burns, quien en abril cumplirá 71 años y se define como “un punk de la tercera edad”. Londres fue el epicentro de ese fenómeno artístico y musical que catalizó ira, frustración y el sentimiento compartido de que, efectivamente, no había futuro. Acaso como profecía autocumplida, todas sus bandas iniciales fueron desapareciendo. Salvo una: la de Burns.
La historia lo conoce mejor como Captain Sensible, carismático guitarrista y elemento fundamental de The Damned, la última gran leyenda del punk 77’, que este sábado tocará en el Teatro Flores con su formación más emblemática y como forma de despedida. La completan el frenético baterista fundador Rat Scabies, el sobrio bajista Paul Gray y su estandarte performático, el enigmático cantante Dave Vanian. Cuatro personalidades completamente opuestas entre sí configuraron la música de su generación con un sonido propio del garage rock, impronta pop, atmósferas oscuras y auténticos himnos punks.
Recesión, huelgas, desempleo y el crecimiento de espacios reaccionarios marcaban el escenario social y político del Reino Unido a mediados de los 70’. Pero el rock progresivo, tan instalado y reputado entre los consumos de ese estilo, no reflejaba lo que estaba pasando en las calles de la capital del Imperio Británico. La música por excelencia de las juventudes occidentales --y especialmente del eje anglosajón-- parecía alejarse de las sensibilidades generacionales de la época. El punk londinés, entonces, fue un emergente de todo eso: canciones de dos minutos a gran velocidad, sin florituras y con discursos encendidos. No importa lo que sabías tocar: importa lo que tenías para decir.
Los Damned publicaron su primer disco (“Damned, Damned, Damned”) en febrero de 1977, incluso antes que The Clash y Sex Pistols, principales referencias de ese año fundacional para la historia de la cultura punk. “¡Eso pasó el país donde Haendel compuso ‘El Mesías’!”, decía completamente indignado un conocido presentador de la TV inglesa de la época. Seis meses después entraron a grabar “Music por Pleasure”, el segundo long play. Su productor, el baterista Nick Mason, confesó: “Grabamos las pistas en el tiempo que lleva acomodar el sonido de batería de Pink Floyd”. Era working class music hecha por working class people.
Brian James, su fundador y primer compositor, decide hacia 1978 desarmar la banda para encarar otros rumbos. El punk parecía estar comiéndose a sí mismo. Sin embargo, Sensible, Vanian y Scabies se toman un tiempito y rearman Damned con otros nombres y algunas sorpresas (como el breve paso de Lemmy Kilmister, líder eterno de Motörhead). Hasta que recala Gray y, así, graban a inicios de los 80’ dos de sus discos más influyentes: “The Black Album” y “Strawberries”, eje sobre el que estribará el repertorio que ofrecerán en esta gira sudamericana y que también fungirá de homenaje a James, fallecido el jueves pasado.
Esos dos LPs confirmaron a Damned como una banda vanguardista que salía por arriba del brete generado tras el ocaso del punk: tan solo “Curtain Call”, lado B del “Álbum Negro”, dura 17 minutos, motivo suficiente para que la crítica musical los bastardeara. Su música parecía un lisérgico vodevil de rock gótico y experimental que no se interesaba demasiado por convertir sus letras en libelos políticos, acaso el principal motivo por el cual no quedaron a la vanguardia del recuerdo del punk inicial frente al inveterado trinomio Clash-Pistols-Ramones. Una banda excitante y desaforada que también buscaba divertirse mientras Dave Vanian se pintaba la cara de blanco y ojeras, mientras Captain Sensible vestía tutús o se disfrazaba de canario. Por ello, la prensa hegemónica de la época los ninguneaba.
“Nunca sermoneamos”, reconoce Vanian, una mezcla de Casanova y Drácula con una voz estilizada y envidiable, acaso de lo mejor que jamás ofreció el punk rock de todas las latitudes. “Pero creo que el verdadero hecho de haber estado realmente ahí fue algo político”, apunta con convicción. A diferencia de otras bandas pioneras del género, el talento musical no era mala palabra para ellos: quizás por eso fue que se permitieron experimentar distintas texturas y sonidos sin miedos y prejuicios, al punto de ser también iniciadores del rock gótico, etiqueta de la que --para variar-- también se desentienden.
“Lo nuestro fue político gracias a nuestras acciones y a lo que hicimos, lo cual creo que fue mucho más poderoso que tener que declarar cosas obvias”, se planta Vanian. “Todos estábamos buscando algo en esas épocas y creo que también se necesitaban bandas que pudieran, de alguna forma, ser el escape para que la gente olvidase la monotonía que se vivía en Inglaterra a fines de los 70’. Pero, más allá de eso, también había cosas en las canciones: mensajes, o lo que fuese. No es que le aporreábamos la cabeza a la gente con un martillo”.
Quizás el que explicó a The Damned mejor que nadie fue Dave Grahan, legendario cantante de Depeche Mode: “Los Damned simplemente nos demostraron que hacer música era accesible y realizable”.